Un lobo y un dragón.

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Era como si mi subconsciente estuviera torturándome por haber reprimido esos recuerdos de la infancia.

En mi mente se repetía una y otra vez el momento en el que la daga cortaba a Aemond. Era como vivirlo de nuevo. La sensación de cortar la piel, el sonido... sus gritos de dolor y la sangre. Yo jamás había visto tanta y mi mano estaba cubierta de ella. Sentía de nuevo el terror que me había invadido. El peso de la daga en mi mano, la manera en la que la sangre se había esparcido sobre la arena y salpicado el libro. Me había quedado petrificado... había sido mi culpa.

Todo había sido culpa mía.

Alicent tenía razón. Era un monstruo. Una amenaza para todos a mi alrededor. Mi egoísmo no conocía límites. Mis berrinches incesantes no habían hecho más que causar problemas desde el primer momento y ahora me quedaba más claro que nunca.
Era como si no pudiera hacer otra cosa más que herir y decepcionar a las personas a mi alrededor...

Aemond, Cregan... Jacaerys, mi madre.

Tenía solamente una responsabilidad qué cumplir y yo lo había tomado como la peor tortura posible cuando claramente no se trataba de otra cosa que no fuera mi deber.
Había decidido creer que mi madre y mi hermano eran los villanos que buscaban cortar mis alas cuando la realidad no podía ser más diferente.
Dorne había sido la probada de una libertad que no me pertenecía y... yo había querido aferrarme a ella como fuera. Incluso si eso implicaba causar problemas a mi alrededor.

Poco a poco sentí que recuperaba la consciencia. Sentí un dolor leve en la cabeza pero no me costó reconocer mi habitación. Apenas estaba atardeciendo y la luz rojiza del sol que se ocultaba entraba por la ventana. Tenía la boca seca y me incorporé poco a poco.

Lo primero que ví fue a mi madre cuyos hombros parecieron destensarse en el momento en el que me vio despertar. También estaba Aegon ahí, sentado a los pies de la cama. Parecía tan preocupado como ella.

- Estás despierto... gracias a los dioses... - mi madre se acercó a la cama y se sentó junto a mí, acariciando mi mejilla y mi cabello - ¿Cómo te sientes...?

¿Qué podía responder...? Definitivamente no me encontraba bien. Me invadía la culpa y la pena... pero no quería preocuparla más. No quería herir más a mi madre.

- ¿Qué ha pasado...? - pregunté con la voz ronca. Ella apretó un poco los labios. Parecía dubitativa.

- Los Hijos del Hierro han exigido un juicio por el asesinato de Dalton - murmuró, tomando mi mano - Pero sea cual sea el fallo que el Rey de... sabemos que probablemente inicien una rebelión - sentí que mi estómago se revolvía un poco al recordar cómo el cuerpo de Dalton había caído y su cabeza había rodado por la arena. De nuevo... una cantidad impresionante de sangre...

Noté que mi madre quería hablar más pero era como si estuviera conteniendo sus palabras. Tomé sus manos y busqué su mirada. Ella dudó pero al final suspiró.

- Lord Stark está herido y volverá mañana a Invernalia con sus hombres... - empezó a decir - Jacaerys quiere que vuelvas con él para que estés más seguro... Y así se lleve a cabo su matrimonio en el Norte.

Se me hizo un nudo en la garganta. Cregan había sido herido... y ahora... algo se agitó en mi pecho. Fue como un impulso. De alguna manera tenía que hacerme responsable de todo y tal vez podría enmendar mis errores si cumplía con mi deber de una vez por todas.

Asentí apenas levemente y mi madre acarició mis manos suavemente antes de levantarse de la cama.

- Avisaré a Jacaerys que estás despierto... - murmuró antes de irse. Yo solo pude suspirar y sentir mis hombros más tensos que nunca.

El lobo y el dragón [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora