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Lana.
—No, me encanta ser su vigilante personal, de verdad —dice sarcástico Richie mientras da vueltas a nuestro alrededor en su bicicleta— ¿Podrían haberse tardado más?
Hace unos minutos salimos del apartamento de Beverly, le contamos a Richie sobre el baño de Bev y también, en mi contra, sobre lo que me sucedió, desde entonces no ha parado de quejarse acerca de lo mucho que tardamos.
—Cállate, Richie —espeta Eddie.
—Sí, cállate, Richie —agrega Stan.
—¿Estás bien? —pregunta Bill quien camina a mi lado, lo miro.
—Sí —le sonrío para tranquilizarlo, él asiente.
—Cuándo eso pasó... ¿No vi-viste nada? ¿Algo como la sa-sangre del baño de Bev? —pregunta, desvío la mirada hacia el frente.
Recuerdo el pasillo del apartamento de Beverly volviéndose oscuro, el líquido oscuro y espeso que se deslizaba por el suelo y fue tomando forma de Bowers, sus amigos, el señor Keene y algunos de los chicos que me acosan en la escuela, se acercaban a mí y no podía hacer absolutamente nada para alejarme, luego comencé a escuchar las voces de los chicos, cuando comenzaron a zarandearme ellos dejaron de acercarse y así pude reaccionar.
Si cierro los ojos aún soy capaz de verlos frente a mí, moviéndose de forma extraña, mirándome de una manera perturbadora, acercándose a mí sin buenas intenciones, puedo sentir el miedo que corría por mis venas, lo acelerado que estaban mis latidos y lo entumecidos que se encontraban mis sentidos.
No tenía miedo, estaba aterrada.
—No, simplemente se oscureció todo —respondo mirándolo a los ojos para que no note que miento, nunca he hablado con nadie sobre mi constante preocupación y miedo a que los acosos que recibo por parte de los chicos de la escuela pasen a mayores, mucho menos con Bill.
—E imaginaba su lavado como la vagina de la mamá de Eddie en Halloween —lo que dice Richie llama nuestra atención y dejamos nuestra conversación de lado.
—Ella no lo imaginó —aclara Bill, hace varios amagos para hablar haciendo que nos detengamos— Yo ta-también vi algo.
—¿Tú también viste sangre? —pregunta Stanley.
—Sangre no. Vi a Ge-Georgie —corrige, coloco mi mano sobre la suya en el manubrio se su bicicleta— Parecía muy real. Parecía él pero había un...
—El payaso —hablamos al unísono Eds y yo, todos nos miran.
