Capítulo único.

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Los grandes cuatro primates celestiales, todos con diferentes habilidades, pero resaltando sobre todo Sun Wukong, el mono de piedra, alguien que hizo que su nombre fuese conocido por todo el reino celestial y el reino mortal.

Aquel mono de ojos dorados era audaz, siempre metiéndose en problemas, pero era poderoso, y nunca iba solo.

El primero que se unió en su viaje fue Macaque, antes de que consiguiera el título de rey, Macaque lo conocía solo por ser otro mono, y, aun así, siempre estuvo a su lado. Había un problema, al menos así fue para Macaque, quien siempre se ocultaba detrás de un glamour, escondiendo su pelaje albino y las seis hermosas orejas que eran como lotos.

Pero el rey decía que amaba como se veía Macaque, lo amaba, su pelaje, sus orejas, su voz. No era un secreto que el rey tenía una conexión especial con su guerrero, aquel que le siguió a todos lados. Luego, se unieron sus demás hermanos, pero Macaque comenzó a usar su glamour desde entonces, nunca mostrándose realmente, ese era un privilegio solo para Wukong.

Nunca hubo una declaración de amor, pero no era necesario ser tan inteligentes como para saber que había algo entre ambos monos, al menos por parte de Macaque, quien siempre terminaba viendo con una gran sonrisa al rey, siempre observándolo cuando pensaba que nadie le veía.

Wukong era la fuerza, y Macaque, a su lado, era la voz de la razón, quien siempre trataba de guiar a su hermoso sol. En especial porque el macaco de seis orejas podía oírlo, sabía lo que vendría, su cabeza era un caos por oír tantas cosas a la vez. Pero Wukong... Wukong siempre lo abrazaba y lo consolaba hasta dormir, para que pudiese conciliar el sueño.

Si, Macaque amaba a Sun Wukong, lo amaba tanto, no podía evitar amarlo cuando él era tan brillante, cuando era el único que no le veía mal ni le llamaba raro. Por eso la principal misión de Macaque era protegerlo.

Macaque recordaba aquel día, una charla que tuvo con su rey, una charla que necesitaba tener para evitar sentirse angustiado

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Macaque recordaba aquel día, una charla que tuvo con su rey, una charla que necesitaba tener para evitar sentirse angustiado.

—Peaches. — El macaco entro a la habitación del rey, se veía realmente ansioso, jugando con sus propias manos y su cola casi arrastrándose por el suelo.

—¿Macaque? —El rey estaba sentado en su nido, podía tener un palacio, pero no es como si tendría una gran cama. —¿Qué sucede? —

—Quería hablar contigo, yo... No puedo dormir. —

Wukong sonrió dulcemente, esa sonrisa que Macaque amaba tanto, aquella que brillaba tanto, por eso es que se enamoró de su rey. Wukong era comprensivo, fuera del hecho de que era un tonto... El mono de piedra tenía un buen corazón.

—¿Otra vez por los sonidos? Ven. — La voz del rey era suave, siempre la mantenía suave en lugares donde solo eran ellos dos, porque sabía lo sensible que eran las orejas del macaco.

La luna se acercó al nido del rey, sentándose a su lado, ganándose una caricia en su mejilla, un gesto que hacia el rey cuando deseaba verlo de verdad. Macaque se quitó su glamour, presentándose en su forma real frente a su rey.

Desafiando el destino [Shadowpeach/One-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora