Capítulo 5.

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El siguiente lunes empezó con normalidad, después de mis encuentros con los Triple P, evitaban tener contacto conmigo. No obstante, mi tranquilidad desapareció el día en que la profesora de biología decidió arruinar mi vida... Bueno, no es para tanto, solo dejó un trabajo en equipo y yo no me llevaba con nadie.

—Hagan equipos de cuatro —dijo la vieja—. Van a hacer una maqueta de las partes de la célula.

Hice una mueca, no tenía ni un amigo ahí y quería que me consiguiera otros tres pendejos. «Lástima que Lola y Ronny no están en mi salón». Lo único que me quedaba era esperar a que los rechazados me incluyeran en su grupo.

—Chaparrucita —escuché la voz de Adonis—, ven con nosotros, somos los más populares.

Aristóteles lo miró con molestia.

—Ella no —masculló. Nuestras miradas se conectaron unos segundos pero en seguida desvió la suya, ruborizándose un poco.

—No seas así, ella es buena alumna, por algo ingresó con una beca —insistió el rubio—. Además no tenemos a nadie más.

—Podemos agregar a Luis a nuestro equipo —dijo Aristóteles como solución, señalando al cuatro-ojos, que volteó hacia nosotros con una expresión de "a mí no me metan en sus cosas".

—Yo prefiero a María Susana. —Aquiles me señaló.

—¡Pues yo prefiero a Luis!

—Tú porque eres bien maricón...

—¡¿Qué dijiste, Aquiles?! ¡Ven y repítelo en mi cara!

El pelirrojo se levantó de su asiento y se colocó frente a su primo.

—Ma-ri-cón...

Aristóteles quiso tomar a Aquiles del cuello de su camisa pero el pelirrojo se hizo hacia atrás; antes de que siguieran con su estúpida pelea, Adonis atrajo su atención.

—Bueno, ya, Aquiles y yo preferimos a la Chaparrucita, así que te jodes, Aris.

—¡No me digas así! —Levantó la voz—. Ya te dije que no me gusta.

—Ya te dije que me vale.

Rodé los ojos y los interrumpí.

—Hey, güerito, ¿qué te hace creer que aceptaré estar en su equipo?

Adonis me mostró su perfecta sonrisita molesta.

—Pues que no tienes a nadie más, no te llevas con ninguno de este salón, ¿o me equivoco?

Hice una mueca llena de inconformidad, tenía razón.

—Ah, está bien, seamos equipo —suspiré—. No puede ser tan malo, ¿o sí?

—¡Genial! Iremos a tu casa este fin de semana —propuso. Junté mis cejas con recelo.

—¿Qué? ¿Por qué a mi casa? Ustedes son ricos, deberían invitarme a la suya.

—No, iremos a la tuya. —Su sonrisa se amplió.

—Agh, pero se tendrán que conformar con la comida de mi mamá —mascullé. Por lo que escuché de Lola, que era una acosadora de primera y se sabía vida y obra de esos tres idiotas, ellos tenían a los mejores chefs del país en sus cocinas—. Tendrán que comer enfrijoladas.

—¡Claro! Comida de pobres, ¡qué emoción! —Volteó a ver a sus primos. Me dieron ganas de meterle un madrazo.

—Pero Adonis —se quejó Aristóteles—, a mí me hacen daño los frijoles.

Tres perfectos arrogantes © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora