1 | Primera parte

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Annabeth miró con aburrimiento a través del ventanal a los desconocidos que pasaban en la calle. Ni siquiera sabía por qué había aceptado la invitación de Luke a tomar un café.

No. Sí lo sabía. Ella estaba aburrida de la monotonía en la que había entrado su vida en el último medio año.

—¿Y entonces cuantos años tienes trabajando en Olympus? —le preguntó Luke con curiosidad.

Annabeth lo miró. Luke había entrado a trabajar en Olympus una semana atrás, realmente no lo conocía, pero si iban a trabajar juntos quizá ese café sirviera para conocerse.

—Entre hace casi siete años, un par de meses después de casarme —dijo automáticamente y sin pensarlo.

Ante su respuesta, la expresión alegre del rubio se apagó.

—E-eres... casada.

—Sí —Annabeth respondió con la misma emoción con la que le habría dado la hora.

—No pareces muy feliz —dijo él analizando su expresión aburrida—. ¿Tienes problemas en tu matrimonio?

Annabeth volvió a mirarlo.

—No —dijo tratando de convencerse así misma de que el hecho de que Percy prácticamente la hubiese abandonado durante los últimos seis meses no era ningún problema.

A pesar de su respuesta negativa, Luke pudo ver que estaba mintiendo, lo cual le dio un rayo de esperanza. Después de todo, él la había invitado a salir no porque quisiera conocerla como su compañera de trabajo, sino porque se había interesado románticamente en ella.

—Debiste haberte casado muy joven —comento el rubio.

—Algo así... fue poco después de salir de la universidad.

—Ah... ¿Y tu esposo también trabaja en Olympus?

—No —Annabeth jugueteo con su taza—. Es piloto privado.

—Entonces debes pasar mucho tiempo sola —Luke no pudo disimular su media sonrisa.

—Sí, sobre todo últimamente —murmuro para sí misma.

Luke sonrió. El que Annabeth pasara tanto tiempo lejos de su esposo no era nada bueno para su matrimonio, sobre todo si ella parecía tan distante al hablar de ello.

—¿Y tienes hijos? —pregunto para averiguar más de ella y no dejar morir la conversación.

—Sí, tengo uno pequeño —Annabeth respondió con un poco más de ánimo—. Se llama Noah, tiene dos años... ¿Y tú tienes hijos?

—No, y tampoco estoy casado.

Annabeth no sabía qué responder o que más decir. Estaba completamente aburrida, realmente no le interesaba nada de Luke como para preguntar y ya se había cansado de responder sus preguntas, así que solo le dio una media sonrisa antes de mirar la hora en su celular.

—Discúlpame Luke, pero se me hace un poco tarde y debo pasar por mi hijo antes de ir a casa.

—No te preocupes —le dijo mientras llamaba al mesero—. Si quieres puedo llevarte a casa.

—No es necesario, no te preocupes... Gracias por el café.

—Gracias a ti por aceptar la invitación —sonrió—. Fue un rato muy agradable, ojalá podamos volver a tomar otro café algún día de estos.

—S-sí... seguro que sí.

Después de eso, ella salió de la cafetería y se dirigió hacia el departamento de Sally Jackson para recoger a su hijo. A pesar de no encontrarse tan lejos, Annabeth tardó casi cuarenta minutos en llegar, al hacerlo su suegra la saludó con una sonrisa amable.

—Hola Annabeth, ¿cómo te fue? —Sally le pregunto mientras Annabeth entraba.

—Bien, ¿cómo se portó Noah? —le pregunto buscándolo con la mirada.

—Muy bien.

—¿Segura? —Annabeth sonrió—. Ya sabemos cómo es de inquieto.

—Lo sé —Sally también sonrió recordando cada ocurrencia que el pequeño había tenido—. Pero ya sé cómo tratar con él, no olvides que crie a Percy y Noah es igual de inquieto que él.

—Mami, mami —cualquier cosa que Annabeth fuera a responder quedo olvidada cuando un pequeño salió corriendo a su encuentro. Ella se agachó a su altura y el niño de inmediato se le lanzó encima para abrazarla.

—Hola, bebé —le dijo cuando el bebé le dio un sonoro beso en la mejilla—. Ay, yo también te extrañé mucho... ¿Cómo te portaste? ¿Le hiciste caso a tu abuelita? —le pregunto en cuanto el niño salió de sus brazos.

—Shi mami —le dijo mirándola directamente con sus brillantes ojos color verde mar—. Me pote muy bien.

Una verdadera y enorme sonrisa apareció en el rostro de Annabeth. Ella apartó un rizo obscuro fuera de la frente de su hijo. Últimamente, él era lo único bueno que podía mencionar de su matrimonio.

Mirando el rostro de su hijo, Annabeth inevitablemente pensó en Percy. Noah era tan parecido física y mentalmente a su padre, que ella a veces sentía que había dado a luz a un clon de Percy.

—Qué bueno que te portaste muy bien, bebé... ¿Te divertiste hoy?

—Shi mami —le dijo dándole una gran sonrisa, que para Annabeth era la más bella del mundo—. Hice muchos dibujos y comí muchas galletas de chocolate —Noah de inmediato se cubrió la boca mientras miraba a su abuela alarmado porque se le había escapado el último detalle.

—Así que comiste muchas galletas de chocolate —Annabeth le dijo alzando una ceja fingiendo que estaba molesta.

Noah se descubrió el rostro y sonrió enseñándole los dientes.

—Mami —se rio nervioso mientras le hacía ojitos de foca bebé—, te amo mucho —dijo antes de darle varios besos en la mejilla.

Annabeth se rio. Se sabía perfectamente las tácticas evasivas de Noah. Poner ojitos de foca bebé era su truco favorito para evitar que lo reprendiera. Curiosamente, era la misma táctica que Percy aplicaba cuando ella se enojaba con él.

—Mamá también te ama mucho, pero ya, basta de besos —le dijo unos segundos después. Mejor ve a recoger tus cosas que ya nos vamos.

—Shi mami —respondió obedientemente antes de correr hacia la sala.

Annabeth se puso de pie.

—Sally, ya no le des tantas galletas de chocolate —Annabeth le dijo a su suegra sin sonar molesta—. Ya sabes que tiene demasiada energía y con tanto chocolate se pone muy hiperactivo.

—Lo sé —Sally pareció avergonzada—, pero es que me hace esos ojitos y no puedo evitar decirle que sí a todo.

—Sí, a mí siempre me hace lo mismo —Annabeth murmuró mientras caminaban hacia la sala. Al llegar ambas vieron al pequeño mientras intentaba ordenar los colores que tenía por todas partes.

En cuanto Noah las vio, dejo sus colores para tomar una hoja que tenía a su lado y entregársela a Annabeth.

—Un dibujo mami.

—Qué bonito —Annabeth murmuró mirando el intento de avión dibujado en el papel.

—Ahí eta papá.

Annabeth suspiró.

—Sí, bebé —dijo tratando de no pensar en Percy—. ¿Y por qué todo es azul?

—E azu me usta mucho.

—Definitivamente, no hay forma de que Noah se pueda parecer más a Percy —Sally murmuró a su lado—. Es tan parecido a él.

—Demasiado.

Después de eso, Annabeth se dispuso a guardar las cosas de Noah para poder irse a casa. Una vez que estuvieron listos se dispuso a marcharse.

—Hasta mañana, Sally —Annabeth se despidió de su suegra dándole un beso en la mejilla.

—Hasta mañana cariño —miro a Noah—. Adiós pececito, pórtate bien.

—Adio abuelita —el pequeño pronunció mientras agitaba su pequeña manita.

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