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Abrí lentamente mis ojos al sentir una de mis mejillas húmedas, pero ya sabía de que se trataba

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Abrí lentamente mis ojos al sentir una de mis mejillas húmedas, pero ya sabía de que se trataba.

Hela estaba de pie, justo frente de mi, con su lengua afuera, y observándome fijamente.

—Malvada —siseé, solo para sentarme en la cama y observarla.

Ya me había acostumbrado a que Hela me despertara, lamiendo mi rostro pero hay ocasiones que solía ser  incómodo y  tanto asqueroso.

Observe el pequeño reloj, que estaba encima de un par de cajas, notando la hora.

«6: 45 am ¡Rayos!»

De golpe, me puse de pie, y comencé a correr por toda mi habitación buscando mi ropa para así correr hacia el baño.

Solo a mi se me ocurría llegar tarde mi primer día de clases. No me bastaba estar un mes atrasada, sino, también, llegar tarde mi primer día.

—Eres genial, Elaïa —me dije a sí misma, mientras me peinaba.

Entre correr al baño y este, a mi habitación, solo podía ver a Hela parada en el pasillo observándome fijamente.

En este punto, solo agradecía que ella me hubiera despertado, porque lo más seguro, que no fuera a la escuela, y pues, no estoy para darme ese lujo.

No podía estar dándome el lujo de llegar tarde a la escuela o no ir, ya que me es mejor estar allá, toda la mañana y poco del mediodía, que estar en mi casa sola, encerrada y aburrida junto a Hela.

—¡Hela! —grite desde la cocina tomando una manzana del refrigerador, para darle un mordisco. —. Ven, y come —coloque la taza de Hela en suelo, para desayunará y, también, una taza de agua. —. Volveré luego.

Con mi mochila terciada en mi hombro, corrí hacia la entrada sin antes tomar la pequeña nota que había dejado mi madre sobre la mesita ratona.

No tenía mucho tiempo, así que la leí rápido, sino antes de llevarme nuevamente una decepción de mis padres.

Esa pequeña nota, me había arruinado el humor.

«¿Por qué nunca están para mi?»

Quería pensar que en algún momento dejaría a un lado su trabajo y estaría cinco minutos para mi, pero no era sí y debía aceptarlo.

Como siempre la nota decía que mi madre llegaría tarde del trabajo así que no la esperara y que mi padre no volvería de aquel viaje de negocios porque no se había podido cerrar el trato. Pero al menos, aun esperaba poder almorzar con mi madre.

Siempre su trabajo es mucho más importante que yo, y aunque me he quejado de eso, nunca ha cambiado eso.

—Que fastidio mi vida —cruce la calle, sin ánimos.

—Que fastidio mi vida —cruce la calle, sin ánimos

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ElaïaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora