Con derecho a réplica

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El juicio por el "crimen del siglo", como lo habían bautizado los titulares, estaba llegando a su fin.


Observé al reluciente fiscal. Manejaba el sumario como un crupier la baraja: Con milimétrica habilidad. Demostró el móvil, la oportunidad, y por las huellas digitales en el arma "homicida", mi autoría. Su "carta" maestra conmovió al jurado: Fotos de las brutales "heridas" infligidas a la "víctima". Toda su terminología fue aceptada por el juez pese a las protestas de mi defensor. La irrefutable lógica con que envolvió su discurso elevó la causa de delito contra la propiedad a crimen pasional, pasando yo de delincuente común a asesino.


Finalizó su alegato abrazando a mí ahora exmujer, que lloraba a moco tendido por su amante muerto. Sus inertes ojos horadaron mi alma y esbozó una sonrisa maquiavélica. La misma sonrisa que conservó aquel otro maldito androide mientras yo descargaba hachazos en su metálico cuerpo.

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