Mi lealtad al joven "rojo"

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Estaba nerviosa, ese día caluroso amenazaba mi propia comodidad, sin embargo, no había vuelta atrás. Había salido sin desayuno y cogí una sandía a medio terminar para brindarme alimento. Pagué caro por un colectivo y llegué a duras penas a tiempo.

Cabello largo y negro, una sonrisa de sorpresa y una mirada de profunda desconfianza, igual a la mía, supongo. ¿Cómo nos habremos conocido antes? Creo que debe de haber sido así: Un joven bolchevique chileno, ni pobre ni rico, que iba a las chinganas de Bellavista a pasarla bien con una par de chicas y unos compañeros de causa. Arma un altercado con unos señores bien vestidos y de actitud podrida. Entre golpes y botellas cae a mi mesa botando mi bebida, me lanza una mirada furibunda, me levanto ignorando a mis acompañantes (que han resultado ser unos aburridos) invitándole más golpes al joven marxista.
Un par de calles y otras botellas después descubro que el muchacho ha perdido a su padre en un accidente minero, su madre es enfermera y él trabaja de lunes a lunes en una industria opresora.

Sólo me bastan unos meses para unirme a su causa, pues tiene ese gran poder al hablar. Mi madre llora que su acomodado hijo huya con el "rojo" y ambos terminamos luchando con los obreros en las calles de Santiago. Se ha ganado mi lealtad con sus firmes convicciones, sus temerarias acciones y sus fuertes palabras...

La sangre inunda los adoquines cercanos al palacete y entre agónicas quejas me doy cuenta de que ese joven volverá una y otra vez, con las palabras en su boca y mi lealtad a cuestas, pues estuve a su lado en Francia (generaciones atrás) y le veré de nuevo en Rusia (a unos años por venir). Me despido de la vida con una sonrisa junto a mi compañero...

El cabello largo lo lleva en una trenza, y nos la hemos pasado bromeando toda aquella tarde de verano, me perdona de corazón por mi tonta traición juvenil de hace unos años y siento que es justamente lo que estaba esperando, pues así puedo brindarle mi lealtad otra vez. Sonríe igual que en el pasado, y de pronto, deja caer una pregunta:

-Oye, ¿Nos habremos conocido en otra vida?

-Yo creo - respondo animada.

-Apuesto a que yo era alguna clase de dirigente sindical acá en Chile y tú, un hijo de papi que se alió conmigo.

-Podría ser - suspiro, y extrañamente aquello me parece muy conocido.

(Marzo 2013)

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