Rafael suspiró y dejó pasar a los dos últimos omegas que acababan de llegar. Eran los únicos que faltaban y solamente le saludaron con una mueca. Cerró la puerta para internarse a la amplia sala donde Javier y Guillermo ya tomaban asiento sin detenerse en mirar mucho tiempo a los otros tres muchachos que ya estaban ahí.
A pesar de que la luz de la mañana ya comenzaba a filtrarse por entre la amplia ventana que daba a la calle, el ambiente era sombrío y ninguno decía nada. ¿Qué podrían decir? Estaban tristes y preocupados, con miedo e incertidumbre. Rafael se cruzó de brazos y se recargó en la pared que separaba la sala de la cocina para estar pendiente del agua que se calentaba en un olla para preparar café o té, y también echarle un ojo a cada uno de los omegas que no levantaban la cabeza. Se le hizo un nudo en la garganta al ver al pobre Álvaro con los ojos hinchados y la nariz roja de, seguramente, haber llorado un buen rato.
A ninguno se le podía ver el collar, pero Rafael sabía que todos lo tenían puesto. El aroma a tristeza podría ponerlos en una peor situación si se desataba. Se fijó entonces en Guillermo, el joven omega de rizos se había sentado hasta la orilla del sofá más grande, como si no quisiera estar tan cerca de los demás; se estaba abrazando a sí mismo y Rafa supo que no era por el frío. Y de pronto un sentimiento de culpabilidad le causó un malestar en el estómago. Él mismo, Rafael, había enviado a Memo, Álvaro y Henry al mismo cuadrante la noche anterior. Tal vez Memo estaba asustado porque pudo haber sido él en lugar de Henry y... Dios, se le aguaron los ojos cuando pensó en él y su enorme sonrisa que debería estar brillando en este momento junto a la de los demás. Pero no. Henry se había ido y de una forma espantosa.
Para no largarse a llorar decidió preparar una bandeja con tazas, pero justo cuando se encaminaba a la cocina, el ruido de un auto estacionándose fuera de la casa le instó a ponerse alerta, seguramente ya llegaba Miguel.
Los chicos al fin alzaron la cabeza y se miraron unos a otros. Fue Hirving el que se levantó para ver por la ventana y frunció el ceño.
—¿Es Miguel?— preguntó Rafael acercándose ya a la puerta.
—Sí, pero no mames, viene con dos weyes bien fifis— respondió Hirving tragando saliva.
Todos volvieron a mirarse unos a otros y Guillermo se levantó a ver por la orilla de la cortina. El color se le fue de la cara y pareció que de pronto comenzó a temblar. Rafael fue el único que pareció darse cuenta de ello.
La puerta principal se abrió revelando a Miguel con cara de fastidio, los miró a todos por unos segundos y luego dejó pasar a los dos hombres que lo acompañaban.
—Siéntense— fue lo primero que dijo dirigiéndose a los omegas. Y todos obedecieron, menos Memo que se pegó a la pared junto a la ventana y volvió a cruzarse de brazos como protegiéndose.
Rafael conocía esa postura en Guillermo, claro que sí, y se dijo que tendría que mantener un ojo en él mientras esos dos alfas (no necesitaba de mucho para descubrir castas) estuvieran en la casa.
—Ellos son investigadores— señaló Herrera a los otros dos—. Están aquí porque quieren hablar con ustedes—. Entonces miró a Rafael—. Rafa, ¿puedes traernos café a todos?
—¡Yo lo hago!— se apresuró a exclamar Memo, y no le dio tiempo a nadie de refutar, porque enseguida voló a la cocina.
Rafa lo siguió mientras Miguel rodaba los ojos e invitaba a los agentes a sentarse en la sala.
En la cocina, Rafael ayudó a Memo a bajar las tazas y los frascos de café y azúcar, así como bolsitas de té.
—¿Por qué estás tan nervioso?— preguntó en voz baja al percatarse de las manos temblorosas del omega.
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Con Nombre de Guerra
FanfictionGuillermo Ochoa es un Omega al que la vida no lo ha tratado del todo bien debido a su casta, por lo que tiene que trabajar noche y día no solo para salir adelante él, sino para darle lo mejor que pueda a su cachorro. Una noche cambiará su vida para...