𝐓𝐡𝐞 𝐟𝐢𝐫𝐬𝐭 𝐝𝐚𝐲

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Una cabellera negra se asomaba entre las sábanas blancas y frías, en una habitación con las mismas características, se suponía que ese color debía transmitir esperanza y paz pero la verdad es que se veía sin vida para él.

Daniel Blue estaba envuelto entre las sábanas, pero a pesar de eso sentía que se moría de frío, un frío que le calaba hasta los huesos; su mente no dejaba de dar vueltas pues no quería salir de ese lugar que por el momento consideraba como el más seguro, porque sabía que lo obligarían a comer.

Había pasado un día desde que llegó al lugar tan particular, claro que él sabía dónde estaba, incluso si sus padres no le hubieran dicho a dónde lo llevarían se daría cuenta.

El día anterior había terminado sedado después de luchar con todas sus fuerzas para salir de ahí y después para no tener siquiera que ver la comida, sin importar que todo lo que había ingerido era una gelatina de limón que le había tomado más de una hora en comer.

—Joder, no pude deshacerme de todo lo que comí —murmuro mientras apretaba con fuerza la frazada que lo cubría—. ¡Genial, Daniel vas a estar más gordo! —gritó desesperado.

En medio de su ansiedad se levantó de la cama y comenzó a dar vueltas por toda la habitación. No quería estar ahí y lo peor de todo es que no sabía cuánto tiempo le tomaría salir de ese lugar, sin embargo, eso no era lo peor, lo jodidamente peor era que tenía una presentación al día siguiente.

En su mente sólo existía un pensamiento, y eso era que debía salir de ahí a cómo dé lugar, pero sabía que no se lo permitirían, en ese momento sus pensamientos fueron interrumpidos cuando tocaron la puerta y él tuvo ganas de saltar por la ventana, el único problema era que estaban muy arriba y eran demasiado pequeñas cómo para caber por ahí.

Entró una enfermera a la habitación y Daniel la retó con la mirada.

—Es hora de desayunar, Dan— La enfermera le sonrió.

—No me llames así, tú no puedes llamarme así —gruñó el pelinegro.

—Bien, Daniel, ¿Está bien si te digo así? —preguntó la enfermera en un intento por calmarlo.

—Como sea —respondió encogiéndose de hombros—. No voy a ir a desayunar, no tengo hambre.

—Tienes que desayunar, Daniel, es por tu bien.

—Mi bien —repitió sonriendo con sorna— ¿tú qué sabes qué es lo que me hace bien?, mejor vete de aquí.

—Mira, Daniel, es mejor que cooperes, si no sales y comes por tu cuenta sabes que de todas formas lo tendrás que hacer. —La enfermera lo miró seria.

Él lo sabía, sabía que terminarían obligándolo, así que si le convenía salir por su propio pie y comer, después se escaparía al baño para deshacerse de todo.

—De acuerdo, voy a comer.

Así fue cómo salió de su habitación seguido por la enfermera.

La verdad es que la comida le daba asco, sólo el pensar cuántas calorías eran y que todo lo que comiera lo haría subir de peso, con sólo pensar eso le daban ganas de salir al baño corriendo y regurgitar lo que tuviera.

Aunque claramente no tenía nada el estómago, pero también sabía que si comía después no podría detenerse, porque ya le había ocurrido, pasaba de no comer nada a comer todo aquello que se le pusiera enfrente.

Camino hasta el comedor donde había algunas personas, entre ellos jóvenes, ancianos, mujeres, pero en realidad había de todo pero predominaban los jóvenes, tanto hombres cómo mujeres.

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⏰ Última actualización: Feb 05, 2023 ⏰

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𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐘𝐎𝐔𝐑𝐒𝐄𝐋𝐅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora