Capítulo 19

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«Juego genético»

Coleman caminó por el patio y abrió la entrada principal al edificio de laboratorios, dejando a la vista un gran salón de recepción, en cuyos costados se encontraban dos ascensores, y unas escaleras que llevaban al piso superior. Estaba repleto de científicos y soldados que deambulaban por el lugar realizando sus quehaceres, y que ni siquiera notaron cuando Coleman y sus invitados ingresaron.

—Bienvenido, señor Coleman —saludó seriamente un guardia de seguridad—. Debo pedir a sus acompañantes que abandonen sus armas antes de ingresar.

—¿Es broma? —preguntó el capitán, levantando su rifle y apuntándole a la cabeza.

—Tranquilo —ordenó Ray—. Creo que sobrevivimos a lo peor, quédense acá y aguarden instrucciones.

—Entendido —aceptó de mala gana.

Los soldados bajaron sus armas y se retiraron del lugar. Las pistolas de Carter y Ray quedaron en un depósito justo al lado de la puerta principal, esperando a su regreso del recorrido por el edificio. El rifle, por otra parte, quedó apoyado en el mismo, puesto que no cabía en el contenedor. La mirada del guardia fue de afirmación, y Coleman le contestó de la misma forma, dirigiendo a sus invitados al salón.

—Muy bien, como pueden ver, aquí es donde nuestro personal se mantiene constantemente durante el día —explicó el anciano—. Tenemos dos pisos subterráneos, el primero son los dormitorios, el segundo lleva a un camino para personal autorizado.

—¿Autorizado para qué? —preguntó Ray.

—Todo a su momento. —Esbozó una sonrisa inexpresiva—. Ahora, si fueran tan amables de seguirme por las escaleras, los llevaré a donde trabaja nuestro equipo.

Coleman caminó hacia el costado derecho del salón, donde se encontraban las escaleras, hechas de un resistente acrílico azulado sujeto por estructuras de acero que le daban un moderno toque. En las paredes de mármol, se veían réplicas de esqueletos y restos fósiles de distintas especies, con información y datos curiosos como los que se verían en un museo. Le llamó la atención a Carter el hecho de que la información se mostrase tan básica, estaba dispuesta para que personas sin ningún conocimiento biológico pudieran entenderlo, para nada propio de un laboratorio con personal calificado, y mucho menos considerando semejante hazaña que habían llevado a cabo en aquel lugar. Además, era primera vez que veía un laboratorio tan cuidadosamente ornamentado, parecía sin lugar a dudas una exposición.

Una vez en el segundo piso, llegaron a la mitad de un largo pasillo blanco que tenía tan sólo dos puertas, una en cada extremo del mismo. Coleman se acercó a la que estaba hacia el lado izquierdo, y la abrió insertando una clave numérica en una terminal instalada al lado derecho de esta. Dentro, se encontraron con un corredor de paredes de cristal polarizado, por el que muy levemente se podía observar movimiento del lado contiguo. Carter pudo identificar por las siluetas que veía, que se podía tratar de un laboratorio con un montón de científicos trabajando. Coleman puso su ojo frente a un lector de retina en la entrada, que despidió un haz de luz verde que recorrió su ojo de arriba a abajo, y entonces la puerta se abrió.

—Debería haberme preparado para la ocasión, se me va a estropear el traje —se quejó.

Un montón de orificios conectados a cañerías que bajan por el suelo comenzaron a lanzar un líquido incoloro y un gas de fuerte olor a amoniaco, mientras que una voz pregrabada pronunciaba la frase «Iniciando proceso de antisepsia». Los químicos eliminaban gran parte de los microorganismos patógenos que pudieran portar antes de entrar al laboratorio, disminuyendo el riesgo de contaminar las muestras que había dentro.

Prehistoric Kingdom (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora