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Bajo tan rápido las escaleras que me tropiezo en el último escalón. Felizmente estaba bien agarrada en la baranda, y seguí con el mismo paso que hizo que casi me tropiezo con Fio, que venía con una sopa en la mano.

- Perdóname Fio, pero ya me tengo que ir - le digo mientras le sostenía la mirada y abría la puerta principal para ya largarme de este lugar.

- ¿Qu..? - empieza a decir Fio, pero una voz gruesa la interrumpe.

- ¡Tatiana! - me llama Alberto.

Salgo de la casa y bajo las escaleras más rápido donde al final está su auto, no hay nada más. Tenía que salir de la casa y pedir un taxi afuera, aunque dudaba que en esta zona exclusiva pasen taxis...

- Tatiana - Alberto me coge del codo y me da la vuelta haciendo que nos miremos cara a cara - Espera un momento.

- Mañana tengo clases temprano - tiro mi brazo y él lo suelta.

- Bien - asiente y pone las manos en su cadera - Yo te llevo.

Estira un brazo hacia su auto para abrirme la puerta pero honestamente mi orgullo puede ser bastante molesto. Y más ahora que ya estoy de mal humor, y yo raramente estoy de mal humor.

- Me puedo ir sola - aseguro.

- No. Yo te llevo - insiste casi ordenándome así que lo miro con más rabia aún - Mira, no hay taxis por la zona. Tendrás que caminar unas diez cuadras sola y no te dejaré sola.

Lo volteo a ver con ganas de asesinarlo pero él solo me muestra una sonrisa. Él no tenía la culpa aunque quisiera que la tuviera. Me rindo.

Me subo al auto sin decir más y él me cierra la puerta para luego irse hacia su puerta.

Durante todo el camino nadie dijo nada. Él subió el volumen de la música y me dediqué a ver la ventana.

Honestamente no me había molestado tanto con lo que me dijo Samuel, yo sé que es así y aveces su temperamento le puede ganar. No lo justifico para nada pero tampoco pretendo creer que era una santa paloma cuando nunca lo fue. Siempre Samuel ha sido así de duro y realista a este mundo.

Lo que más me molestó fue el hecho que quizá tenía razón. Que probablemente no tenga nada a la altura en mi armario y estaré entre gente importante. Con gente que le sobra el dinero como para comprarse vestidos de diseñador. Nada comparado a lo que soy yo, a mi mundo.

Es ahí donde me pregunto: ¿en qué momento me metí en esto? No, más bien: ¿en que estaba pensando cuando me metí en esto?

- ¿Ya puedo hablar? - pregunta Alberto sacándome de mis pensamientos.

- No.

- Lo tomare como un sí - repone y eso casi me hace sonreír - Sabes, de todo lo que me dice Samuel, solo le hago caso el 20%. Porque sé que solo en ese pequeño pedazo tiene razón o quizá no, pero él jura que lo tiene.

- No me importa.

- Lo que te quiero decir...- continúa ignorando por completo mi comentario - Es que no le hagas caso, no escuches sus palabras y ni las tomes tan en serio porque hasta te aseguro que Samuel ni sabe lo que dice. Él no solo trabaja conmigo, sino con bastantes famosos más y te debes imaginar el estrés con el que vive diariamente.

- No lo justifiques.

- No lo hago - me asegura y me doy cuenta que ya estábamos llegando - Solo que no quiero que pienses que es algo contra ti o que tú eres el problema.

- No pienso eso.

- Bien. Entonces discúlpalo, y también a mi, por favor. - se estaciona frente a la puerta del edificio.

- A ti no tengo nada que disculparte - comento y al fin lo miro.

Se tensa y por unos segundos me mira los labios, o quizá es mi imaginación.

- Igual - me dice con sus profundos ojos verdes.

Trago grueso, ya que su belleza me abruma un poco. Su mandíbula tensa y marcada. El aire comenzaba a hacerse pesado y la tensión se expandía amenazando con ahogarme.

- ¿Que sucederá el viernes? - pregunto desviando ya la intensa mirada que se estaba formando.

- Jamás te voy a decir que hacer, Tatiana - me asegura y alzo la mirada a él nuevamente - Ponte lo que quieras. Solo quiero que estes cómoda y así ambos estaremos bien esa noche.

Lo miro unos segundos más y su mirada no vacila, dice la verdad. A veces me pregunto si para él era realmente necesario el contrato, o solo lo hizo como formalidad que pedía Samuel.

Sea lo que fuera, le creía a él.

- Está bien. Gracias. - asiento.

- No tienes que agradecerme - me asegura y niego con los cabeza.

- A pesar de todo, pasé un gran día y la mayoría fue gracias a ti. Por eso te agradezco - me inclino hacia él haciendo que se tense aún más pero no se mueve. Le doy un beso en su áspera mejilla por su barba un poco creciente - Buenas noches, Alberto.

- Buenas noches, Tati...ana - me mira aún más tenso y yo solo sonrío. Aún no me podía decir Tati.

Y sin nada más que decir, me bajo del auto. Aunque no sé porque me temblaba un poco aún la mano y todo mi cuerpo.

++++

Almorcé con Alberto los dos días restantes, el miércoles fue en su casa ya que se lo debía a la pobre Fio. Y hoy fue en mi casa. No almorzamos en público porque Samuel ya no quería que nos mostremos hasta el viernes, para que haya más especulación o crean que no estaré ahí. Por un momento creí que Alberto me diría entonces que ya no nos veríamos, como no era necesario almorzar en público, sin embargo, seguimos con los almuerzos. Me agradaban porque podíamos conocernos mejor.

Hasta ahora yo no había hablado con Samuel y él tampoco se había molestado en hablar conmigo. Aunque no me importaba mucho, lo que si me importaba era que me pondría mañana.

No tenía nada, revisé mi armario y había vestidos con que algunos iba a las discotecas pero estaba segura de que ninguno era para la ocasión.

Así que tuve que llamar a Lidia, que honestamente ella es la que mejor se viste y que tiene dinero para hacerlo bien.

- Te traje los mejores que tengo - me asegura mientras ponía una maleta gigante en mi cama y la abría.

- Creo que trajiste todos - comento y me quedo asombrada cuando veo el interior.

Habían de tantos colores y unos de brillos. Todos eran hermosos. Algunos eran largos y otros cortos, yo estaba segura que quería corto aunque lidia aseguró que como era de noche, tenía que ser largo. Yo solo me pondría el que me gustaba más.

Me fui probando uno a uno. Todos eran preciosos y me encantaban pero especialmente uno fue el que me gustó más y sentí que era más mi estilo.

- Te queda hermoso - dijo Lidia cuando me lo probé de nuevo - ¿Aunque no es muy sencillo?

- Es perfecto - aseguro mirándome al espejo.

Menos es más. Sentía que iba perfecto conmigo el vestido y me haría un hermoso peinado. Podía ponerme un enorme vestido con capas y capas, también con brillos por doquier o algún color deslumbrante. Pero no era yo, ni lo que quería trasmitir. Quería que me conocieran por lo que era, lo que significaba. No quería que me adapten a su mundo, yo iba a entrar como era yo.

Ya tenía todo listo, y hasta estaba nerviosa. La firma tenía que salir perfecto.

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