Capítulo 42

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Narra Alai.

Después de terminar de corregir el último libro que me habían mandado, lo envié a la editorial junto con un mensaje a mi jefa para que leyera mi novela. Mi segundo intento de que me haga caso, el primero había sido un fracaso.
Miraba mi teléfono una y otra vez esperando algún mensaje de Benja. Lucas ya había llegado a España ayer, así que supongo que ya había ido a hablar con él pero yo aún no tenía noticias. El timbró sonó así que salí de la oficina que tenía en la planta baja de casa y fui a abrir.

—¡Pablo!
—Hola, estás desaparecida —sonrió y levantó la bolsa que traía —Te traigo helado.
—Pasá —fuimos hacia la cocina y nos sentamos frente a frente —Gracias —abrimos el helado —Estuve con mucho trabajo ¿Vos como estás?
—Pensé que me estabas evitando por lo que pasó entre nosotros.

Me había acostado con Pablo dos veces y después de eso Lucas había venido a decirme que hablaría con Benja así que no tenía muchas ganas de seguir viendo a Pablo pero tampoco sabía como decírselo.

—¿Te arrepentís? Porque yo no... Y la verdad es que me gustó mucho volver a sentir que teníamos algo especial.
—Perdoname, Pablo... Siento algo por otra persona.
—Oh, vaya. Está bien, me alegra que me lo digas porque creí que había hecho algo mal.
—Vos sos estupendo, y me lo pasé genial estos meses. En serio.
—¿Es el amigo de Lucas por el que sentís algo?
—Si, Benjamín... Soy una persona horrible, lo sé.
—No, Alai. El amor es incontrolable. Nadie te puede culpar por eso. —sonrió pero se notaba que estaba incómodo —Me voy a ir, después pasate por la playa. Hoy vamos todos a la fiesta de la cerveza.
—Genial, después me paso y los busco —nos pusimos en pie, lo acompañé hasta la puerta y le di un abrazo.

Al rato, Rocío me mandó un mensaje para avisarme donde estaban, me di una ducha y me vestí para ir a la playa.

—Gracias —le dije a Rocío cuando me pasó una jarra de cerveza —Hoy vino Pablo a verme.
—¿Le dijiste la verdad?
—Si...
—Por eso está medio de bajón, pero no te preocupes se le pasará.
—No quería lastimarlo.
—¿Te habló Benja?
—No sé nada de él, espero que siga queriéndome...
—¡Seguro que si! Hace años que te espera ¿No?
—Si, ojalá le pueda más el amor que la culpa.

A la hora me aburrí, yo solo pensaba en Benja y miraba el teléfono así que me despedí de todos y volví a casa. Cuando estaba llegando, lo vi a lo lejos. Apoyado en el capó de un coche negro y mirando hacia mi puerta.

—¡Benja! —lo llamé sin dejar de caminar hacia él y cuando giró la cabeza y me vio, sonrió de oreja a oreja y empezó a caminar hacia mi.
—Te quiero —me dijo cuando me tuvo lo suficientemente cerca como para agarrarme de la cara y besarme. Bajó sus manos hacia mi cintura y me acercó a su cuerpo. El mundo se detuvo en ese instante y supe, que no iba a dejarlo ir nunca más.

—Te quiero —. Le dije cuando se alejó un poquito de mi y apoyó su frente con la mía. —No vuelvas a irte, por favor.
—Te quiero. Te quiero. Te quiero —. Repitió mientras acariciaba mi mejilla y nos mirábamos a los ojos. —Vine para quedarme.

Di un salto para rodearlo con las piernas y volvimos a besarnos. Nuestras bocas encajaban perfecto, parecía que llevaban besándose años porque se conocían a la perfección.
No sé cuanto tiempo pasó hasta que nos despegamos y me dejó en el suelo.

—Vine a pedirte una cita ¿Estoy a tiempo? —preguntó mientras me acariciaba la mejilla y yo acariciaba su mano.
—No lo sé —mentí descaradamente.
—Se que probablemente no entiendas mi actitud de este tiempo, mi culpabilidad... Necesitaba que Lucas me dijera que no te amaba. Necesitaba que me diga que yo le importaba lo suficiente como para que sigamos siendo amigos...
—Te entiendo más de lo que crees... Fueron muchas sesiones de terapia pero te entiendo perfectamente, Benja.
—Entonces... ¿Aceptarías una cita conmigo?
—Claro, te dije que te iba a esperar toda la vida. —agarró mi mano y le dio un beso.
—Pero pasó mucho tiempo.
—Vos esperaste más por mi —sonreí y volví a besarlo —Deberíamos continuar donde lo dejamos, estamos hablando demasiado.
—¿Donde lo dejamos exactamente? —preguntó casi en un susurro y mordió mi labio inferior.
—Creo que tenías una mano por debajo de mi camiseta y me estabas besando apasionadamente.
—No te hacés una idea de lo que te amo —agarró mi cara con una mano, mi cintura con la otra y volvió a besarme. Esta vez con más pasión.

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