Capítulo 8: La persona misteriosa (sin editar)

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Camino a pasos rápidos hacia mi primer periodo de clases, mientras memorizo por enésima vez el contenido del examen propuesto por la señorita Arias como castigo, por culpa de unos imbéciles que se propusieron a sabotear la clase como niños de kínder.

Llevo los auriculares puestos por si acaso algún idiota se me quiera acerca para preguntarme cualquier estupidez, que me desestabilice la sobria paciencia que me queda, ya que tengo un humor del infierno. Hoy me levanté más temprano de lo habitual para dejarle todo listo a mi padre, cuando se levantara. Aunque tuve que tomar el metro, porque Emma no pasó a recogerme, eso hizo que me retrasara.

—¡Sebas!

Me detengo casi en la entrada de la universidad, girándome para encarar a Fabiana que viene corriendo en mi dirección.

—Hola. Parece que alguien también se le pegaron las sábanas —bromea la castaña, jadeando.

Ruedo los ojos.

—Eso parece, Fabi —respondo, rodeándola con el brazo.

El teléfono de ella hace un sonido, lo saca de su bolsillo para mirar el mensaje.

—Los chicos están en la plazoleta —comenta, frunciendo los labios—. El profesor Gustavo no asistirá, al parecer se le presentó un “inconveniente”.

Suelto un bufido, me desvelé casi toda la noche en hacer ese bendito trabajo, para que este señor se digné a decir que faltará. Sólo me falta que Arias también decida tomarse el día libre.

La castaña y yo compartimos algunas clases en específico, aunque no estudiamos la misma carrera. Sin embargo, aún no me he adaptado a esta universidad, y eso que llevo una semana estudiando; el lugar es extenso, eso genera que me pierda.

—¿Me acompañas a la biblioteca? —inquiere, acomodándose la mochila—. Luego iremos hasta donde están los chicos.

Asiento con la cabeza.

Entramos a la universidad, observando la aglomeración de estudiantes en el pasillo, supongo que la mayoría de los profesores decidieron tomarse el día libre para no dar clases. ¿Entonces por qué demonios no hacen venir? Cuando llegamos a la puerta de la biblioteca, diviso la mirada hacia el aula de informática en donde vislumbro una silueta, la cual me resulta familiar. Eso hace que la piel se me erice. ¿Acaso será…?

Fabiana se aclara la garganta, sacándome de mis pensamientos.

—¿Estás bien? —me pregunta, levantando una ceja.

Ella también divisa la mirada hacia esa área, sin poder entender que está ocurriendo.

—Por supuesto —respondo, sin poder sacar esa imagen de mi mente—. Nos vemos en un momento, necesito hacer algo primero.

Termina accediendo a regañadientes.

—Está bien —me dice—. No te tardes demasiado, te esperaré aquí.

—Bien —musito, alejándome.

Camino a grandes zancadas hacia los laboratorios, cuando paso frente a uno, la puerta se abre de golpe, haciendo que mi corazón se acelere al toparme cara a cara con la chica que me gusta. Ese semblante que es difícil de olvidar.

Elisabeth me mira, frunciendo el ceño.

Me quedo en silencio sin saber que decirle, me da pesadumbre preguntarle por lo que acabo de ver, pero me lleno de valentía para hacerlo. Necesito aclarar mis dudas.

—Hola. ¿De casualidad viste a alguien salir del laboratorio? —cuestiono.

¿Estás seguro que te responderá? Eso no es de su incumbencia.

Confesiones De Un Típico Alemán (+18) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora