Una opinión impopular.

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Si decía que se encontraba bien, estaría mintiendo, en definitiva. Eren parecía haberse convertido en un completo adicto al trabajo, y Levi sabía que él era la causa. Ahora sus mimos eran lentos y cansados. Y dormía mucho más. No le gustaba pensar que, en algún momento, Eren dejase de tratarlo como lo hacía, o que dejara de hablarle como le hablaba. Tan enamorado y cariñoso como siempre.

Ahí, mientras caminaba por las calles de aquella lujosa colonia, respiró profundo. Porque aunque tenía enfrentar su pasado, y todas aquellas mierdas que la mayoría de las personas debía enfrentar, tenía miedo. Miedo de que su tío le lanzara la pedrada del rechazo, o que cortara los lazos con él para siempre.

Pero tenía mucho más miedo de perder al castaño.

Porque eso significaría romper su propio corazón en mil trozos por una situación tan estúpida como lo era un viejo perdido. Y debían creerle, que no estaba dispuesto a ceder por eso. Entonces... Aún pareciendo un cordero recién nacido, tocaría la puerta de la casa de Kenny... y escucharía aquella opinión, tan esperada como indeseada...

Tras varios minutos de caminar tembloroso, llegó al fin a una calle específica. En donde relucía un casón lóbrego y moderno, y en donde se asomaba el viejo cascarrabias, fumando uno de aquellos cigarrillos que el señor Grisha también amaba. Y le veía directamente. Como si supiese que aquel momento llegaría en aquel preciso instante.

Sintiendo la falta de aire en sus pulmones, pensó seriamente en echarle alguna mentira inocente, diciendo que sólo había olvidado llevarse alguna de sus sucias cosas de su casa. Pero no había vuelta atrás, así que siguió su camino, con pasos pesados.

— Mira qué trajo el viento...

El hombre murmuró, bajando su cigarrillo para acechar a Levi con burla. El chico intentó parecer no inmutarse, aunque el solo sonido de la grave voz ya le había hecho crispar.

— El actuar inocente no te queda.

Escupió. Kenny, sin embargo, no pareció ofendido. Sólo le respondió con unas suaves risas, que al final se tornaron en carcajadas estruendosas.

— Así que vienes por la razón que supuse... ¿Tu patético novio se echó a llorar?

— ...¿Patético? Parece que tienes problemas usando adjetivos...

— Claro, si eres su princesita, sin duda lo ibas a defender.

— Tú... —dijo con ira. ¿Cómo era que aquel viejo era tan bocón? Apenas había llegado, y la idea de irse ya le estaba tentando.— ¿Siquiera sabes algo de mi?

Kenny le miró en silencio por más de diez largos segundos, y luego desvío la mirada, como si el horizonte fuese más interesante que su sobrino molesto. Levi suspiró. Si nisiquiera él conocía bien a su propio tío, ¿qué esperaba que él supiera de su sobrino? No podía ser el mismo de hacia tantos años... Decidió mirar al mismo punto que el hombre, perdido. Tal vez preguntarle a Kenny sobre su opinión era una estúpida idea...

— Eres igual que cuando niño.

Le declaró. Y no quería hacerle caso, pero cualquier palabra que saliese de la boca de Kenny sería suficiente para atraparlo. Así que lo escuchó.

— Siempre volteándome a ver... Analizando cada uno de mis movimientos, o de mis decisiones... —la voz de Kenny se había vuelto más suave, aunque seguía teniendo su tono tan rudo y característico.— Es obvio que ese niño se sentiría inseguro al verme llegar... O al verte reaccionar.

Otra risa salió de su boca.

Y oh.
Entonces Levi había captado algo.

Que aquel hombre había ido a su casa a sabiendas de lo que pasaría. Y vaya, que si Kenny creía que él también se reiría, estaba equivocado. Porque, ¿cómo podría dejar pasar dichosa confirmación?

Aléjate del BecarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora