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Empujó el carrito mientras dejaba caer la mayoría de su peso sobre el mismo, soltando un suspiro de cansancio. Había pasado por la farmacia, la papelería, la mueblería y ahora llevaba media hora en el supermercado; las agujas del reloj en su muñeca casi marcaban las seis de la tarde. Estaba decidido a marcharse, ansiaba llegar a su casa para darse una ducha y encerrarse en su habitación a mirar alguna película o leer un libro.

Pero dió una última pasada por la góndola con productos de bazar y sus ojos brillaron por las copas de vidrio azules. Él no solo las quería, en verdad las necesitaba en su su casa. Lástima, que segundos después de hacer el intento de ponerse en puntas de pié, cayó en cuenta de que a penas podía tocar la caja con los dedos.

—Oh, pobre cosita fea—se rió con sorna alguien a sus espaldas, asustando al peli-castaño—, ¿quieres que te ayude a bajar esto?

—Claro que no, yo puedo solo—puso los ojos en blanco, estirándose nuevamente sobre sus propios pies.

Sí, podía tocar la caja, pero era consciente de que jamás iba a levantarla en la posición incómoda en la que estaba. Jungkook era unos centímetros más alto y más fuerte, mucho más fuerte y alto.

Y por eso también, Jeon se cruzó de brazos, con la mirada y la expresión burlona.

—¿Muy seguro?

—¡Qué molesto eres!—se rindió, bajando los brazos—. Hazlo tú, po-por favor.

Jungkook sonrió, y en menos de un minuto ya caminaba hacia el carrito metálico con la caja de copas.

—Gr-gracias.

—Uhm... A ver, a ver... ¿Qué estás comprando?

—¡No te importa!—lo empujó por los hombros, pero el mayor ni sé inmutó.

—Víveres, cosas de higiene, las copas que acabo de bajar... ¿Cuatro cajas de chocolates diferentes? ¡¿Y también llevas un oso de peluche?!

Jeon comenzó a carcajearse. Las mejillas del menor se encendieron con un rojo carmín, pero no solo de la vergüenza pues el cólera estaba apoderándose de su ser; apretó los puños a los costados de su cuerpo y quiso gritarle, pero en vez de ello, solo lloró como el maricón que su madre le dijo que era alguna vez.

—Hey, Tae, no te pongas así—abandonó su semblante tosco y burlón, por uno que lo hacía lucir como si... como si en verdad estuviera arrepentido, e hizo a Taehyung pensar para sus adentros que era un estúpido bipolar—, solo soy un idiota más. Y el opinión de nosotros no cuenta. Algún día llegará la persona indicada para tí, y será muy afortunada de presumirte en San Valentín.

Intentó poner una mano en su mejilla, pero el menor con un manotazo lo apartó.

—Ya déjame en paz—pasó las manos por su rostro, secando las lágrimas, y terminó tirando de sus propios cabellos con frustración—. ¿No tienes nada mejor que hacer, Jeon? ¿Pelearte con alguien?—instintivamente observó su rostro, antes no había notado su labio lastimado, pero no le prestó más atención que esa y regresó a mirarle a los ojos—, no sé, solo... Vete al infierno por donde has venido.

Taehyung giró sobre sus pies para escapar de la mirada de esos ojos oscuros, y empujó su carrito con prisa hacia las cajas para pagar y finalmente poder irse a casa. Se secó un poco los ojos, para disimular, y le sonrió a la cajera como si nada pasara. Cómo si no se sientiera un ser inservible que compraba chocolates para ahogarse el día de los enamorados y no pensar en que quizá jamás encontraría el amor.

—¡Gracias por su compra, que tenga un bonito San Valentín!

—¡Igualmente!

Se dedicaron sonrisas llenas de la hipocresía que caracteriza al ser humano, y Kim salió finalmente al estacionamiento con un bolso lleno de mercadería -junto con el oso de peluche- y una caja en el otro brazo.

V-alentine's day (KOOKTAE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora