¿Un Encuentro Afortunado?

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El cielo oscuro de la noche se cernía a través de aquel denso bosque, sumado a la imagen de pinos cuyas agujas de hojas estaban decoradas de un color blanco puro, resultado de la frondosa nieve que caía en ese momento. Ya es invierno, pensó el hombre, tenia una contextura de alguien de poco mas de 30 años, aunque se podría decir que eso se debía a su regio entrenamiento desde cuando estaba pequeño. A su espalda cargaba su fiel arma: una guadaña con ancha hoja de acero draconiano, siendo una herencia desde su tatarabuelo hasta sus manos, pero ya no le encontraba honor a aquello. Su familia había sido destruida desde las raíces. Primero su madre, quien murió dándolo a luz, parecía extraño, pero podía recordar aquel momento, cuando vio a su madre por primera vez y ultima en su caótica vida. Luego, años mas tarde, perdió a su padre, resultado de una guerra, estúpida según su juicio, en contra de los rebeldes faunos; recordó el rostro barbudo de su padre, ahora el llevaba una barba igual que su progenitor, no tan modelada y tupida, parecía mas bien una barba que cargara un simple ladrón. Por ultimo, perdió a su hermana mayor, la única familia que le quedaba hasta hace no mas que medio año, sucumbida ante la seducción de las tinieblas y poder ofrecidos por el ente desconocido que yacía aguardando en la cueva de Elistis. Lo había perdido todo, hasta su honor, lo único que le quedaba como un llano recuerdo era el pendiente femenino de la única mujer que había amado hasta ahora: un simple diamante incrustado en acero en forma de dije, junto a una cadena hecha del mismo metal. Era una joya simplona a una vista rápida, pero para Lyssandro, el nombre de aquel hombre, lo era todo en aquel momento.

­­­─No quiero dejarte...─ exclamó la pálida mujer vampiro. Las frías lagrimas corrían por su tez blanca, enardeciendo el color carmesí oscuro de sus ojos.─No importa si yo muero... yo quiero es estar a tu lado, ya no me importa... ¡escapa conmigo, escapa a mi lado! Exclamo casi en un sollozo desesperado. Su mano derecha se encontraba sosteniendo a Lyssandro que se hallaba en el suelo, tratando de mantener el enorme surco en su pecho.

Vete, Angellina, aquí ya no tenemos nada más que hacer─ gemía de dolor y agonía, tratando de detener el sangrando en su abdomen.─Si muero aquí, no quiero que tu también lo hagas.─ Observo con melancolía el hermoso rostro de aquella mujer, lo que hizo que se dibujara una sonrisa en su rostro. Le hizo un gesto con su cabeza para que se acercara y planto un largo y cálido beso en los labios fríos de la vampiro.─Sobrevive... yo ya estaba condenado de todas formas.

Ella, con un dolor enorme, hizo caso al fin a las palabras del cazador, adentrándose en la oscuridad de la noche, escapando de la masacre que vendría después, la masacre que Hinara, su hermana, tenia pensada desde aquel momento.

Esta mejor sin mi, si hubiera muerto, no me lo hubiese perdonado nunca se dijo a si mismo mientras recogía las trampas de madera que había hecho, parecía que no había mucha vida en aquel lugar, debido a que llevaba ya dos días sin haber comido carne, sobreviviendo a base de bayas y manzanas casi secas por el frio. Se detuvo a ver una mancha brillante en el suelo, muy brillante para ser una hoja, tomando en cuenta la tenue luz lunar. Se agacho para analizar aquel extraño objeto. Era del tamaño de su mano. ¿Una pluma? Se quedo algo sorprendido, no por el color azulado metálico de aquella pluma, ¡tenia el peso de una daga de hierro! Por primera vez en su vida había visto una cosa así. ¿Era la pluma de un hipogrifo viejo? No, los hipogrifos tenían plumas suaves. ¿Una especie de fénix? No se dijo. Las plumas de fénix se convierten en ceniza una vez que se despegan del cuerpo de este. ¿Qué seria aquella pluma tan particular? De todas las criaturas que pudiera pensar el cazador (y conocía muchas) ninguna le llegaba a la mente que pudiera ser relacionada con aquella pluma.

Súbitamente la pluma salió disparada de su mano, dejándole un corte en la misma. No solo tiene el peso de una daga, también corta como una... Siguió con la mirada a la pluma hasta que la misma se desvaneció en el follaje blanco. De repente, varias de las mismas plumas fueron lanzadas con fuerza, haciendo que las mismas volaran a una velocidad descomunal. Lyssandro noto los destellantes brillos y agacho la cabeza en el momento justo, salvándose de ser cercenado por aquellas dagas. Pero aquello había apenas empezado, puesto que una figura con capa y encapuchada apareció sin previo aviso de la oscuridad, empuñando dos enormes espadas que parecían llevar cadenas, estas últimas conectadas cual cuerdas en los antebrazos de la figura. La figura desconocida lanzo las espadas, a lo que Lyssandro las repelió con la enorme hoja de su guadaña. No tuvo respiro, como si estuvieran con vida, las espadas volvieron nuevamente al ataque, esta vez revoloteando alrededor de la figura que había saltado del suelo, mostrando una maniobra increíble y, con gracia, uso las hojas cual ariete, atestándolas contra el suelo en donde estaba Lyssandro. Este se agazapo, saltando hacia el centro del remolino chirriante de cadenas para tratar de dar un burdo golpe con su arma, grave error. La figura predijo aquel movimiento, ya que la mano de la misma aplico una tenaza en el cuello de Lyssandro y fue envuelto rápidamente por la cadena del brazo derecho de la figura. Al tenerlo, agarro impulso al caer una pierna en el suelo y lanzo a Lyssandro en un estallido de fuerza descomunal, como una honda con una piedra, hacia un árbol cercano, estampándolo contra la madera suave del pino.

Lyssandro pensaba erráticamente, su respiración era entrecortada e hilillos de sangre caían desde su frente a sus mejillas. ¡¿Quién carajo es?! Maldijo en silencio No puede ser Hinara... Ya estuviera muerto...

La figura ensancho su capa, mostrando que la misma estaba hecha de plumas como la que había encontrado. Esta hizo un golpe a la capa y lanzo nuevamente una lluvia de cuchillas-pluma, de la cual un par habían alcanzado a Lyssandro en su hombro y muslo. No tuvo mas elección que recurrir a su don de Cazador de Sombras. Recito un mantra en su mente, de repente sintió el viento gélido llenar sus pulmones: absorbía las sombras a su alrededor para darse fuerza y resistencia, eso era un Cazador de Sombras.

Aprovecho su nueva fuerza y planto frente a la figura, quien hizo un pequeño gemido de sorpresa al ver al hombre abalanzarse, pero no saco de concentración a la figura. Esta hizo un embate con sus cuchillas, usándolas como dos enormes discos para aplastar al hombre, pero Lyssandro puso su guadaña de manera vertical, cosa que las espadas golpearan los extremos de la guadaña, y así sucedió. Las espadas volvieron nuevamente hacia la figura, quien las uso de manera defensiva para aplacar los ataques de la enorme hoja del cazador. Ambos intercambiaban golpes certeros en su oponente, pero nada grave, solo unos cuantos roces de filo y una que otra cortadura de vestimenta. El cazador hizo un amague, haciendo como que iba a usar el peso de la guadaña contra su contrincante como una guillotina, pero en vez de bajar verticalmente lo hizo de manera curva, Lyssandro había movido el largo mango del arma con una fuerza y velocidad sobrenaturales. La figura al ver aquello solo tuvo tiempo de retroceder lo suficiente. En la trayectoria de la hoja de la guadaña se cortó el cosido que sostenía la capucha de la figura con la cual peleaba, revelando un rostro femenino: su ojo derecho tenía una especie de tatuaje de un azul celeste opaco que cubría su frente, párpado y mejilla derechos, siguiendo hasta su garganta y posiblemente su abdomen. El cabello de aquella mujer era cobrizo cálido, el color sorprendió a Lyssandro, tal vez fuera por la luz de la luna que reflejó en aquellos mechones rojizos. En la parte izquierda de su rostro había una cicatriz, que iba desde su ceja hasta casi la comisura de sus labios. Sus ojos de un color ambarino juntado con unos destellos rosados. Sin tomar en cuenta la cicatriz y el tatuaje seco, era una mujer hermosa, tosca, pero hermosa a los ojos de Lyssandro, quien se quedó pasmado ante la belleza que no vio el potente puñetazo por parte de la mujer.

El bosque conoce cuando hay extraños en la zona.─ habló la mujer, su tono de voz, aunque no era grave, imponía respeto y... miedo.─Muy poca gente se atreve a cruzar tan allá de la Frontera Escamosa.─ vaciló un poco.─Y sólo alguien lo bastante fuerte puede sobrevivir tras pasar esa frontera.

Soy un cazador, y puedo ver que tu también eres una.─ hablo con tono calmado, aunque le costaba estarlo debido a las tres veces en que casi es convertido en una brocheta.─¿De que familia eres, Gyrtian o Partfrun? Aunque que yo recuerde, no hay personas que tengan una capa de plumas en su espalda, y menos que sea parte de su cuerpo.─ La mujer se exaltó con aquel comentario, Lyssandro solo se limitó a sonreír.─Había leído las historias, pero no las creí.─ Se calmó, enfundando su guadaña en su espalda.─ No creí que viviría para ver al mismísimo Fantasma de la Tormenta.

La mujer se sorprendió, no había escuchado aquel titulo desde hace ya mucho tiempo: lo odiaba, eso estaba claro, ya que Lyssandro observó la ira en los ojos de la mujer y agachó la cabeza, avergonzado.

Disculpa si te ofendí, señorita, pero yo no estoy en tu búsqueda, si es lo que piensas, solo tuve la enorme coincidencia de encontrarte, es todo─ midió sus palabras con cuidado, ya que si las leyendas eran reales, aquella mujer había acabado ella sola con la raza de los dragones, incluyendo a los poderosos Guardianes Elementales. Tanto poder... pensó con ligero temor.

La mujer enfundo sus espadas en su espalda y rompió el silencio.─Sigue tu camino entonces─ exclamó con tono despectivo fingido. Le causaba una ligera curiosidad saber quién era aquel hombre. Aunque, cualquier cosa nueva te causaría curiosidad si estuvieras más de dos siglos dentro de un bosque. Llegaba a ser aburrido, aunque te escondieras de tu pasado.

Eso intento, aunque me es difícil tratar de cubrir terreno con el estómago vacío. No puedo sobrevivir a posta de bayas y frutos marchitos─ habló con ella como si fuera una vieja amiga, de hecho, le resultaba atractiva aquella mujer, aunque claro, cualquier hombre consideraría atractiva a cualquier mujer que le gane.

La mujer puso los ojos en blanco e hizo un gesto que la siguiera, Lyssandro no se opuso en lo más mínimo, aún sorprendido por la pelea anterior. ¿Qué me diría mi padre ahora? Dijo para sí mismo, con una leve sonrisa en su rostro mientras seguía a aquella mujer interesante pero peligrosa, como un... águila...

Relatos de Acero y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora