Capítulo ocho: Tatuaje dorado

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Corría, corría sin descanso porque era la manera en la que se sentía su alma atormentada. De alguna forma tenía miedo, había algo tan inconmensurable en su interior que le decía que necesitaba estar con el.
Entiendo ahora de una forma inimaginable el como sus papás siempre le hablaban sobre el como podías sentir a tu destinado así fuera al otro lado del continente.
Por sus venas sentía correr aquel pulso, podía escuchar la respiración tranquila, y cada kilómetro que avanzaba podía sentirse más cerca. Por mucho que quisiera parar, que una parte de el no quisiera aquello, no podía hacerlo.

Proteger, proteger, debemos de protegerlo. Necesita nuestro aroma para despertar, así que corre más rápido.

Su lobo no ayudaba en demasía, solo le hacía sentir mucho más ansioso ante toda la situación.
Yeonjun siempre creyó que la primera vez que pudiera despertar y sabes quién era su alma gemela, sería el hombre más feliz del mundo, todo sería como en una película romántica. Estaría despertando y mirando aquel rostro que antes no tenía nombre, se llenaría de su olor mientras le abrazaba y le daba pequeños besos, se sentiría tan completo como jamás creyó.

Ahora, ahora solo sentía que cada paso que daba le faltaba el aire, cómo la desesperación se apoderaba más y más al no poderse encontrar frente al chico se cabellos rojizos. No podía pensar en nada más allá de eso. Ni en el malestar de su cuerpo, y ni en su muñeca ardiendo fuertemente. Sentía que iba a desfallecer el suelo en algún momento.

Fue cuando un fuerte ruido le puso alerta, mirando hacia su lado, parado justo frente a el, a mitad de la calle, había un auto rojo. —Subete mocoso— aquella voz rasposa. Ojos profundos, cabello castaño, y sonrisa burlona.

¡Era el jodido vagabundo del otro día! Esto debía ser una broma.

No, déjame. Necesito ir con él— uso nuevamente su voz de alfa, sin saber que más hacer, tratando de tomar un poco de aire antes de comenzar a correr.

—No eres muy listo eh— se comenzó a reír en su cara y si el rubio no estuviera tan ansioso, probablemente se hubiera enfadado abismalmente. —Te había explicado ya que eso no funciona conmigo. No tienes mucho control ahora de ti mismo. El despertar de tu alfa no te permite ser completamente consiente, la clara prueba de ello es que pudiste tomar un taxi o alguna mierda así, pero no, decidiste irte corriendo—abrió la puerta del copiloto a su lado.— Así que me ví en la obligación de venir. Súbete al auto imbécil, no eres alguien con quién lidear fácilmente.

Aún con fastidio, se negó, se negaba rotundamente a ceder.

Nos necesita. Él nos necesita, si seguimos a pie tardaremos más. Súbete ya. No me interesa nada más.

Su estúpido alfa interior era un caprichoso, ya le comenzaba a dar asco.

—Vas a llegar más rápido. Ahora, muévete niño—

Yeonjun, aún con ganas de llorar, por primera vez en su vida cedió y se metió al auto.

Yeonjun, aún con ganas de llorar, por primera vez en su vida cedió y se metió al auto

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