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Toda la semana ha sido una fantasía al lado de Alberto. Nos quedamos la mayoría de tiempo en el departamento porque me quedaba más cerca a la universidad y a él a sus entrenamientos.

Mi familia me llamó también casi diario queriendo saber más de mí, ya que habían salido las noticias donde yo estaba en el estadio alentando a mi novio. Me reconfortaba un poco que con Alberto ya habíamos resuelto nuestra relación y así ya no tenía que mentirle mucho a mi familia.

Para el viernes, ya estaba totalmente agotada pero feliz. Sentía que todo estaba saliendo bien y en la universidad y trabajo me iba mejor. La gente ya no me miraba tanto en mis clases, y en el trabajo ya no se llenaba tanto de gente. Ahora si podía caminar siquiera.

Ya estaba por terminar mi turno, cuando recibo una llamada de Fio. Tenía su número porque Alberto me lo había pasado para cuando quiera ir a su casa u otra cualquier cosa, pero jamás lo había utilizado y ella tampoco a mí.

- Hola Fio, qué gusto - la saludo al responderle la llamada.

- Que tal señorita Stagnaro - me dice Fio, con voz un poco tensa y muy formal, ya habíamos pasado esa barrera. Algo pasaba. - ¿Puede venir a la casa del señor Landell? ¿Ahora?

- Sí, iba a ir más tarde...- comento ya que con Alberto habíamos quedado ir a su casa por el finde semana. Además que mañana teníamos que salir temprano para la casa de mis abuelos.

- Sería mejor ahora - asegura Fio más tensa y amarga.

- ¿Pasa algo, Fio? - le pregunto más preocupada.

- No - me dice de inmediato. Miente - Ya le estoy mandando el chofer a su trabajo. ¡Nos vemos!

Me corta la llamada antes de que pueda hablar.

Justo me llama Pablo para que lo ayude en los últimos minutos que me quedaba de mi turno.

Aún media confundida, voy y prosigo con mi trabajo aunque con una duda enorme.

Cuando finalmente termino y salgo por la puerta trasera, efectivamente me esperaba Victor y le sonrío. Ya conocía por donde recogerme.

Al subir al auto, y después de saludarlo, le pregunto de inmediato que sucedía y me respondió de que ya vería.

Dios, moría más de intriga.

Intento llamar a Alberto pero no me responde, así que le envío un mensaje de que estaba yendo a su casa por emergencia de Fio.
¿O él también sabrá?
No creo que me haga ir así cuando ya habíamos acordado de igual forma. Aunque no sé. ¿Una sorpresa? No, sería tonto apresurarme así cuando, y reitero, ya habíamos acordado ir.

Una vez que llegamos a su casa, subo las desgraciadas escaleras, que ya me había acostumbrando y al llegar toco la puerta.

- ¡Tati! - susurra emocionada Fio al verme - Perdón por llamarte así...

- No te preocupes - le sonrío dándole un abrazo - ¿Por qué susurramos y que es lo que pasa?

Ella abre bastantes los ojos cuando se escuchan unos tacones acercándose. Alzo la mirada viendo una señora rubia, con bastante maquillaje pero se notaba ciertas arrugas, un vestido fucsia y unos tacones inmensos. Parecía que modelaba.

- Vaya, vaya...- suspira la señora. Suena como una Reina malvada - Al fin conozco a la famosa Tatiana.

Le doy una mirada a Fio pero ella solo baja la mirada.

- Lo lamento mucho, me obligó la señora - me susurra Fio y se va corriendo por el pasillo a la cocina.

La rubia alta se acerca más a mi, mirándome de pies a cabeza. Yo trago grueso sin bajar la mirada.

Tarjeta amarilla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora