Capítulo 2
AVIONES DE PAPEL
Ya habían tocado el timbre de salida de la escuela, Abril había ido en el coche de mamá a recogerme, por más que eso resultara desagradable, tuve que evitar decir cualquier comentario negativo. En el camino no nos dirigimos ninguna palabra, lo cual no era raro, porque hasta llegar a escucharla hablar me molestaba.
Llegamos y Abril aparca el coche enfrente de la casa, bajo y al entrar veo a la señora Hanes en la sala en compañía de mis padres. Sus gestos no parecían iguales, estaban serios, más de lo normal. Al principio no comprendí, pero todo se aclara en mi mente cuando veo a mamá acercarse a mí con el ceño fruncido.
—Creo que iré a mi habitación... —digo pasando despacio por el pasillo que conduce a las escaleras.
—Usted no vas a ninguna parte, señorita.
Me detengo en seco y volteo lentamente hasta ver su rostro enfadado, por lo que retrocedo un paso. Mamá así, en verdad daba miedo.
—Nos debes muchas explicaciones —me dice.
Hago una mueca y resoplo.
—Lo siento mucho señora Hanes —le digo.
La señora Hanes me sonríe y yo la miro confundida. Parecía que el haber tenido miel en la chapa de su puerta al momento de abrir y percatarse del grafiti de su ventana, no la molestaba en absoluto.
—Es normal que los niños hagan ese tipo de travesuras, en realidad me recuerdan mucho a mí cuando era pequeña.
—¿Eso significa que me perdona?
—Así es, no me molesta. Puedes ir a visitarme cuando quieras, a una anciana como yo le hace falta un poco de compañía —me dice acercándose a mí y dándome un apapacho en la cabeza.
Se despide de mis papás y antes de irse me regala una sonrisa con su dentadura postiza.
—Bien, como todo se arregló... ahora sí me voy a mi cuarto —le digo, recogiendo mi mochila y echándomela al hombro.
—Tenemos que hablar —me dice mamá haciendo que me detuviera.
—No fui la única que hizo eso —digo como excusa.
—Lo sabemos, ya hablaron los papás de Evan con él.
—¿Y entonces? —le reprocho poniendo los ojos en blanco.
—Te pondré un castigo.
—¿Hablas enserio? ¡No me puedes castigar! —Vuelvo a poner los ojos en blanco.
—Estás castigada por tres semanas, y no puedes salir de casa —pronuncia firmemente cada palabra.
—¡Soy una niña, debo divertirme!
—Sólo quiero que aprendas, créeme que lo hago por tu bien —me consuela, tratando de calmarme.
No me atrevo a responderle ya que terminaría en una tercera guerra mundial, así que me doy la media vuelta y camino hacia mi habitación furiosa, azotando la puerta con todas mis fuerzas a la hora de cerrarla. Definitivamente no había sido un buen día. Me recuesto en mi cama con los audífonos puestos a todo volumen y apoyada sobre mi almohada. Sentía mucho aburrimiento, el aire que llegaba desde la ventana me hacía sentir escalofríos. Me levanto con las pocas ganas que tengo y antes de cerrar la ventana escucho a una piedra golpear el cristal. Me asomo y veo a Evan tratando de decirme algo desde abajo.
—¡Rowan! ¡Baja! —me grita desde la parte baja de mi balcón.
Bufo y salgo de mi habitación hasta bajar las escaleras y llegar a la puerta.
—¿Qué quieres Evan? —le digo de mala gana.
—Sólo quiero saber si quieres salir a jugar.
—No me gustan tus tipos de "juegos"
—¿Te pasa algo? —me pregunta muy serio.
—No puedo salir a jugar contigo, lo siento —digo cambiando mi semblante.
—¿Por qué no?
—Estoy castigada, mis papás no me dejan salir.
—¿Es por lo de la señora Hanes? —me pregunta muy tranquilo, como si él no hubiera tenido algo de culpa.
—No sólo es por eso, es por todo lo que hemos hecho —le digo casi en forma de reclamo.
—Perdón —se disculpa y parece que lo dice en serio. Tal vez estaba siendo muy injusta con él.
—La señora Hanes me invitó a su casa —le digo, cambiando de tema repentinamente.
—¿Enserio irás a visitarla? —me dice con asombro—. No te quedes mucho tiempo ahí, puede que empiece a contar de nuevo sus historias de siempre.
—Eso no pasará, además, si voy me regalara frascos de galletas.
—Tienes que guardarme uno.
—Te guardaré uno, pero ahora tienes que irte porque si mis papás me ven platicando contigo me van a regañar.
—¿Ósea que tus papas te prohibieron acercarte a mí? Eso es injusto —tuerce el gesto.
—¡No! Estoy castigada y no puedo ni siquiera salir de casa —Trato de sonar lo más convincente posible.
—Estás a tres pasos afuera de tu casa —me dice, sacando una sonrisa traviesa.
—Volveremos a hablar cuando el castigo termine —declaro, empujándolo hacia afuera.
—Te visitaré por tu ventana, no es necesario esperar tanto tiempo.
—Terminarás estrellando el cristal de mi ventana y tendrás que reponerme los vidrios rotos —le digo, sonriendo.
—Mejor te mandaré aviones de papel, sólo mantén abierta tu ventana. Dulces sueños.
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Te dejaré ir cuando la noche acabe
Roman pour AdolescentsLa vida de Rowan es como una montaña rusa. Ella cree que ya ha superado todo y que los años han hecho de ella alguien distinta. Ahora usa tatuajes falsos, busca recuperar su esencia, sigue escapándose de casa cuando discute con su madre y además, es...