Primeras Labores.

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—Argh… maldito pollo.. –Gruñó enterrando su cabeza contra la almohada, apenas estaba amaneciendo y ese jodido animal emplumado ya estaba chillando justo sobre el techo de la habitación donde estaba, de tener su arma ya le hubiese disparado—.

—¡Buenos días para ti también, Kurt! –Justo al lado de oyó el chillido cancerígenamente alegre de la joven dándole toquecitos a la ventana logrando que el animal bajase aleteando a juntarse con el resto de aves—.

Ni siquiera pudo volver a intentar conciliar el sueño porque la puerta fue abierta sin aviso, dejando ver a la más baja con otro sencillo conjunto de falda larga café y una camisa blanca con cuello decorado de encaje básico.

—Maldición, aprende a tocar, que falta de modales –Ladró sentándose en la cama, bajo la manta estaba en ropa interior debido a que le era incómodo dormir con la única ropa que tenía y eso la arrugaba—.

—Pues esta es mi casa, además no es como si fuese a ver algo –Ella alzó los hombros Terminando de trenzar su largo cabello rizado como el de una muñeca de porcelana, incluso con ropa común podía robarle un suspiro a cualquier hombre del pueblo a pesar de todo– En fin, necesito que recolecte los huevos del gallinero para desayunar, así que vístase o solo salga ahora.

—¿No quieres que también te traiga la maldita Torre Eiffel? –Acabó el rubio por resoplar, estirando su diestra vendada para al menos alcanzar esa fea camisa color celeste que debía usar hasta hallar la verdad o al menos una solución de llegar a Berlín sin perderse en el camino—.

—¿Qué es una "Torre Ifel"? –Su pregunta y expresión fueron más que verdaderamente inocentes, para alguien de un pueblo rural y más aún alejada del resto no era común saber muchas cosas y menos de otros territorios, sólo sabía un amor de cosas de historia que le alcanzó a contar su abuelo, ya que no pudo ir a la escuela como los otros niños del lugar—.

—Un montón de fierros hechos por putos franceses, como sea, sal que no me vestiré en frente de alguien –Dejó de lado lo anterior para bostezar, siempre había odiado despertarse temprano pero cuando aún estaba en guerra ni siquiera dormía durante días—.

A la otra se le hizo razonable así que asintió y se marchó cerrando la puerta, disponiéndose a salir ahora buscar a su amada vaca Edel pues debía ordeñarla y estaba más que segura que no se lo podía encargar al más alto así que le asignó algo que hasta un niño podría lograr.

•   •   •

—¡Dejen de picotearme, desgraciadas de mierda! –Dritte se cubrió el rostro con ambos brazos cruzados para que no volviesen a hacerle más rasguños con las garras de sus patas, realmente detestaban a los animales de granja—.

—Dije que debía mantener al menos un huevo por nido, se enfadan si se lleva a todos –La de ojos claros bufó mientras caminaba con cuidado cargando una cubeta con leche fresca, dejaría que él mismo resolviera el problema que ocasionó—.

—¡Argh, ocúpate de tus malditos pollos agresivos, niña! –Gritó otra vez el de esvástica pues las gallinas ponedoras seguían haciendo de las suyas con claro enojo del extraño que perturbó su hogar—.

—No soy niña –Ella alzó la diestra hasta sus labios rosados y silbó con fuerza atrayendo la atención de sus aves que inmediatamente se alejaron del mayor para rodearla pues había dejado caer algo de maíz a su alrededor– Mi nombre es Leyna.

—No me importa –Refunfuñó el rubio entre dientes intentando sacudirse la ropa y el cabello con algunas plumas desprendidas, aún le dolían un poco las heridas de bala que estaban por terminar de regenerarse, de igual manera tomó la canasta con huevos por suerte intactos solo que ahora esperaba comérselos en Omelette frente a sus madres—.

—Llévelos adentro y déjelos en la cocina, haré el desayuno dentro de poco –La de larga falda dio un par de pasos más hasta alcanzar la silla que siempre estaba junto a la entrada, sentándose despacio para comenzar a concentrarse en su importante labor de separar la leche en tres partes, pues tenía contemplado hacer mantequilla y algo de queso para la semana—.

Mientras tanto el otro entró haciendo de mala gana la indicación y colocó la canasta sobre la encimera preguntándose qué almorzarían ese día ya que era obvio que iban a desayunar huevos, tal vez un par de días más y ya podría largarse del medio de la nada para buscar una ciudad conocida y poder regresar a Berlín para saber qué mierda estaba sucediendo pues no sé tragaba el cuento de que estaba en 1915—.

De igual manera regresó afuera en silencio y como no había más que hacer se sentó en una roca grande a observar a qué distancia estaban más montañas para intentar saber dónde estaba exactamente pues la humana podría haberle mentido. Aunque en cierto punto acabó distrayéndose con esta misma, estudiando todos los movimientos que habían sus pequeñas manos delgadas con tanta concentración para separar tres cubetas con casi el mismo nivel de leche y luego comenzar a colocarle zumo de limón con sal alta que está cuajara, estuvo tan entretenido con ello que solo cayó en cuenta de que había estado dos horas seguidas viéndola cuando ella se levantó con un pequeño molde de madera que planeaba dejar reposando en la cocina.

El de esvástica parpadeó perplejo por haber perdido la noción del tiempo de esa manera.

—Ya voy a preparar el desayuno, pase si aún desea comer –La voz de Leyna se dejó oír desde la ventana de la cocina solo a menos de medio metro de dónde estuvo antes, preparándose ahora para tomar algunos ingredientes dispuesta a hacer un omelette con tomate picado y especias—.

Hasta la Hora Cero (T.R × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora