Siete.

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Universo alterno.

Cuackity daba vida, Luzu la quitaba

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Cuackity daba vida, Luzu la quitaba.

Cuackity creaba y hacía nacer cualquier cosa que pudiera. Las grandes ideas nunca se le acababan; desde una bonita flor de pétalos rojos hasta el corazón palpitante de un bebé llorón. Amaba su trabajo. No había ni un solo día donde sus manos descansarán de tanto procrear.

Luzu arrebataba lo que el otro hacía por qué así era su rol, por mucho que no lo quisiera. Tenía que marchitar los pétalos de esa hermosa flor que el chico creo, detener el corazón de lo que alguna vez fue un bebé llorón. No le gustaba lo que hacía. Era tan triste y desesperante que odiaba el poder que se le fue otorgado.

— Luzu, ¿te gusta mi nueva creación?

Así ha sido por eones. Cuackity movía y amasaba la materia para crear distintas cosas, grandes o pequeñas.

— Me gusta, Cuacks. ¿Qué es?

Mientras que Luzu esperaba a su debido tiempo para cumplir la maldición que se le fue puesta hace mucho tiempo.

— No lo sé, pero me gusta.

— Mientras te guste y funcione es bueno, ¿no?

Cuackity sonrió, maravillado por su nueva creación. Y Luzu... Luzu solo lo observó, maravillado por el rostro sonriente del chico. A veces hacían eso de reunirse en un lugar cualquiera, hablar de diferentes cosas, observar la vida pasar para dar paso a la muerte. Así era siempre, por eones, más tiempo del que imaginamos.

— ¿Te lo llevarás?

— Lo siento, Cuacks. Sabes que es mi trabajo.

El mencionado asintió, sin importarle mucho o que sucediera. Podía crear más si quisiera, sabía que Luzu no lo hacía con mala intención. Cada quien cumplía con lo suyo.

Solo había una sola regla.

— Luzu, ¿puedo besarte?

— No, Cuacks. Perdóname.

La vida y la muerte no pueden tocarse.

— ¿Puedo tomar de tu mano?

— No, Cuacks.

— Esto es algo solitario.

— Lo siento.

Era una ley no escrita por los demás dioses acerca de ellos dos. Cuackity no podía tocar a la muerte y Luzu no podía tocar a la vida. No sabían lo que podría ocurrir si decidieran ambos sostenerse como si no importará nada. No estaban conscientes si había un daño o alguna consecuencia grave de esa acción si decidieran tomarla. ¿Cuackity ganaría ante la muerte? ¿O Luzu ganaría sobre la vida? Nadie sabe. Nunca lo iba a a saber.

— ¿Puedo enviarte más regalos, Luzu?

— Sabes que recibo cada uno como si fuese el último.

Cuackity sonrió, llevando su nueva creación a las manos de la muerte. Luzu recibió aquella nueva vida en sus manos, para tomarla y guárdala consigo sin que nadie más sepa de que él la tenía.

Cuackity daba vida. Luzu la quitaba. A uno le gustaba su trabajo, otro lo repudiaba. Siempre iba a existir una regla que limitaba sus dedos de rozarse entre sí ante el miedo de perder al otro sin saber realmente que ocurriría.

Aún así, siempre se mantendrían juntos, por algunos eones más.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2023 ⏰

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Orbes rojos, alas doradas [Luckity]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora