No Todo Es Como Parece

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Capítulo 1

Paola:

Ya estaba cansada de tanta mierda, Paola no hagas esto, Paola no te alteres que le hace daño a tu corazón, Paola no llores que es malo para tu corazón, Paola no dejes de tomar los medicamentos, Paola, Paola, Paola.

Tanta preocupación cansa y mucho, así que aprovechando que nadie está en casa me meto a la habitación de Dylan, mi hermano mayor de veintiséis años, miro con recelo el saco de boxeo, siempre he querido probarlo, he visto tantas veces a Dylan entrenando, lleno de sudor, ese mismo que sólo he presenciado cuando me da un ataque de ansiedad.

Tomo las guantillas y me las pongo en ambas manos, coloco una pierna alante flexionada y me preparo, ver a mi hermano hacerlo me da más segura dad de lo que hago, lanzo el primer golpe atinandole al saco que a penas se tamalea, la tela de cuero sintético se hunde un poco y no puedo explicar lo que siento en el primer momento que mi mano impacta contra el.

Tomo una gran bocanada de aire y lanzo el segundo golpe, esta vez más fuerte, sin miedo, un poco mas emocionada, la adrenalina es tanta que siento millones de descargas electricas recorrer todo mi cuerpo, creo que es adrenalina, al menos es lo que describen en los libros que he leido en la universidad.

Tengo la respiración agitada, sé que debería parar, no es sano para mi salud, pero no puedo, lanzo un golpe, otro, otro, otro, y cuando vuelvo a la realidad tengo el cabello pegado a la frente y al cuello, estoy agitada, tanto que no puedo ni respirar.

Trato que el aire entre a mis pulmones forzadamente y no lo consigo, el último golpe que lanzo no llega al saco, a su vez mi mano es detenida en el aire por mi hermano mayor, el perfume de almendra lo delata.

Dylan me mira con el ceño fruncido y expresión enojada, las piernas me tiemblan, siento que me desplomo pero trato de que no se note frente a mi hermano que me suelta enojado.

–¡Joder Pao! ¿Es en serio?

Me quito las guantillas y trato de arreglar el desastre de cabello que tengo en estos momentos, me seco el sudor de la frente con el dorso de la mano.

–¿No me vas a responder?

–¿Que quieres que te diga?

Me toma del brazo girandome hacia él, sus ojos azules me envuelven en un cielo cargado de furia.

–Sabes que no puedes estar practicando deportes, estás...

–Enferma. —me suelto de Su agarre bruscamente. –Ya lo sé, dejen de tratarme como si estuviera muriendo porque no es así.

–Iba a decir delicada y no, no estás muriendo pero eres mi hermana menor, me preocupo.

–Pues deja de preocuparte tanto, no soy una niña Dylan, quiero vivir y creo que ya soy lo bastante mayorcita para hacer lo que me de la gana.

Abro la puerta y antes de salir lo miro por encima del hombro.

–Ah y ahorrate el contarle el chisme a tu madre, no quiero un sermón.

Todos Los Angeles no vienen del Cielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora