Primeras Sensaciones.

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—No, mis deberes y protocolos no me permitían relacionarme con personas de manera sentimental. –Respondió ojeando las demás páginas del libro en busca de algo que llamase su atención– ...Y tampoco me había interesado en nadie antes..

—¿Antes? –Por naturaleza la castaña era curiosa y además le causaba mucho interés saber el tipo de vida que había tenido antes el contrario—.

—Mm.. mejor seguiré leyendo, algo interesante debe haber –Dritte por reflejo evadió el tema acabando por elegir una entrada al azar de un cuento que trataba sobre una pastorcita y su oveja mágica—.

La de trenzas no entendió bien el cambio repentino de tema pero optó por poner atención cuando oyó sobre la oveja de lana brillante, aunque antes de terminar esta se quedó dormida debido a la tardía hora que era y al natural cansancio que dejaban sus deberes del día. El de esvástica no lo notó hasta sentir un peso en su hombro ante el cual bajó la mirada encontrándose a la joven ligeramente acurrucada contra él con una expresión pacífica.

Se quedó observándola en silencio, quieto, respirando despacio para inconscientemente hacer el mínimo ruido posible que pudiese alterar su descanso. Recorriendo minuciosamente desde su largo cabello con rizos suaves hasta su pequeña nariz ligeramente rosada y sus mejillas un poco regordetas dándole un aspecto angelical que resaltaba de entre cual era que se hubiese llegado a cruzar en su vida antes..

En medio de sus pensamientos también fue quedándose dormido conservando la posición en la que estaban en el sofá y deslizándose poco a poco hacia la más baja a medida en que el sueño iba ganándole, a cierta hora las velas acabaron apagándose gracias al seguro metálico que poseían y dejaron la casa levemente a oscuras haciendo más cómodo el ambiente, debido al frío de la temporada entrante la humana buscó apegarse a la fuente de calor cercana así acabando por hacerse ovillo contra el pecho del rubio.

Para cuando amaneció él estaba completamente acostado con la cabeza incómodamente apoyada en el reposabrazos mientras que sus pies sobrepasaban el otro lado del pequeño sofá modesto pero cómodo, minutos más tarde de que los primeros rayos de sol chocasen contra su rostro abrió el ojo sintiendo su cuerpo extrañamente tibio hasta que un ligero movimiento lo llevó a fijarse en Leyna que dormía profundamente abrazándose a sí misma pero acurrucada entre su pecho y hombro como si fuese un gatito. Esta vista le generó una sensación muy rara en el pecho la cual vino junto a una extraña ansiedad que no se sentía tan mal pero a la vez lo ponía muy confuso sobre lo que le estaba sucediendo con esa joven de ojos disfuncionales... pero tan hermosos como el cielo despejado.

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Siendo el primero en levantarse más que nada por ansiedad optó por salir como estaba a tomar aire y atender a los animales que ya le tenían confianza debido al tiempo que llevaba de estadía, teniendo obviamente a Erika siguiéndolo desde que le abrió el corral a las ovejas; Ambos recogieron huevos, cosecharon las últimas zanahorias y tomates antes del frío invierno y tuvo que dejarla afuera siguiendo con sus rutinas de animales para preparar el desayuno acorde a como había visto a la menor hacer varias veces.

Encendió el fuego de la cocina tan antigua y puso las zanahorias a hervir mientras rompía algunos huevos para echarlos a un tazón hondo junto con harina y una pizca de sal a donde luego agregó también el tomate picado en pequeños cubos, se andose en el alféizar de la ventana a observar el día algo gris tras la ventana para evitar que el frío se colara en la casa pues la humana seguía durmiendo plácidamente ahora cubierta por una manta que él sacó de su habitación.

—Mm..... ¿Dónde?.. –Leyna despertó murmurando soñolienta mientras tanteaba el sofá con sus manos descubriendo dónde estaba pues la casa aún estaba un poco a oscuras– ...¿Qué hago en la sala?

—Te quedaste dormida, no te moví –Acercándose sin hacer ruido como de costumbre se colocó a su derecha desde el respaldo del sofá donde habían estado antes—.

—¡Dritte!.... Cielos, que susto –La castaña soltó un chillido ante lo repentino que fue oírlo a su lado, era demasiado sigiloso y más para ella que tenía una vista nefasta– Siento haberme quedado dormida, que descortés de mi parte.

—..No te preocupes, igualmente ya me ocupé de todo hace un rato –Se aclaró un poco la garganta y volvió a la cocina para ocuparse de las zanahorias hervidas, haberla tenido tan cerca.. con su largo cabello algo despeinado y sus ojos un poco cerrados a causa del sueño restante lo hizo sentirse raro nuevamente y era mejor distraerse con otra cosa—.

—Oh, muchas gracias, es la primera vez que me quedo dormida así.. que desastre –Ella optó por levantarse despacio del sofá y soltó un bostezo disimulado por su diestra, encaminándose a su habitación para buscar nueva ropa más abrigada pues la sensación térmica ya había bajado en la noche lo cual significaba que se acercaba la condenada nieve—.

Por su parte el rubio sacó con cuidado los vegetales del agua y esperó unos minutos a que se enfriaran lo suficiente para cortarlas en trozos y así agregar a la mezcla de huevos con harina y tomate, la cual echó a freír con cuidado para hacer un par de omelettes que al estar listos colocó en los respectivos platos, dejándolos en la mesa junto a cubiertos y regresó a calentar la leche a falta de café como ante había acostumbrado.

—Huele muy rico –Saliendo de su habitación la menor sonrió quedándose en el centro del camino entre la modesta cocina y el pequeño comedor, el aroma le había abierto el apetito de manera muy agradable—.

El de esvástica se acercó a la humana sosteniendo dos tazas con más tranquilidad.

—Sentémonos, el clima lo hará enfriarse con más rapidez –Reich se sentó tras dejaba ambas tazas en el centro de la mesa, acercando la ajena con cuidado cuando la joven se sentó también– Ten precaución con la taza caliente, busca el asa..

Hasta la Hora Cero (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora