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╰➤✎ Lionel cae como peso muerto al suelo, dormido por el sedante que el mismo doctor aplicó con precisión y fuerza en su cuello, a pocos centímetros de la glándula de olor.
Entonces Ángel ve, a través de sus ojos compresivos y amables, como uno de sus más queridos amigos es sedado, preso de su instinto por culpa de un celo inesperado, un calor irremediable que no conoce, no comprende y que jamás será capaz de vivir en carne propia para fortuna suya, es espectador principal -junto a De Paul- de una obra angustiante, observa como los guardias de seguridad aseguran la zona alrededor de ellos como si en algún momento todo fuera a salirse de control, y no lo niega, no puede negar que el aire es espeso y grueso, difícil de digerir.
No sabe cómo, cuando, ni en qué momento todo alrededor de ellos se llenó de cámaras, flashes y reporteros documentando lo que sucedía, comenzado especulaciones idiotas en un intento desastroso de voz baja con sus aromas asquerosos llenando los pasillos.
— ¡Rápido, un bozal, ahora! — La voz del doctor que aplicó el sedante explota. Apuración. Los pasos coordinados de los asistentes se mueven y Di María siente la necesidad de decirle, avisarle que Lionel tiene pegado a la piel un olor Omega que no reconoce, que no le es familiar como el de Leandro o el de Julián. No sabe si es de importancia o si eso afecta de alguna manera la situación de Lionel, pero él quiere decirlo, por lo que se arrodilla y se acerca al médico y al cuerpo dormido de Messi.
— Doctor, ¡Doctor! — Grita, y el hombre voltea en su dirección con una mirada envejecida por los años — Mi amigo, huele a Omega.
— ¿Y no es? — Le pregunta, la voz rasposa del viejo médico es demandante, dura. Deben hacer las cosas rápido, Ángel lo sabe.
— No, Lionel es Alfa — asegura —, creo que fue impregnado. — La expresión del doctor cambia drásticamente cuando lo dice, algo que puede identificar como confusión y después esclarecimiento adornan la cara del Beta canoso.
— ¿Estás seguro?
— ¡Doctor! — Una de las asistentes tiene el bozal en la mano, listo para colocarlo sobre la boca de Lionel, el hombre lo recibe y lo amordaza para evitar cualquier mordida furiosa.
— ¡Sí, maldita sea, estoy seguro! — Ángel no es conocido por ser impaciente o un fósforo, pero se desespera y alza la voz un poco más de lo que en verdad necesita — ¿No le funciona la nariz o qué?
— Muchacho — hay una pausa —, tu nariz puede ser muy funcional pero si lo que me estás diciendo es cierto, solo hay una manera de que yo lo sepa.
Di María no sabe a lo que se refiere, no tiene conocimientos en medicina que puedan darle si quiera una noción de lo que realmente sucede, maldita sea, es un jugador de fútbol, no tiene ni la menor puta idea de cómo se confirma si un Alfa está impregnado además del olor, pero ve al viejo hombre voltear a su líder boca abajo y tocar su nuca, justamente donde están sus glándulas de olor.
