Cap. 1

284 50 3
                                    


Estaba de cuclillas sin despegar la mirada de la mancha que ya comenzaba a tornarse marrón. Mínimo cinco horas de exposición al oxígeno, pensó haciendo una leve mueca con los labios. Miró de reojo los brillantes zapatos negros que se acercaban a él pero no levantó la vista hasta que un vaso de plástico humeante y con un fuerte aroma a café cargado estuvo a milimetros de su cabeza. Con un pesado suspiro alzó una mano y tomó el vaso; fue hasta entonces que se puso de pie y alzó la mirada para ver el rostro de su compañero.

—De Luisa quiere que estemos en su oficina a las siete en punto. Parece que quiere dar carpetazo rápido a este caso, asegura que no es parte de la investigación y que se lo dejemos a la FGJ.

Lionel Messi miró al otro entrecerrando los ojos, y viendo en los ajenos lo mismo que estaba pensando él en ese momento: era una boludes.

—El hecho de que el cadáver no presentara los mismos signos que los anteriores no lo hace descartable— comentó tomando con un asentimiento el vaso de café de la mano de su compañero. A veces odiaba el hecho de haber sido asignado a este caso con Cristiano Ronaldo, pero el otro hombre era competente, igual que él, y juntos habían resuelto los casos más peliagudos en asesinos seriales. No pensaban igual, pero coincidían en sus métodos de investigación.

—Ya lo sé— sonrió con su sempiterno sarcasmo y su marcado acento portugués el más alto—. Es un lugar común que los omegas que se dedican a esto terminen muertos.

—Y es más sencillo decir que a ese chico lo mató un cliente por un desacuerdo y no seguir añadiendo cadáveres a la bolsa del asesino, sí— suspiró Lionel irritado con la vagueza de los altos mandos policiales mexicanos.

—Sabíamos en lo que nos metíamos cuando acordamos aceptar este caso, Messi. Los mexicanos intentan ponernos el pie para salir a decir que ellos son los héroes.

—No me importa no recibir el crédito, no está vez— dijo Lionel caminando a lado de su compañero para subir al auto mientras bebía un sorbo de café. Miró sin emoción a los trabajadores de limpieza que ya se preparaban para deshacerse del charco de sangre y después fingir que no habían visto nada—. Ya son siete, ocho si nos pasamos por el orto lo que diga De Luisa y contamos a éste, ¿visté? Y tres ya con nosotros en el caso.

No dijeron nada más mientras se alejaban de la escena del crimen para entrevistarse con Yon de Luisa, su superior durante su estancia en México. A Lionel le comenzaba a dar dolor de culo de solo pensar en tener que soportar al prepotente que también se vio obligado a colaborar con ellos. México tenía en su historia criminal a varios asesinos seriales, pero este caso parecía ser más complicado para las autoridades mexicanas, que en un principio salieron a decir que los asesinatos eran casos aislados. La verdad es que no les interesaba que un puñado de omegas que se prostituían estuviera siendo el centro de atención para un asesino serial. Mientras el mundo avanzaba en los derechos de los omegas, parecía que Latinoamérica no podía acoplarse a ese ritmo, o no quería dejar el tercermundismo. México no era la excepción, y bajo las varias protestas de la misma sociedad mexicana (al menos había gente que pensaba para bien), las autoridades comenzaron a tomar más en serio los "casos aislados", y entonces conectaron puntos.

Todos los asesinados habían sido descubiertos bajo los mismos patrones: omegas masculinos entre 20 y 30 años, todos con la misma profesión o sospechosos de la misma: prostitución o "acompañantes" (que todo el mundo sabían a qué se dedicaban en realidad), no importaba si estaban marcados o no, el único requisito para el asesino era simplemente que fueran del sexo masculino y con casta omega. El modus operandi también había sido el mismo: estrangulación primaria, heridas de arma blanca profundas y evisceración leve o aguda, quizás dependiendo del tiempo que se tomara el asesino para satisfacer su morbo. Y es que Leonel y Ronaldo consideraban que no había más allá que la saña y quizás un trastorno mental penetrante como la obvia psicopatía. El perfilador del caso había constatado que el sujeto era un hombre mayor de 35, casta Alfa, buena posición económica y probablemente se movía en un mundo snob, sádico, analítico y del tipo organizado motivado por emoción.

Con Nombre de GuerraWhere stories live. Discover now