Capítulo 3

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El cielo estaba de un tono oscuro, a pesar de que el sol aún no se había ocultado por completo. Los ojos morados observaban fijamente los cuerpos colgados del edificio, todos ellos con cuerdas en sus cuellos. Ni siquiera habían muerto por esa acción, se notaba en sus rostros y rastros de heridas.

"Es tu culpa"

"Libéranos"

"Libéranos"

"Alguien ayúdeme"

"Duele"

"Quiero morir"

"Quiero morir"

"Quiero morir"

Los susurros eran cada vez más parecidos a gritos en su cabeza, su corazón se sentía pesado y creía que podría morir ahogada.

"Hikari-chan, mantén la calma" le dijo una voz y las manos sobre sus hombros le hizo recobrar sus sentidos, topándose con los ojos contrarios. "Él intenta volverte algo que no eres, un monstruo"

Hikari sintió que volvía a sus sentidos y las voces se callaban, ella volteo con aun cierta incertidumbre "Grac..."

Como si un vidrio se quebrará, la vista cansada cambio a la de una mirada perturbada. El pavimento bajo sus manos era frío, pero la calidez que brindaba la sangre en sus manos era mayor. Ella solamente observaba la sangre que comenzaba a alcanzar sus rodillas, fue apenas un segundo de descuido para que la bala perforará el pecho de su ser más querido. Sus ojos viajaran de la vista pérdida del hombre moribundo delante suyo, sin esa fuerza para brindarle una sonrisa en todo momento "Papá..." lentamente se encontraron con esos fríos ojos, quien aún sostenía la pistola en su mano sin señal de remordimiento.

"Te mataré... Juró que lo haré. TE MATARE" le gritó con todas sus fuerzas.

La vista del hombre tigre delante suyo que mantenía ahora apuntaba el arma hacia ella, lentamente se fue desvaneciendo contra su propia voluntad. Ahora esos ojos de atardecer estaban encima de su visión, su primera reacción fue detener la mano a la defensiva, la cual acariciaba su frente.

- ¿Akemi-chan? Parecías angustiada y quise despertarte, lo siento si te asuste -dijo Atsushi con preocupación sin parecer molesto porque sostuviera su muñeca con tanta firmeza

-El desayuno está listo -se escuchó la voz de Kyouka

-Ah... Lo siento, Nakajima-san. Solo fue un mal sueño...

Lentamente soltó su mano, haciendo que Atsushi asintiera haciéndole notar que no había problema y alejándose hacia la mesa. Akemi se sentó con lentitud y miro al joven, con el resentimiento que su boca no podía expresar.

-Si... solo un mal sueño

- ¡Akemi-chan, no deberías estar aquí tan pronto!

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- ¡Akemi-chan, no deberías estar aquí tan pronto!

Exclamó Tanizaki al ver a la joven llevar un paquete de hojas de su mesa a la de Kunikida.

Mi vida dedicada a tu muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora