CAPITULO 1: Como una vela en la lluvia

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Debería haberse dado cuenta.

El primer indicio fue la falta de apetito, lamentablemente estaba demasiado ansioso pensando en lo publicado en Whistledown para prestar atención a las pistas de su propio cuerpo.

No podía pensar en nada que no fuera Penélope y las cartas que ella no le respondió, así que no se dio cuenta de que había pasado de comer varías veces al día a probar bocado una sola vez. Todos se preocuparon cuándo, impulsado por la desesperación que sentía, comenzó a actuar extraño y se vio en la necesidad de explicar la situación.

Explicar era la palabra equivocada, en realidad confesó sus crímenes. Porque toda la familia leyó la columna, excepto Anthony que estaba en su luna de miel, y expresaron no solo su desagrado por las palabras dichas, también dejaron bien claro el repudio que sentían por la persona que se había atrevido a afrentar contra el buen nombre de Penélope. La más enfadada de todos, Eloise, juró venganza y amenazó con llevar a duelo al culpable.

Todavía no terminaba de lamer sus heridas ante la posible idea de que Penélope lo odiara cuando se enfrentó a la decepción en la mirada de su madre y la lengua cortante de su hermana. — Algo me dice que pagarás por esto, hermanito —, le dijo Benedict con una sonrisa y semblante serio, en una tarde llena de desesperación.

Ben había estado en lo cierto. Lo había pagado.

Con largas semanas sin noticias de Penélope, sin poder dormir porque cada vez que cerraba los ojos volvía a la noche en la que fracasó como su protector y amigo. Con la imagen de Penélope llorando en soledad mientras leía lo que estaba escrito en la columna de Lady Whistledown, sintiéndose traicionada por quien le prometió cuidarla.

Decidido a conseguir su perdón, no se rindió y le escribió sus disculpas, le escribió sus razones, le prometió compensar su falta de tacto y su debilidad ante la presión social. Le juró que si lo perdonaba no la lastimaría otra vez y su amistad sería una prioridad.

Justo antes de perder la calma, de dejarse llevar por la desesperación que se había apoderado de su corazón y estar a punto de mandar al demonio las consecuencias de sus acciones; antes de abandonar todo y encaminarse a la residencia de campo de los Featherington, recibió una carta.

Penélope lo perdonó.

No solo escribiéndole que lo entendía. Penélope además le aseguró que no existía necesidad de compensar de alguna forma su comportamiento y que solo había dicho la verdad.

— Nunca te avergüences de la verdad —, escribió ella en una carta que extrañamente no pudo leer en su voz. Supuso que se debía a su propia conciencia y se prometió ayudarla a mejorar su reputación durante la próxima temporada.

Se encaminó a Italia con brío renovado y el corazón ligero al saber que no perdió a su Pen.

Le escribió tan seguido como pudo, contándole de los atardeceres que veía y como le recordaban a su cabello, hablándole del mar y como lo hacía sentir nostalgia el azul de las olas y el cielo. Le habló incluso de un enamoramiento fugaz con una joven que conoció en la villa dónde se hospedó y del sueño loco que le cruzó por la mente al desear quedarse con ella, le preguntó si creía que su madre se enfadaría mucho. Bromeó con la idea de que fuera ella quien le diera la noticia de su boda relámpago a su madre y a cambio él la ayudaría a buscar un buen marido cuando volviera.

Penélope respondió a todas sus cartas. Con palabras amables, historias cortas de lo que sucedía en su hogar y algunas anécdotas que recordó gracias a los relatos que él le había escrito. Leyó todas y cada una de las páginas con ligereza, emocionado de saber de ella, escuchando su voz dentro de la mente con cada trazo de tinta. Imaginándola sentada en su escritorio, concentrada y sonriéndole a las hojas en blanco que poco a poco se iban llenando.

FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora