Capítulo Uno - Richard

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Richard

 

INGLATERRA, 1898

 

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Richard

 

INGLATERRA, 1898

 

La duquesa colgaba de lo alto del techo de su habitación, meciéndose como un péndulo.

Alrededor de su largo y huesudo cuello amoratado, se tensaba una soga, enredándose con el collar de perlas que había heredado de su familia. Traía su vestido de novia puesto, que no había usado desde aquel día, hace cuarenta años, en que se casó con lord Richard Haggard, duque de Bawner.   

 Aquella noche, Richard entró a la habitación como un día cualquiera. Iba bien erguido, llevando sus sesenta y siete años con orgullo. Pero al encontrarse con el espectáculo de su esposa muerta, colgada, con los ojos vidriosos e inexpresivos, no pudo contener el chillido que salió de sus labios.

 Se echó hacia atrás, atontado, y luego cayó de espaldas, perdiendo el conocimiento.

***

 

Tic, tac. Tic, tac.

 Eso era un reloj, pensó Richard. ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba sucediendo?

Tic, tac. Tic, tac.

 Miró a su alrededor, pero veía borroso. Había, efectivamente, un reloj en la pared. Estaba en una habitación de paredes blancas, un blanco pétreo que daba miedo. Acostado sobre un catre duro; entornó los ojos, tratando de enfocar la vista.

 Una silueta se le acercó. ¿Quién era? ¿Su esposa?

-          Nancy. – murmuró, intentando ver bien su rostro.

-          No, papá. Soy yo, Johanna. Jo.

Johanna se sentó al borde de la cama, y miró a su padre.

 Richard sentía que su cabeza daba vueltas. No recordaba bien lo sucedido.

-          ¿Jo? ¿Y dónde estoy?

-          En el hospital. – explicó ella, suavemente. – Te caíste y te golpeaste la cabeza. El doctor Adams dice que ya podrás volver a casa... - dijo. Pero Richard notó nerviosismo en la voz de su hija. Angustia.

-          ¿Dónde está Nancy? – inquirió.

 No obtuvo respuesta. Empezó a ver con mayor nitidez; el pelo rojizo de Johanna, sus facciones delicadas que heredó de su madre, sus ojos verdes. Trató de recordar, pero sólo venía a su mente un sueño espantoso.

Temió lo peor.

-          ¿Dónde está tu madre, Jo?

Los ojos de su hija se llenaron de lágrimas. Larry, el esposo de Johanna, entró a la habitación. Richard se puso rígido. No quería que su yerno lo viera en una situación de debilidad.

Lawrence Lowell.

 Ese era el nombre del tipo moreno y alto que se plantaba frente a él, con chaqueta de tweed y pantalón blanco. El esposo de su hija, y padre de sus nietos. Gracias a Dios éstos habían salido más Haggard que Lowell, pensó Richard.

Los Crímenes de CrosstownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora