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Ya era de mañana y dentro de la residencia Noceda se encontraban madre e hija desayunando unas tostadas con jugo de naranja. La madre, Camila Noceda, se estaba preparando para ir a trabajar como normalmente lo hacía mientras que Luz ojeaba un libro del que prestaba gran atención, después de todo ella estaba de vacaciones.

—Luz ¿Quieres más jugo o lo guardo en el refrigerador? —preguntó amable a su hija.

Lentamente despegó la mirada del libro y contestó.
—No ma, gracias.

Su madre limpió las migajas de la mesa y llevó ambos vasos al lavabo, pensando que su hija luego los lavaría. En eso, Camila avisó que ya se tendría que ir, Luz la acompañó hacia la puerta para despedirse.

–Cuidate mija, recuerda que hay comida para que almuerces en el refrigerador, limpia un poco y… —Se detuvo a pensar—. Recuerda te amo mucho —dijo mientras sorprendía a la adolescente con varios besos al rostro.

Luz soltó una gran risa y decidió hablar.
—Claro mamá ¡Yo también te amo! —respondió.

Lentamente dirigió su mirada a su mamá a la distancia. La vió subirse al auto y se marchó. Ella cerró la puerta principal y se dió la vuelta.

Ya estaba sola.

Rápidamente se dirigió a su habitación en busca de la carta.
Empezó a buscar papel y algún bolígrafo para responderla.

—¿Qué le puedo decir? —pensó—. No puedo espantarla con un "Oye, me robé la carta que debía llegarle a tu conocido, descuida que yo soy su vecina".

Eso totalmente sonaba a rarito, según ella.

—Pero tampoco sería justo dejarla sin respuestas, ella debe de sentirse mal.

Volvió la mirada a esa carta y la leyó de vuelta.

Volvió la mirada a esa carta y la leyó de vuelta

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¿Edric? ¿Será su hermano? Pensó Noceda.

Debía admitir que la hija del señor Blight escribía hermoso, nada comparado a la letra que ella tenía. También notó que tenía su misma edad. Pero aún no sabía que responderle, recordando que era ajena a su vida y a la relación que ella tenía con su padre. Quizás… ¿Podría hacerse pasar él? Su historia sonaba triste, la verdad.

—¡No! No puedo hacer eso —exclamó mientras sacudía levemente su cabeza.

Se quedó pensando en eso toda la tarde.

Eran alrededor de las 6 de la tarde y el Sol se estaba marchando para dar paso a la noche estrellada

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Eran alrededor de las 6 de la tarde y el Sol se estaba marchando para dar paso a la noche estrellada.
Luz Noceda abrió la entrada de su casa, camino al buzón público que hay en su cuadra y al acercarse, sus manos sudaban, haría algo arriesgado según ella. Y finalmente, dejó la carta dentro del buzón. Se dió la vuelta caminando hacía su casa. Sus ojos de color chocolate se fijaron en la casa de su vecino y rápidamente quiso entrar a la suya.

Recién al entrar notó las cosas que le hacía falta hacer. Su madre llegaría pronto.

—¡Ay, no! ¡Mamá me va a matar! —gritó de manera desesperada, mientras agarraba la escoba y empezaba el aseo del piso.

Extra:

Se escuchó las llaves sonar y finalmente la puerta principal abrirse. La mamá de Luz había llegado del trabajo.

—¡LUZ MARÍA NOCEDA! —gritó enfurecida por encontrarse con esos vasos del desayuno sucios.
A Luz se le había olvidado ese detalle. Inmediatamente bajó las escaleras y se acercó a su mamá algo nerviosa.

—M-mi segundo nombre no es María —contestó algo temerosa.

—Eso es verdad, pero no me cambies el tema —mencionó la mayor.

Las mamás latinas sin dudas son las mejores.

Letters | LumityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora