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2018

- ¡¡Hija ya son las seis!!

El padre de Camila, Marcelo, la llamó desde la cocina mientras sacaba la pava del fuego.

Él estaba un poco nervioso de que su hija llegara tarde en su primer día en un nuevo trabajo. Sabía que ella no era una persona madrugadora por naturaleza, no porque se levantara de mal humor, si no, era que solía dormir profundamente.

Por suerte, una Camila media dormida salió de su habitación para pasar directo al baño.

Al mirarse en el tocador, suspiró y se puso manos a la obra, se quería ver lo más presentable posible. Era un día importante, quería hacer una buena primera impresión y que la misma perdurara en el tiempo en la AFA, su nuevo lugar de trabajo.

Casi ni desayunó de los nervios que tenía y antes de tomarse el colectivo, saludó a su hermanita que seguía durmiendo y a su padre que no paraba de darle indicaciones de quién tenía que ver, cómo presentarse. Ella sólo se reía y le decía que se quedará tranquilo, parecía que él estaba más nervioso que ella.

Sin embargo, sabía cuan importante era para él que no les faltara nada a sus hijas y por ende, cómo trataba de ayudar en cada aspecto de sus vidas lo más posible.

El viaje se le hizo corto, mirando el paisaje y al celular al mismo tiempo para tratar de memorizar dónde quedaba la parada y así, no usar el "maps".

Marito fue quien la esperó en la entrada del predio, lo vio conversando con el guardia dentro garita.

- ¡Camilita querida! - dijo efusivamente mientras se acercó con brazos abiertos a recibirla - Mira, te acompaño hasta la oficina de recursos humanos, te están esperando.

Entró a la oficina y ahí sus nervios aumentaron. Fue recibida por la psicóloga de la oficina y mientras ella le decía que su currículum les había llamado la atención, que estaban contentos de tenerla mientras ella aplanaba su pantalón de vestir con sus manos sudorosas.

Con Marito fueron al sector de utilería, lugar donde trabajaría con él de ahí en más. Él le mostró el lugar, le explicó un poco el trabajo para no abrumarla de golpe, comentándole que aprendería más en la práctica.

Le dio espacio para que se acomodara y su nuevo uniforme también, el típico conjunto deportivo oscuro con el escudo de la AFA.

— Cami, me voy a entregar unas cosas que me pidieron, vos ponerte cómoda tranqui que yo ya vuelvo.

Dejó sus cosas en un casillero que Marito le cedió y puso agua caliente para tomar unos mates ya que no había desayunado casi nada y el hambre le estaba pasando factura. Al cebar el primer mate, su celular recibió una notificación, era un mensaje del utilero, un audio más específicamente.

— ¿Podes creer que me olvidé una campera que me pidieron? ¿La podrías llevar vos?

Aceptó con dudas porque no conocía bien todo el lugar.

Tenés que ir al primer piso, pasillo izquierdo, la única oficina que hay.

Siguió las indicaciones, y con la campera azul oscuro en un brazo se encaminó.

Los pasillos estaban medios deshabitados y al llegar a dónde utilero le había dicho, tocó la puerta dos veces. Se escuchó un "Pase" del otro ladoacompañado del ruido de un cajón cerrado con fuerza. Camila dedujo que no era el mejor momento pero no podía no hacer la primera cosa que le habían pedido. Entonces, respirando profundamente, adornó su cara con una sonrisa  y abrió la puerta.

— Permiso, buenos días...

No hubo respuesta de aquel hombre pelinegro el cual leía un papel que sostenía con ambas manos.
Pese a este pronóstico, ella continúo hablando.

— Me presento, me llamo Camila, la nueva compañera de Marito, vengo de parte de él a entregarle la campera que había pedido.

Recién cuando terminó de hablar él se dignó a levantar la vista del papel para observarla. La chica captó el ceño fruncido que él tenía, el cual le daba aspecto de no tener el mejor de los días.

— Ah...Bueno, sí, deja la campera en alguna silla.

No era que pedía mucho, pero a Camila le hubiera gustado un "gracias" o un "mucho gusto" de parte del pelinegro al menos pero nada, total y pura indiferencia. Sin más, trato de no darle importancia y se fue, no sin antes despedirse, porque una cosa que nunca podía faltar era el respeto, aún que de la otra parte no se reciba la misma respuesta. Esa era una de las tantas cosas que le habían inculcado sus padres.

Mientras volvía al depósito pensaba en aquel desconocido. No le había caído muy bien, ni se presentó pero a su vez, recordó que su escritorio estaba lleno de papeles. Intentó ser empática y se respondió que tal vez estaba tapado de trabajo, y ese podría ser el motivo de su actitud. Contradictoriamente, se preguntó por qué le daba tantas vueltas a un encuentro que tuvo con un completo desconocido "ni que fuera tan importante" se dijo.


Solamente Pasó (Lionel Scaloni)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora