{3} y pum.

9 1 0
                                    


Había una vieja oficina para guardias de doble turno en su amplio patio, lo usé para hacerme una oficina, al rededor de esta hay rejas que tiene carga eléctrica no letal, pero si te desmaya.

Aquí traigo a mis secuaces, no creo que la cárcel sea muy "segura", mande a revisar por si hay cámaras o micrófonos.

Todo está siendo controlado allá afuera por mi hombre de confianza.

Absolutamente, nadie sabe donde están Dasha y Sophie, a excepción de mis abuelas y yo por supuesto, ellas pasarán un mes con cada una de mis abuelas para que no les agarren cariño, por órdenes no deben prestarles demasiada atención, no quiero que las niñas se vean afectadas si algo les llegara a pasar a mis abuelas.

Hablo con ellas por un teléfono imposible de rastrear, además lo apago después de hablar y lo destruyo luego de una semana.

Las luces se apagan y se encienden unas pocas de emergencia.

Escucho que la reja que separa se abre y se cierra, agarró una pistola semi-automática de oro puro, mi primer arma, cortesía de mi padre.

Una ¿joven? Abre la puerta de mi oficina, luciendo terrible el cabello desparramado, su ropa desprolija y el pantalón manchado con algo de tierra y polvo.

Me pongo anteojos nocturnos, de los que usan los militares.

Apago las luces de emergencia antes de acercarme.

— ¿como entraste?

Ella se tensa.

— jodida mierda — digo al saber que puede ser una espía.

Y pum.

Se desmaya.

Cae para atrás chocando con un librero.

La dejo en un sofá-cama y me pongo a pensar.

¿Quién es? ¿Será una infiltrada? ¿Alguien duda de mi plan?
No, no.
Reflexionemos un segundo convicta no creo que sea, porque no lleva el uniforme y además se supone que ninguna convicta/o sabe que estoy aquí.

Logro calmarme y pensar tranquilamente en menos de un segundo, en el suelo hay una daga de plata, no considero que alguien que venga a matarme venga con algo así, aunque tampoco hay que subestimar a nadie.

Según mi iPad hay un motín en ambas cárceles.

Conecto mi reja a nivel máximo, letal.

Quizás ella haya querido escapar del desastre de allá afuera.

Las cámaras que manejó muestran gente corriendo por los pasillos, celdas, puertas y la cafetería.
Todo está custodiado por criminales.

Ladrones corren de los asesinos, una escena sensible para cualquiera, pero yo no soy cualquiera.

Es ampliamente interesante.

Pero algo monótono.

Me decido y agarro alcohol puro y la pasó por debajo de su nariz.

Comienza a reaccionar luego de unos minutos.

Cuando ya está totalmente consciente se aleja aterrada.

Esta chica me resulta familiar.

— Aléjate — comienza a arrastrarse con sus brazos hacia atrás y patalear con sus piernas.

— tranquilízate o te caerás — digo duramente.

Esta chica está que se muere del miedo o la impresión, está temblando.

En La Oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora