II

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1918.

Mary caminaba por unos de los pasillos de su residencia con una vela en las manos, se acercó a la entrada y colgó ahí la vela. A pesar de que era vampiro y podía ver perfectamente en la oscuridad, aún ponía velas, le encantaban.

En sus manos hizo aparecer unos lirios azules y las puso en una maceta con tierra y luego les puso un poco de agua. Acarició con suma delicadeza la flor cuando escuchó que la puerta se abría, se relajó al sentir el aroma de su compañero, pero al parecer, con alguien más.

- ¡Mary! – el gritó de Carlisle la alertó.

A su velocidad se dirigió a la sala y se encontró con su pareja y con un chico de unos diecisiete años. Se llevó una mano al pecho al ver como el chico se retorcía de dolor.

- ¿Qué paso? – preguntó, preocupada.

Se acercó al muchacho que estaba acostado en el sofá y le acarició el rostro. Unos minutos después, el joven dejó de moverse y su corazón dejó de latir.

- Enfermó de gripe española – habló Carlisle – Su madre, Elizabeth, me pidió que lo salvara. Iba a morir, él no lo merecía.

La mujer se levantó y se acercó a su compañero, con una amable sonrisa acarició el rostro de su pareja. Carlisle cerró los ojos y se apoyó en la caricia que le brindaba su amada.

- Hiciste bien, cariño – le dijo con voz calmada y amable, típico de ella.

[...]

Pasaron los tres días, Carlisle y Mary estaban sentados en uno de los sofás de la sala, esperando a que el joven despertara. Escucharon un ruido en el pequeño consultorio de Carlisle por lo que, la pareja se miró.

- Iré yo – Carlisle la miró y se levantó – Espere aquí.

Mary asintió y con una sonrisa dejó que su compañero subiera las escaleras. Observó la mesita frente a ella y frunció el ceño al verla tan vacía. Con su velocidad fue a buscar un jarrón y le echó agua.

Dejó el jarrón en la mesita y luego hizo aparecer en su mano un ramo de tulipanes y luego los metió al jarrón con una sonrisa. Escuchó unos pasos por lo que, se levantó y entrelazó sus manos dejándolas en su vientre.

Vio como su esposo y el joven llegaron al final de la escalera. El chico miró a la mujer y un aire maternal sintió al verla. Tenía una sonrisa encantadora y amable. Sus ojos dorados y brillosos, dándole confianza y seguridad.

- Edward, ella es Mary, mi pareja. Mary, él es Edward – los presentó Carlisle con una sonrisa, estando atento, pero tranquilo.

- Hola, cariño – la mujer se acercó al joven y le dio un cálido abrazo.

Edward se tensó por unos segundos antes de devolverle el abrazo a la mujer que le generaba una hermosa tranquilidad.

- Bienvenido, Edward – se separó y le dio una encantadora sonrisa.

[...]

1933.

En la residencia Cullen, el ambiente estaba muy calmado. Edward tocaba el piano y Mary adornaba un muro con flores, muro que ya no le quedaba tanto espacio por la cantidad de flores que tenía.

Mary al dejar de colgar los girasoles, se dirigió a la sala en donde Edward tenía su piano. Se quedó en el marco de la puerta, viendo como el cobrizo tocaba una hermosa melodía que había compuesto para ella.

Para toda la eternidad. [Carlisle Cullen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora