Capítulo 1: La calle de la seda

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Una pequeña Krea corrió entre los pasillos repletos de extraños ruidos para ocultarse debajo de una de las mesas caoba adornadas por algunas flores. Sostuvo contra su pecho el pequeño muñeco trenzado que había recibido a los cuatro años y cerro sus ojos con una respiración agitada haciéndole estragos en su pecho. Su nariz adornada por pequeñas pecas casi imperceptibles se arrugo y su cabello rojo como el fuego, siempre amarrado en esa trenza de costado quedo prisionero entre los dedos que sostenían los costados de su cabeza. 

La pequeña de apenas seis años comenzó a tararear una canción que un bardo había entonado hacia dos días, y de la cual, no podia olvidarse. No era lo suficientemente grande como para comprender que eran los ruidos que oía, o que sucedía en las habitaciones de cortinas rojas pero si comprendía que eran cosas que no podia ver, ni que querría pasar. Apretó más los labios entre si cuando el sonido se intensifico, parecía que estuvieran lastimando a las mujeres con las que compartía mucho, y eso le provocaba sentimientos contradictorios, como ira y asco, pero sobretodo miedo. Iba sollozar de nuevo cuando Katlin abandono una de las habitaciones moviéndose al pasillo mientras se acomodaba la falda del vestido, notando segundos después a la pequeña debajo de la mesa. ──¿Krea? ¿Qué haces ahí, cariño? ── la preocupación tiño la voz de la mujer que movió su mirada hacia los lados de pasillo antes de sacarla de debajo del mueble, cuando la niña se aferro a su cuerpo la sostuvo entre brazos con fuerza. 

──Quiero a mami ── fue todo lo que murmuro la pequeña contra el hombro de la mayor. 

──Ella esta ocupada ahora, cariño. ── expreso la mujer. Cuando abandonaron el pasillo y se movieron en dirección a la galería que les llevaba a un patio interno, los ruidos se sofocaron y el silencio le dio un poco de alivio. ──¿Alguien te ha molestado? ── pregunto la de cabello oscuro visiblemente preocupada. Aquellos recovecos de Desembarco del Rey eran peligrosos para cualquiera pero en especial para una niña pequeña e inocente como ella.  Krea negó con suavidad. ──¿Por qué no estas con los niños de la parroquia? ── indago. En aquel horario, la pequeña solía pasar tiempo con los niños y niñas que eran beneficiados por las actividades caritativas de la fé de los siete. Los alimentaban, les daban algo de educación y pasaban tardes enteras jugando. Incluso la calle parecía una mejor opción que el hecho de que la pequeña pelirroja estuviera presente cuando habían clientes. Por suerte, la pequeña Krea siempre había sido risueña y era muy cercanas a las septas de la fé así que solía quedarse con ellas viéndolas tejer o escuchando cuando leían los largos versículos de sus libros enormes. 

──Ellos...── la pequeña sollozo abrazando más fuerte su muñeco ──estuvieron diciendo algunas cosas crueles. 

Katlin le tendió un poco de agua con la intención de calmarla. Jamás había sido buena con los niños pero tenia gran aprecio por la pequeña pelirroja, de alguna forma u otra, la mayoría de mujeres del burdel la habían criado desde que nació. ──¿Qué te dijeron? 

──Que los niños buenos no debían pasar tiempo con sucias como yo. 

Katlin sintió un fuego en su pecho, aun así, expreso una mueca de cansancio. Si había algo que resentía era el hecho de que Aleia fuera tan egoísta como para haberla traído a esa clase de mundo. Siendo la pequeña de una mujer sin oportunidades más que aquella, ¿Por qué su compañera de penurias se había aferrado tanto a la idea de parir a la pequeña de grandes ojos? La mujer sabia que aquella clase de inocencia no duraba mucho en esos lugares. No en esas crueles calles lejanas a la realeza y a sus dioses, los dragones. Ellas... ellas no eran más que basura que otros creían podrían pisar cuando quisieran. Siempre debían estar dispuestas para servir y complacer. Eso eran. Ni más ni menos. ──Los niños son estúpidos la mayor parte del tiempo, Krea. ── murmuro la mayor para forzarse a regalar una de sus sonrisas amables a la pequeña. ──En especial los varones. Así que, no tomes atención a lo que dicen de ti. 

La pequeña sorbió su nariz y le miro. ──¿Soy una sucia? ── pregunto luego de unos segundos. 

Katlin acerco uno de sus dedos a la mejilla de la chiquilla y lo arrastro sobre su piel. ──Yo no te veo suciedad encima. ── declaro con un tono de broma. Ambas sonrieron segundos después. ──Estaba pensando en que podemos ir a robar algunas frutas de la matrona y preparar un postre para comer cuando tu madre regrese. ¿Qué opinas? 

──Las septas dicen que es malo robar... 

──Al carajo las septas. ── respondio Katlin olvidando que hablaba con apenas una niña. ──Eso es porque ellas son estiradas y jamás han probado mi tarta de limón. ── respondió antes de pararse y extender su mano hacia la pequeña. Ambas comenzaron a caminar hacia las cocinas de aquel lugar, en donde, podrían estar tranquilas cocinando solas hasta que la noche llegara, y con ella, la rutina que Krea debia seguir siempre al pie de la letra: ir a la habitación donde varias de ellas dormían, cerrar sus ojos y obviar un mundo de adultez letal que le rodeaba hasta que su querida madre Aleia ingresaba a la mañana y se acostaba a su lado tarareando una suave melodía que la emancipaba de cualquier sentimiento malo. En las mañanas era cuando solía crear recuerdos lindos con su madre, luego, partía hacia las calles donde la fe se manifestaba y se amoldaba al grupo de religiosos que le recibían. 

Krea se olvido de su llanto cuando comenzó a preparar una tarta de limón junto a Katlin para su madre desconociendo que su progenitora en realidad odiaba esa clase de tarta y solo la comía porque a su hija le gustaba. Río con sus manos llenas de harina de trigo y sus mejillas sonrosadas, aquella niña pequeña que aun no tenia idea de las vueltas que daría la vida alrededor de ella como una serpiente trepando por su piel para oprimirla cuando menos se lo esperase. Por que los Siete Reinos solían arrasar con esa clase de bondad y desinterés. 












Desire of Dragons | HoDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora