La dama

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El gran péndulo iba de un lado a otro emitiendo ese escalofriante sonido, cuando la manecilla de mayor tamaño marco el ángulo de los noventa grados y la mas diminuta el número cuatro el reloj de madera comenzó a sonar retumbando en los oídos de los presentes.

_Así que... Un músico ¿dime cuántos años tienes niño?

_Que osadía el decirlo con ese tono de voz, me diste la impresión de ser alguien con modales, o por lo menos una persona paciente. Mi nombre es Santiago por si se te ah olvidado preguntar, en cuanto a mi edad, puedo verme joven pero soy alguien mayor – coloco énfasis en cada una de las palabras que para el eran más importantes – treinta, treinta años. A cómo eh podido notar tu posiblemente no rebases mi edad por más de una década. Tu saco beige me intriga, quiero decir, es normal ver personas con ese tipo de vestimenta, aun eres joven pero... – realizo una pequeña pausa de no más de tres segundos – creo que usas mas la indumentaria en negro y debe sentarte mejor.

La calma había desaparecido con la llegada del violinista, un pequeño debate se había formado en la habitación donde ahora se liaba una pequeña batalla. Un enfrentamiento entre el hombre que asemejaba superioridad y su contra parte que simplemente respondía a las fichas movidas de forma implacable.

_Debo admitir que eres bastante perspicaz, pero como ya as mencionado me sienta mejor el negro. Mi nombre es James, trabajo como abogado en uno de los mejores bufetes en California, no as fallado, mi edad no sobrepasa los cuarenta, el hecho es que solo eres seis años menor que yo, no te creas mejor que todos los aquí presentes, del anciano y la mujer no podría decirte nada aunque del vagabundo sería mejor cuidarse.

_Prefiero atenerme a las fichas movidas por la dama – dijo bajando su instrumento y colocándolo a un costado del sofá, miro de reojo a la susodicha, sería una injusticia negar su belleza pues aquella moza podría tener a quien quisiera cuando lo deseara, era digna de la manzana por la que tanto pelearon Afrodita, Hera y Atenea, prosiguió con sus palabras dejando de observar a ese afeminado pecado – el sexo femenino es más que experto en el arte de la mentira y las facciones, yo siempre eh admirado a la mujer, en mi caso podría decirse que son una de mis debilidades pero suelo sobrellevarlas, además de bellas también son inteligentes – camino hacia la dama tomando con delicadeza su mano depositando un beso – tengo curiosidad ...¿Podría presentarse?.

Se levanto de su asiento no muy lejos de la criatura. Observo de manera rápida a la liebre que se mantenía a distancia de todos. Las personas guardan secretos, ya sean estos obscuros en su mayoría o simplemente reprimidos en el fondo de su alma, mienten, mienten intentando guardarlos de la forma más egoísta posible y si ese es el motivo de su felicidad no dudaran en matar por ellos.

_Mi nombre es Dalia, al contrario de ustedes eh venido desde muy lejos – un gesto de picardía invadió su imagen de repente –España para ser exactos, siempre eh admirado a W.N, no por sus noticias si no por sus entretenidos crucigramas, en cuanto a mi edad tengo treinta y tres años.

_ ¿Es tu hijo? – Pregunto James – no crees que es un poco descuidado de tu parte, sostengo que este no es lugar para un niño.

_ No es para nada descuidado, hace unos minutos que dejo de respirar.

_Ya imaginaba yo que era muy obediente, incluso si lo exhibieras como tu propia mascota de circo no me sorprendería – declaro con burla el que hace unos instantes beso su tersa piel –al menos debiste comprar una correa, tal vez algo como eso podría llegar a fascinarme.

Cuando tuvo la certeza de que alguien la miraba con furia no intento dar al pasado sus palabras, alguna vez lo hizo pero desde aquel día aprendió a enfrentar todo lo que salía de sus carnosos labios, no era un ser de verbo, era un individuo de engaño y prejuicios. Pudo escuchar como el vagabundo detrás de si apretaba con fuerza los puños, no lo soportaba, alzo su brazo tomando impulso, el anciano y James quedaron perplejos ante lo que ocurriría, Santiago por otro lado reía internamente.

El eco de impacto contra su mejilla rondaba despiadado golpeteando una y otra vez las paredes en color obscuro. Lo miro indiferente, en ningún momento intento justificar la muerte de su vástago, su pómulo estaba rojo e hinchado aunque no parecía sentir dolor.

_ ¿QUIEN TE CREES QUE ERES PARA JUGAR CON LA VIDA DE UN SER INFERIOR A TI?

_Su madre ¿Tienes algún problema con eso? – No hubo cambio alguno en su rostro – mejor dime ¿Quién te crees tú para juzgar las acciones de los demás? Solo eres otro del montón cegado por la terrible ética, permíteme anunciarte que en este plano de lo existencial lo correcto no siempre será el bien, invariablemente será necesario ofrecer un sacrificio para salvarte de tu locura.

Una vez más la golpearía.

Se mantuvo firme, esperando tenaz el golpe que en poco tiempo le seria proporcionado. En el momento preciso fue detenido por las grandes manos del conejo que lo contemplaban con esos orbes siniestros.

_Usted es un caballero, le pido un favor. Compórtese como tal.

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