Para el atardecer el de esvástica se sentó en la hierba tras haber estado ayudando a la más baja con algunas cosas más, ahora en que no habían más pendientes diarios solo se dedicó a mirar el sol ocultarse poco a poco tras las montañas.
En medio de sus nulos nsamientos una de las ovejas se le acercó despacio, a lo que ignoró su curiosidad hasta sentirla acostarse junto a él, entonces miró de soslayo al animal de tamaño considerable y esponjoso pelaje suave que tampoco parecía tener algo específico en mente para acompañarlo en ese momento, así que siguió observando cómo el cielo puro oscurecía lentamente. El silencio de la pradera era como medicina para todos los trastornos que adquirió en la guerra, pero aún así se sentía constantemente ansioso por una amenaza que aún no encontraba en ningún lado.
—Oiga, ya es hora de cenar, ¿Va a querer sopa o puré de espárragos con patatas? –Leyna se asomó por la ventana de la cocina dirigiendo su cabeza hacia donde notaba al carmesí junto a lo que distinguía como una de sus ovejas que aún no entraban al corral para dormir—.
—Sopa con patatas –Exhaló colocando su mano izquierda sobre la suave oveja que se mantuvo en su lugar ajena a lo demás, en cierta manera le recordaba a un perro—.
Luego de ello la cena transcurrió en silencio neutral solo con los tintineos de los cubiertos y algunos grillos afuera pero sin ser incómodo pues no solían charlar excepto en el desayuno para que ella le explicara en qué necesitaba ayuda ese día. Así que el mayor se dio la libertad de observarla mientras comían; Su largo cabello castaño con ligeras ondas al final de sus trenzas, su piel de aspecto delicado con tenues coloraciones rosas en mejillas y la punta de su pequeña nariz, además de su figura delgada sin parecen insana. Incluso sin contar su ceguera parcial y degenerativa..
Una criatura tan frágil como ella no podría seguir sobreviviendo sola, menos en una temporada donde enormes cantidades de hombres con reputación cuestionable se movilizaban al campo de batalla que desde antes de pisar desataba lo peor en ellos.
—Dritte Reich. –Soltó el de esmeraldas levantándose con su plato ya terminado, su estómago estaba una vez más satisfecho por el sabor así que volvería a la habitación que ocupaba para descansar hasta la mañana siguiente– Ese es mi nombre.
—Oh... Soy Leyna Werner.. –La humana musitó tranquilamente oyéndolo caminar con calma tras donde aún estaba sentada, seguido de un ligero ruido de afirmación y la puerta cerrándose con cuidado– Buenas noches, Dritte...
Finalizó en un tono más bajo recogiendo sus platos para también dejarlos a un lado en la cocina, ya mañana los lavarían luego del desayuno, mientras tanto solo saldría a silbar un par de veces para atraer a sus ovejas al corral y poder descansar también.
En su propio espacio el alemán miraba al techo de madera perdido en sus pensamientos sobre la cantidad de eventos que pudieron ocurrir en su territorio sin que tuviese conocimiento, tal como lo ocurrido en la mañana, obviamente la gente moría a diario pero era más chocante estando en el pasado sin saber qué le deparará a la persona que conociste allí.
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—Comienzo a pensar que eres cualquier cosa menos una oveja. –El rubio miró con desconfianza al mismo animal de ayer que ahora lo seguía mientras recolectaban huevos o le ponía heno a la vaca– Si piensas que te daré comida extra, estás equivocada.
La susodicha solo baló siguiendo como si nada a su lado observando a las gallinas aún desconfiadas, aunque pronto un grito femenino hizo dar un salto a los presentes.
Dritte soltó sobre la hierba la canasta con huevos e instintivamente corrió hacia la cabaña a la cual entró empujando la puerta con fuerza, viendo a primeras a la de larga falda quejarse de espaldas mientras parecía sostenerse la mano izquierda.
—¿Qué sucedió? –Su verde mirada fija en la joven la escaneó rápidamente hasta que llegó a su lado y vio el estado de su piel enrojecida por una quemadura casi de segundo grado—.
—Me.. me quemé con el agua, ¡Argh! –Jadeó ella adolorida y al borde del llanto suave mientras sentía la mitad de su mano muy caliente a causa de no haber puesto suficiente atención, sus dedos desde el medio hasta el meñique terminaron en la cacerola de agua donde hirvió patatas—.
Inexplicablemente el núcleo del fascista se detuvo durante el tiempo en que la humana lo miró con sus ojos claros llenos de lágrimas y su expresión de angustia.
Entonces respiró profundamente tomando un cuchillo cercano, con este se abrió la palma derecha sin parpadear, dejando que su sangre oscura cayera sobre la ajena mano lastimada que lentamente comenzó a absorberla hasta dejar ese insano rojizo doloroso por el tono usual que debería tener.
—Haz las cosas más despacio la próxima vez, no quiero tener que apuñalarme cada cinco minutos por ti.. –Dijo en tono bajo soltando sus manos para apagar el fuego de la cocina con un soplido y volver afuera, donde la oveja se asomaba por la puerta—.
Leyna abrió los ojos a tope mirando su mano sin importar que le fuese tan borrosa, no sentía dolor alguno, ¿Acaso ese extraño hombre de piel carmesí era una especie de deidad?
Por su parte el rubio observó sus propias manos ignorando la cicatriz que se desparecía lentamente de su palm solo concentrado en la sensación fantasma de la suave piel contraria.. casi hipnotizante.
—..¿Qué me haces, Leyna Werner?... –Se murmuró en tono bajo levantando la vista hacia el precioso cielo opacado solo por la mirada de aquella joven que le provocaba comportamientos nunca antes pensados—.