Cuatro

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Cuatro

Naruto vió fijamente el fuego en la chimenea mientras sostenía la botella de alcohol sobre su muslo. Kurama ya estaba dormido cerca de la chimenea, había corrido todo el día, luego le había exigido comida y se había acurrucado cerca del fuego. La casa era grande y fría, Naruto sólo se encargó de limpiar la sala, donde dormiría hasta poder arreglar la habitación.

Ni siquiera se había bañado o cenado.

Sólo quería olvidar.

Durante el día se mantuvo activo con la limpieza, sin pensar en otra cosa. Estaba cansado y había creído que caería rendido apenas se apoyara en el sofá.

Ahora estaba allí... Mirando al fuego y embriagándose para olvidar lo que le lastimaba. Empinó su codo, dejando que más líquido cayera por su garganta. Ya ni siquiera lo quemaba, sentía los brazos un poco dormidos y sus labios de estiraron en una sonrisa amarga.

¿Cómo su vida podía cambiar en un instante?

Esa pregunta rondaba su cabeza de manera constante cada vez que pensaba en.. ella.

Y en él.

Se preguntó qué estarían haciendo en ese momento, aunque no quería saberlo. No quería pensar, así volvió a llevarse el pico de la botella a la boca, pero antes de que el líquido llegará a sus labios, un ruido lo detuvo.

Frunció el ceño mientras bajaba la botella y veía hacia la escalera que daba al segundo piso. El ruido había sido suave, pero lo suficiente para que él lo escuchará en el silencio de la enorme casa. Se debatió unos segundos en ir a ver, y terminó suspirando cuando notó que el sonido había despertado a Kurama. Su perro seguía acostado, pero su cabeza estaba arriba y sus ojos grandes miraban hacia la escalera.

—¿Qué crees que es?— le preguntó con palabras arrastradas.

Kurama se levantó con rapidez y corrió a las escaleras como si él lo hubiera mandado. Naruto suspiró mientras dejaba la botella en la mesita de café que estaba a un lado del sofá.

— Perro tonto—, lo llamó antes de levantarse—. No te dije que fueras.

Cuando Naruto estuvo a los pies de las escaleras, Kurama comenzó a ladrar de manera desesperada. Naruto frunció el ceño mientras comenzaba a subir, tal vez la casa tenía ratas. No había visto ningún animal más que arañas mientras había limpiado, pero no había subido al segundo piso. Sacó su celular de su bolsillo y activó la linterna para ver en el oscuro pasillo. Aún no había puesto luz en la parte de arriba, ninguna lámpara tenía su foco ya que quería darle una mirada a los cables antes de conectar la luz eléctrica.

Sólo una puerta estaba abierta en el largo pasillo. Era la habitación principal, la última puerta de todo el pasillo y la habitación más grande. Él caminó hacia allí, o mejor dicho, se tambaleó un poco borracho.

— Mierda—, gruñó cuando entró por la puerta y al calcular mal, su hombro chocó con el marco—. ¡Kurama!— regañó para que el perro se silenciara.

Kurama se detuvo con un gemido y corrió para ponerse entre sus piernas, mirando hacia donde había estado ladrando. Naruto frunció el ceño al ver la actitud de su perro y apuntó la linterna a la habitación.

Una enorme cama estaba en el centro de la habitación, largos postes llegaban al techo. Naruto bufó al ver más telarañas. La cama estaba cubierta con una larga tela blanca, o que había sido blanca en sus mejores días. La habitación estaba oscura, ya que las cortinas de las ventanas estaban cerradas. Rodeo la cama para abrir las cortinas, para tener una mejor visión y se enredó con algo a los pies de la cama y cayó de rodillas.

— Joder—, se quejó mientras miraba la tela que estaba en el suelo.

Su celular se había zafado de sus manos, pero la linterna apuntaba al techo, así que pudo ver claramente la tela. Se la sacó de los pies y la dejó en la cama, su manera fue tan violenta que polvo se levantó en toda la habitación.

Kurama volvió a ladrar desde la puerta de la habitación.

—¡Silencio!— le ordenó bastante cabreado y adolorido por el golpe.

Se ayudó con la pared para ponerse de pie. Primero lo sintió y cuando estuvo de pie pudo ver qué era.

Su reflejo le devolvía la mirada fijamente. Su cabello rubio desordenado y largo, sus ojos celestes inyectados en sangre y las profundas ojeras en sus mejillas más marcadas. Larga y desaliñada barba dorada cubría gran parte de su rostro... Él mismo no se identificó cuando se vió allí. Se tocó la mejilla llena de pelo, dándose cuenta que era él mismo el que miraba.

¿En esto se había convertido?

¿En esto lo habían convertido?

De repente un sentimiento de dolor profundo llegó a él. Lacerante soledad y frío dolor recorrió su columna, lo suficiente para asustarlo. Escuchó el lastimero gemido de Kurama, como si su perro también lo sintiera. Vió, a través del espejo, que sus ojos se llenaban de lágrimas. Por unos segundo, su visión se volvió borrosa mientras las lágrimas llenaban sus ojos. Al parpadear cayó una y su visión se aclaró lo suficiente para verla..

Dió un paso así atrás por el miedo y giró su rostro para verla en persona. Su ceño se frunció y volvió lentamente para ver el espejo y notar que había nadie allí.

—¿Qué carajos?— murmuró.

Volvió a mirar hacia la esquina, pero todo seguía como él lo había dejado. Las partículas de polvo volaban lentamente, dándole una escena solitaria y abandonada. Tomó la tela que había dejado en la cama y se volvió para ponerlo en el espejo. Dió una mirada más a la esquina donde juro haber visto a alguien, pero terminó negando la cabeza y cubriendo el espejo.

Su soledad, el licor, y su dolor le habían hecho imaginar que había visto una mujer allí.

Se agachó y tomó su celular, sólo para apuntar esa esquina con la linterna. Pero no había nada más que polvo y telaraña allí.

No había ninguna mujer de cabello negro largo , con ojos grises y tristes.

Continuará

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Continuará...

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