Capítulo 2

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-Este formato que hiciste estuvo bien. Buen trabajo

Felicitó Kunikida, satisfecho con el trabajo de la joven, quien llevaba su cabello morado recogido en una trenza.

-Agradezco sus amables palabras

Kurosawa Akemi había llegado a la agencia desde hace algunos días, casi una semana y media para ser exactos. Se había desempeñado bastante bien en sus deberes asignados, aunque en ningún momento la dejaran sola en alguno de estos.
Seguía en el departamento de Atsushi y Kyouka, durmiendo y dedicándose a hacer comida para todos o mantener el orden sin rechistar. Logro que el chico tigre no se preocupara más al pedirle que le dejará pagarle de esa forma su ayuda.

-¿Crees poder ir tu sola a comprar algunos dulces para Ranpo-san?

Y ahí estaba. Su primer encargo en solitario, aunque claro, uno nada peligroso.

-Por supuesto, ¿Qué clase de dulces le gustan? Los traeré enseguida

De esta forma, la joven aprendiz ahora caminaba fuera de la Agencia, con dinero ajeno en su bolsillo derecho y una tranquilidad impenetrable. Sus pasos eran ligeros como los de una mariposa que revolotea silenciosa.

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-No deberíamos estar haciendo esto ahora

Fue lo que dijo Nakajima al sentir los brazos del mayor alrededor de su cintura, tan traviesas las yemas de sus dedos.

-¿Oh? Pero últimamente Atsushi-kun no me ha prestado mucha atención y creo que es momento de darme lo que merezco~ ¿No he sido un buen y paciente novio?

Las manos de Osamu tocaban con cuidado cada milímetro, bajando lentamente a sus caderas, dando suaves caricias como si quisiera apreciar cada detalle. Parecía minucioso en esta labor.

-Daz... Dazai-san, debemos... regresar a la misión

Atsushi sentía que el agarre de Dazai aumentaba su fuerza, haciendolo sentir aun más nervioso, sus orejas enrojecidas ante el sentimiento.

-No me llames así, ni siquiera estamos en el trabajo~

-Osamu, ¿porque...?

-¿Mmm? -canturreo el de vendas, sus manos aun sosteniendo al menor firmemente con algo más entre manos

-¡¿Por qué insistes en tomarme las medidas?!

Dazai estaba con aquella cinta roja métrica en sus manos, calculando las medidas precisas de su querido amante, claro está, aprovechando para tener una buena probada de caricias.

La pareja se encontraba en una tienda de telas, por supuesto, el mayor habia arrastrado al menor ahí para alguna de sus locuras. Aunque en esta ocasión, no era una simple travesura.

Todo empezó porque Dazai notó los desgastados pantalones de Atsushi, al preguntar a su mejor amiga y confidente, Kyouka, le revelo que aquel estaba reacio a deshacerse de aquellas ropas, aun cuando ya ni eran comodas.

Esto se debia a la mala, o en ocasiones buena, costumbre del chico de no desperdiciar nada: comida, ropa, cualquier cosa. El mayor sabía perfectamente que todo tenia como origen su tiempo en el orfanato, donde todo era bien contado. A él ciertamente... le dolía. Era doloroso que Nakajima no pudiera olvidar esos malos tratos a tal punto de descuidarse de esa forma. Pero eso era algo que no podía decirle a su pareja, ya que de seguro aquel le diría que no debia preocuparse o peor, le traería malos recuerdos si expusiera la razón de sus acciones.

-¡No necesito ropa nueva! -espeto el hombre tigre

Una sombra de tristeza se posó en la mirada del castaño, pero rápidamente sonrió con ternura.

Mi vida dedicada a tu muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora