Los Ocho Valientes [Padamore 1]

31: El guerrero de la espada divina

Ragnar era la aldea más hermosa en todo Padamore. Había sido fundado un siglo atrás, cuando aún era un pequeño grupo de casas reunidas por la congregación de gente cautivada por la ribera del río principal y la sorprendente fertilidad de las tierras.

Al pasar el tiempo, nuevas zonas se fueron creando y se convirtió en el lugar más hermoso de todos. Constaba de un gran palacio donde habitaban la princesa, el Señor Feudal y sus sirvientes; y la zona rural y noble, en donde vivían la nobleza, los samuráis y sus familiares.

Era ahí, en la zona noble, donde vivía Pagort. Los Ryu eran una familia de nobles que portaba el emblema de un dragón, el escudo familiar. Su linaje había estado presente durante décadas desde la fundación de Ragnar, eran la familia mano derecha del Señor Feudal y siempre le había dado al país ostentosos samuráis llenos de gallardía.

Los Ryu era un ejemplo supremo de lealtad y fidelidad inquebrantables. Desde generaciones atrás, habían dedicado sus vidas enteras a servir a su señor con honor y devoción.

En el centro de esta familia se encontraba el patriarca, Troy, un valiente y hábil samurái que había pasado toda su vida entrenando en las artes del combate y la estrategia. Junto a él, su esposa, Mei, era una mujer fuerte y sabia, que apoyaba a su esposo en todas sus decisiones y cuidaba de su familia con amor y sacrificio.

Pagort Ryu era el único descendiente de esa familia y había sido educado desde pequeño en el código de honor samurái, aprendiendo la importancia de la lealtad, la disciplina y el respeto. Había seguido los pasos de sus padres en el camino del guerrero, entrenando incansablemente para honrar a su familia y a su señor.

El otro miembro importante de aquel linaje prestigioso era Ankel Ryu, el abuelo de Pagort. Era un anciano muy sabio, conocido y respetado por todos en Ragnar. Sin duda, constituía un ejemplo para su joven nieto.

Desde su nacimiento, Pagort había comprendido que en su adultez sería el cabeza de la familia, pues era hijo único, eso solo lo llevó a pensar en algo.

—¿Qué pasa si me esfuerzo y me convierto en algo más que el cabeza familiar? —le preguntó a su madre.

—Serías reconocido como el más fuerte, hijo —respondió Mei.

—¿Y qué pasa si soy el más fuerte? —cuestionó.

—Entonces podrás proteger a las personas que amas —reconoció.

—¿Si protejo a quienes amo, jamás morirán?

—No siempre es así. Cuando alguien nace, está condenado a morir tarde o temprano, pero si te haces el más fuerte estoy segura que protegerás de maravilla a aquellos que son importantes para ti.

—¿Eso tiene que ver con la verdadera fuerza, madre? Padre me dijo que radicaba en el filo de mi katana.

—La verdadera fuerza radica en la capacidad de superar adversidades con valentía y determinación, en la capacidad de mantener la calma en medio de la tormenta y seguir adelante a pesar de los obstáculos que se presenten en el camino. La fuerza no se mide por la cantidad de músculos o el filo que tu katana posea, sino por la voluntad y el coraje que se tenga para enfrentar los desafíos que la vida nos presenta.