Nada volverá a ser como antes

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Hoy es 31 de diciembre, un día cualquiera para mí. No me importa el año nuevo y mucho menos las festividades navideñas, así que prefiero quedarme en mi pieza escuchando un poco de buena música. Es un lunes cualquiera, donde hago lo que hago todos los días y nada se ve intervenido.

Como siempre me despierto a las 9 para ir a la verdulería, escucho uno o dos temas de mi banda favorita y me levanto. Me baño, me visto, me arreglo un poco –dentro de lo que se puede hacer- y me tomo un desayuno a mi estilo: tostadas con mermelada de mora. Siempre las he amado, ¡me encantan!

Me despido de mis padres y de mi hermano Félix. A propósito, Félix es el hermano más desagradable que puede existir en este planeta, siempre se las ingenia para hacerme la vida imposible. Pero una cosa es cierta: jamás dejaría que algo malo le pase. Voy caminando por la Avenida cuando escucho un silbido y siento una brisa muy fuerte. ¿Qué pudo haber sido? Era inexplicable, había unos 30° y acá en mi ciudad no corre mucho viento cuando hay calor. Lo dejé pasar, no tenía muchas ganas de pensar en qué pudo haber originado esa brisa tan extraña que me hizo sentir insegura, pero tan feliz por un instante. Llegué a la verdulería.

-          ¡Hola, Don Pepe! ¿Cómo amaneció hoy? – saludé al verdulero.

-          Hola, Anastasia. Muy bien, gracias. ¿Qué llevarás hoy? – me preguntó con un ánimo que me llegó a asustar.

-          Umm… Quiero 1 Kg. De limones, ½ Kg de manzanas, 4 tomates y 3 Kg de porotos verdes. Ya sabe: festividades. – Escupo esa última  palabra. Definitivamente no me gusta.

-          ¡Pero Annie, por Dios! ¿Cuándo será el día que te vea disfrutar este tipo de festividades? Pasas el tiempo muy triste, pequeña. Una niña de 17 años como tú debería divertirse, pasarlo bien con sus amigas, salir por las noches… divertirse. No me gusta verte tan triste – No sé por qué sentí un grado de verdad en sus palabras. Quizás debería llamar a mi amiga Filomena para juntarnos. Desde que pasó lo que pasó no he hablado mucho con ella.

Estoy feliz disfrutando del sol con Antonio, el amor de mi vida, aunque aún sólo era mi amigo. Esta es la playa más hermosa que he conocido, ¡no me iría de aquí jamás! –Antonio, te amo – Le digo suavemente al oído, y él me mira totalmente desconcertado. Eso me da un poco de miedo. Espero unos segundos y veo a un Antonio totalmente cambiado, ahora está muy feliz y con los ojos cristalinos. –Yo también te amo, mi hermosa – y nos fundimos en un beso que jamás olvidaré. Quiero volver a mi casa y contarle esto a Filomena, ella sabrá cuáles serán los siguientes pasos. Por ahora decirle que lo amo era el primer paso y ya lo cumplí, espero que todo salga bien porque de verdad amo a este chico. –Ya es hora de volver, es tarde y es peligroso conducir a oscuras- me dijo, y yo de verdad no quería irme, ¡lo estaba pasando tan bien! Íbamos por la carretera extremadamente oscura hacia la ciudad cuando de repente vemos 2 luces brillantes acercándose muy velozmente hacia nosotros. Lo único que logré hacer fue gritar y abrazar a Antonio pensando lo peor. Sólo sentí un estruendo, un sonido como de ultratumba, algo que jamás había escuchado. Supuse que era la muerte que me venía a buscar. -¡No! – pensé – Tengo mucho aún por qué vivir – y luché conmigo misma para seguir viva y poder disfrutar con Antonio. No sentí nada más. Luego desperté en un dormitorio totalmente blanco y pude ver a mi mamá recostada en un sillón que se veía algo incómodo. Intenté hablarle, pero las palabras no salían de mi boca… Algo sucedía… Algo sucedió, pero ¿qué fue? ¡Oh, sí! Antonio, mi Antonio dónde está. –An… Ant… Antonio- logré articular con desesperación. Mi mamá despertó y me miró con cara de amor y corrió a llamar a la enfermera. –Antonio- volví a decir esperando una respuesta de parte de mi madre. –Antonio está muerto, hija. No pudo con las operaciones que le tuvieron que hacer para remediar los órganos perforados y la sangre perdida por el accidente. Lo siento, de verd… - y no escuché más. Creo que me desmayé. No podía soportar esa noticia.

Revivir todo eso fue horrible, la peor experiencia que un ser humano puede experimentar. La voz de don Pepe me trajo de vuelta.

-          Aquí está, Ana. Son CL$5.300.

-          Gracias, don Pepe. ¡Nos vemos! – le dije, entregándole el dinero y saliendo de ahí.

No quería recordar esa noche, pero cuando supe lo de Antonio me prometí nunca olvidarlo, ni a él ni nada de lo que ocurrió ese día.

Mientras iba a mi casa pensaba “¿Qué habría pasado si nos hubiéramos ido a casa más temprano? ¿Si mejor hubiésemos salido otro día?”. No importaba, nada haría que mi Antonio volviera. Pero, ¿por qué la muerte se lo llevó a él y no a mí? ¿Qué me tenía preparado el destino? Sea lo que sea, aún no pasaba y yo seguía sumida en  mi luto y tristeza constante.

 

Pasado inquietanteWhere stories live. Discover now