VI

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Me apresuré a limpiar las zapatillas y dejar todo en su lugar antes de que Brenda se despertara. Fui a la sala, mi prima seguía durmiendo, fui por otra cerveza y cuando regresé Brenda había despertado.
—¿Me dormí mucho tiempo?—. Preguntó
—Como 2 horas.
—Ven—. Me dijo alzando sus brazos en señal de que la ayudara a levantarse del sofá, la ayudé a incorporarse, quedamos frente a frente, a escasos centímetros, y de repente me dio un beso en los labios, me paralicé como por tres segundos.
Se examinó un pie con extrañeza pero no le dio importancia.
—Ya me voy a dormir, tú quédate en el cuarto de Julio.
—Sip.
—A y, que quede entre nosotros lo que pasó hace rato.
¿Se dio cuenta de que le lamí las patas o se refiere al beso? Pensé con miedo.
—Sí iii, nadie sabrá—. Respondí nervioso.
—No somos regios como para besarnos Angel—. Dijo seria.
—Obvio no.
—Te veo en la mañana.
—Sí, descansa.
A la mañana siguiente Brenda tenía puesta una falda negra que resaltaba sus enormes caderas y un top blanco muy ajustado, y descalza. No habló de lo sucedido la noche anterior y yo tampoco mencioné algo. Desayunamos sin intercambiar palabra.
—¿Me llevas a mi práctica de rugby?— Rompió el silencio.
—Sí, claro.
—Va, voy a bañarme—. Dijo dándome un golpecito en la frente y sonriéndome pícaramente.
—Te espero.
Desde la habitación de su hermano escuchaba caer el agua y a mi prima cantar en francés, miles de perversiones pasaban por mi cabeza; quería entrar a la regadera y hacerla mía, hacer realidad mis fetiches con ella pero Jesús, pude cumplir mi mayor fantasía: probar su patas pálidas y sucias.

Este fue el primer acercamiento caliente que tuve con ella, después les contaré otros. 

Los pies de mi prima BrendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora