El poblado

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El gran monstruo se abalanzaba sobre Keral y los suyos, tenía un aspecto canino, era de color verde con rayas naranjas en la espalda, babeaba sin cesar por su enorme boca repleta de afilados colmillos, mientras miraba a sus futuras presas con unos ojos rasgados aterradores y rasgaba el suelo con sus garras afiladísimas.


-¿Qué hacemos?-preguntó Cobb, aterrado.


-Defendernos-dijo Keral, mientras se preparaba para el ataque de la bestia.


Todos los soldados se pusieron en formación, creando una barrera de escudos y lanzas, pero todos sabían que aquello no podría parar al animal.


La bestia los miró con odio, y se preparó para arremeter, pero de repente dejó escapar un aullido y cayó al suelo.


-¿Qué ha pasado?-se extrañó Layra.


-Yo he sido.


Todos miraron hacia donde procedía la voz, una elfa cayó de las ramas y se presentó a los estupefactos soldados.


-Mi nombre es Kirha, soy cazadora y vivo en una aldea nativa, a menos de cien metros de aquí.-dijo la elfa.


Todos miraron sorprendidos a la criatura, era alta, rubia, con unos preciosos ojos verdes, vestía una armadura ligera plateada y empuñaba un arco, arma que los elfos dominaban perfectamente, de la cintura se sujetaba una vaina, que debía contener un Kathan, los Kathan son sables de hierro o plata muy finos, con una habilidad de corte y una precisión increíbles, también son muy difíciles de manejar, ya que son muy agiles y se mueven con mucha rapidez.


-Os guiaré a mi pueblo, tenéis suerte de que seamos hospitalarios.-Y acto seguido, la elfa empezó a caminar.


Los cincuenta soldados eran lentos, y la elfa se movía por los árboles con sorprendente ligereza, pero al fin consiguieron llegar a la aldea.


La aldea era muy primitiva, básicamente eran un conjunto de cabañas de madera y tiendas de campaña fabricadas con pieles de diversos animales, la gente de allí paseaba ignorándolos o se quedaban a verlos, sorprendidos por los soldados pues, seguramente, nunca deberían haber visto un humano en su vida.


-Estos elfos son diferentes,-comentó Cobb-no se parecen en nada a los de Lombott.


-Tienes razón,-dijo Keral-parecen como si nunca hubieran pisado la civilización.


Llegaron a una gran cueva, en la que habían tallado un sorprendente castillo, se adentraron en su interior, y descubrieron un sinfín de pinturas que recorrían las paredes, pero que parecían desgastadas por el tiempo.


-Estas pinturas-dijo Keral acariciando la rocosa pared.-las he visto en otro lugar.


-¡En la corte!-exclamó Cobb, como si le hubiese leído el pensamiento.- ¡Son de antes de la gran guerra!, !Son ruinas!


-Pero no puede ser-intervino por primera vez Layla-¿Cuánto tiempo llevan aquí?


-Más del que podéis imaginaros.-una voz femenina se abrió paso en la conversación.


Era otra elfa, pero esta vez sí tenía marcados los signos de la edad, no como su guía, que aparentaba tener diecinueve. Vestía un vestido azul, con mangas largas, en su cabeza reposaba una diadema de cristal, y de sus alargadas orejas colgaban unos pendientes dorados, que en la cultura élfica significaba un alto rango de nobleza.


-Soy la reina de esta aldea, me llaman Shollher-Hana-Kira, que significa la Justicia del bosque, en élfico, pero mi verdadero nombre es Elhen.


-Es un honor, Elhen.-dijo Keral, besándole su blanca mano.


Acto seguido todos los demás soldados siguieron el mismo ritual que Keral, cuando acabaron la líder elfa se interesó en saber que hacían aquí y de donde venían.


-Somos soldados del reino de Lombott, situado más allá de las fronteras del sur, estamos en esta tierra llevando a cabo una exploración, ya que hasta ahora se desconocen estas tierras, nuestro propósito es reconocer todo este lugar y volver, con el fin de saber más de esta tierra.-le aclaró Keral.


-No llegareis tan lejos solos, nosotros vivimos aquí desde hace mucho tiempo, sobrevivimos a la gran guerra y desde entonces vivimos aquí-le dijo Elhen.-si te soy sincera, ya conocíamos la existencia de ese reino, gracias a otros viajeros que llegaron y, empeñados en ir solos, murieron. Pero a nosotros no nos interesa ese reino, por más que su líder sea una elfa, hace ya mucho que la selva es nuestro hogar.


Keral estaba impresionado, este grupo de elfos nativos habían sobrevivido a la guerra y llevaban desde entonces sobreviviendo en este lugar.


-Y, perdone señora, pero, ¿existen más como ustedes?-preguntó Cobb.


-La verdad es que sí, humano, hay tres aldeas como la nuestra, pero en ellas no seríais bien bienvenidos y seguramente os matarían, están demasiado ocupados en una guerra absurda por la comida y el territorio.-dijo la reina elfa.


Después de aquello, Keral aceptó la oferta de Elhen y durmieron en los pasillos, ya que no había suficiente espacio, y, aunque el suelo era frio e incómodo, lograron conciliar el sueño.


El viaje fue duro y cansado, atravesaron pequeños montes cubiertos de hierba, lagos repletos de barro e incluso se enfrentaron con más de un animal que les planto cara, pero al fin lo consiguieron, y llegaron al límite de la selva.


Keral miró hacia el horizonte con una nota de desesperación en su rostro, hacía tiempo que habían dejado el bosque atrás, solo para encontrarse con un inmenso y desesperante desierto, que daba la sensación de no acabarse nunca.


-Nos tenemos que volver, aquí acaba nuestra guía.-dijo uno de los guías elfos, mientras se daba la vuelta.


-Pero no podemos cruzar solos este lugar, ¡moriremos!-exclamo Keral, desesperados.


-Lo siento, pero no podemos hacer nada.-dijeron a coro las voces de los ya alejados guías elfos, que se adentraban cada vez más y más en la jungla.


Y ante los ojos de los cincuenta soldados un inmenso mar de arena, que junto a un sol que abrasaba sus cabezas y les hacia soltar hasta la más mínima gota de esperanza, parecía la muerte en persona.


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⏰ Última actualización: May 21, 2015 ⏰

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