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Si los demás pudieran ingresar a su mente, podrían descubrir las inmensas ganas de asesinar que recorrían su cuerpo en ese momento.
—Aoi, Inosuke probablemente esté destruyendo la escuela mientras te busca —canturreo Shinobu, mostrando su característica sonrisa a una súper molesta Aoi —. Además, tú también tienes mucha culpa en todo eso.
Shinobu, intuía que si no fuera por el mucho respeto que sentía la menor por ella, sin dudas estaría enterrada un par de metros bajo tierra. Sin embargo, Aoi, no era así y entendía perfectamente a la sensata muchacha que caminaba a pasos firmes frente a ella. Aunque le parecía extraño ver la disputa que tenía contra el salvaje Inosuke. Sentía que ahí había algo más que enemistad, pero la verdad, es que aún eran jóvenes y ella, no era quién para entrometerse en sus problemas.
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El rencor corría por su sistema como lava ardiente y se insultaba a si misma por esperar más, pero… ¿Cuánto más, era lo que ella quería en ese momento?
Inosuke, era su amigo, de esos amigos con los que le es fácil insultar y reír sin miedos. Se conocían desde que eran unos pequeños revoltosos en la guardería, así que básicamente lo hacían de toda la vida o eso creía ella, porque los años pasaron y un sentimiento cálido se instaló en su joven corazón; Y sencillamente, no lograba reconocerse.
Ella no era idiota y sabía perfectamente lo que significaban esos latidos incesantes al estar junto a él, no obstante, ella no estaba de acuerdo con su tonto corazón, pues sabía que nada bueno podía salir de aquel peligroso malestar.
No podía creer en él, habían pasado tantos años y no había cambiado nada. Él continuaba humillándola con sus acciones cada vez que tenía la oportunidad y ella, no sabía cómo lidiar con eso. Y ahí estaba, la verdad detrás de toda esa rabia, era que se avergonzaba de su primer amor.
Se sentía horrible cargar con el hecho de ser una maldita engreída que no era capaz de asumir sus propios sentimientos. Incluso ese mismo día, el Hashibira, había corrido tras ella en la clase de educación física hasta atraparla y lucirla como trofeo ante sus amigos mientras gritaba a los cuatro vientos que él, era el hombre más fuerte del lugar, insistiendo en que podría cargarla durante todo el día sin cansarse. Quizás, era vergüenza o tal vez solo era cansancio, sin embargo ella, esa tarde decidió explotar y alejarse de él.
