Nada duele más que estar llorando en la oscuridad de tu cuarto, en soledad, a puertas cerradas y en silencio. Sobre todo después de haber estado toda la mañana fingiendo sonrisas para que más tarde, cuando nadie te ve y solo el reflejo frente al espejo es testigo de lo que pasa a puertas cerradas, puedas sentirte libre y soltar todo aquello que llevabas reteniendo. Gritando contra la almohada y ahogando suspiros para evitar alertar a otros. Aguantando la respiración y apretando los dientes con fuerza para no soltar sollozos que buscaban llenar el silencio de la habitación y combinar con el aire melancólico. Luchando contra la lluvia que se desataba bajo mis ojos y que contrastaban con la sonrisa forzada que, aún cuando nadie veía, buscaba esbozar. Tal vez para engañarme y hacerme creer que no estaba tan jodida como la chica reflejada frente a mí intentaba hacerme creer. Lo más irónico de todo es que trataba de que mi llanto no se escuchara fuera de la habitación, aún cuando sabía que era imposible con la música a tope sonando por toda la casa. Será la costumbre la que me impedía, incluso en este contexto, no ocultar mi dolor.
Retiro la mirada del espejo y vuelvo a hundir la cara contra las suaves sábanas a las que nuevamente les tocó presenciar mi desliz emocional después de deshacerme del disfraz de felicidad con el que empezaba a vestir cada día. Es increíble cómo uno podía sentirse tan solo aún habiendo personas que estaban a tu lado, y aún más increíble el hecho de que esa soledad te hiciera sentir peor contigo misma al percatarte de lo desagradecida que eras por no tener razones suficientes para estar así. Sé que hay personas que están más solas que yo y no andan por la vida llorando por estupideces y deprimiéndose por ello. Como si se acabara el mundo solo porque tu novio rompió contigo. Que tontería. Pero si sé que no es así, ¿por qué sigo sintiéndome como la mierda? ¿Por qué sigo llorando por un corazón roto cuando sé hay personas que nunca lo tuvieron completo y que, a pesar de ello, siguen adelante?
Intento luchar contra esta soledad en la que yo misma me metí al apartar a las personas de mí. Intento abrir más mis sentimientos y no guardármelo todo porque luego ocurre esto, exploto cuando me encuentro en estas cuatro paredes por no poder soportar tanto peso yo sola, pero me es imposible cuando siempre recibo las mismas reacciones y palabras que más que ayudarme me hacen sentir idiota por lo sencillo que lo hacen ver. No necesito de la lástima de nadie. No necesito que me digan una y mil veces que este dolor es pasajero y que solo tengo que aguantar un poco, que ya pasará. No necesito que me repitan que el que debería sentirse mal es Matt por perderme, o que me recuerden que son normales las rupturas cuando se trata del primer amor. No necesito que me digan cómo debo o no sentirme, o qué debo o no pensar. No son ellos los que están en mi situación. No son ellos los que viven dentro de mí como para decirme que en unos días lo habré superado por completo.
No es culpa de los demás, se que solo intentan ayudarme y hacerme sentir mejor, pero ello solo provoca que prefiera guardar mis emociones y pensamientos para mí en lugar de compartirlos . Ello solo conlleva a que vuelva a sentirme sola. A que vuelva a encerrarme en esta soledad. A este círculo vicioso del que cuando busco salir, me hundo más.
—¿Eileen?— unos golpes en la puerta me hicieron reaccionar y salir de mis pensamientos. Me quedé unos segundos en silencio intentando reaccionar.— Eileen, ¿estás ahí?—reconocí la voz de Lily a través de las paredes. Me levanté rápidamente de la cama y aguanté la respiración, como si el simple hecho de inspirar fuera a delatar mi presencia.—Si no eres Eileen ¿Por qué estás en su cuarto y con la puerta cerrada? Sal de ahí, Quien Sea Que Seas. Dije que nadie podía subir a los cuartos—. Lily se decantó por aporrear la puerta con fuerza ante la ausencia de respuesta, a la espera de que alguien saliera de la habitación.—Pues muy bien, ya veo que no vas a hacer nada de caso. Pues que sepas que no me pienso mover de aquí hasta que salgas—. Mi mente empezó a maquinar una forma de eludir a mi mejor amiga, de salir de aquí sin que me viera. Sé que sonaba feo decirlo de esa forma, pero claramente no tenía nada contra ella. Simplemente no quería que supiera que me hallaba encerrada en mi habitación, llorando, cuando se supone que debía estar disfrutando de la fiesta que ella misma me había organizado por mi cumpleaños. Eso la haría sentir mal al ver que su esfuerzo no había logrado levantar mis ánimos, y era lo último que quería.
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Te la dedico
RomanceTodos recordamos fragmentos de nuestra infancia. Es algo normal guardar recuerdos de cosas que nos marcaron en el pasado y que ahora nos acompañan hasta adultos. Estos pueden ir desde recuerdos buenos, hasta recuerdos tristes. Lamentablemente no som...