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Nicholas
La lluvia caía con fuerza sobre las calles de Londres. El Támesis, con su corriente caudalosa, parecía casi un mar embravecido, por el viento que soplaba, agitando sus aguas. Pero el clima tormentoso no parecía alterar al Duncan's, el bar donde la gente hablaba a viva voz, los hombres reñían, y entre risas y conversaciones, se respiraba un aire de algarabía.
Nicholas Davenport entró con cierto recelo, siguiendo a Jeffrey Brown, su amigo, pelirrojo y lleno de pecas, quién entró animoso y se dirigió a la barra, saludando al barman alegremente. Jeffrey era bastante mayor que él, tenía veinte años y tenía bastante más mundo, o al menos, en el real, fuera de los libros. Bajito y enjuto, daba la impresión de querer demostrar al mundo que la altura daba lo mismo, con una personalidad seductora. Nicholas, por su parte, era todo lo contrario.
Sobrepasaba el metro ochenta y cinco, sin haber cumplido los diecisiete años. Tenía el pelo oscuro, la cara cuadrada y los ojos azules. Le gustaba leer, la historia y la filosofía. Tenía poco de Jeffrey, pero lo admiraba. Su capacidad de entablar amistad con cualquier persona, de ser el "alma de la fiesta" y todo eso. Nicholas no era capaz de ninguna de esas cosas.
Miró a su alrededor. El Duncan's era un lugar siempre atiborrado de gente, y destilaba un olor a tabaco y alcohol que hizo a Nicholas toser. El murmullo era constante, al igual que el movimiento de las personas. Nicholas se apresuró a alcanzar a su amigo, quién ya estaba charlando con una jovencita.
Tendría la misma edad que Jeffrey, más o menos, por lo tanto, era mayor que Nicholas. Pelo negro recogido, y de aspecto muy elegante como para ser una clienta habitual en un lugar como aquel.
Aunque yo tampoco soy de la clase de personas como para el Duncan's, pensó Nicholas. Tal vez no era un aristócrata ni nada, pero su padre era una de las personas más influyentes de Inglaterra. Y ahí estaba, en un bar de mala muerte cercano a la City, acompañado del hijo de un empleado de su padre.
- Hola. – saludó a la chica, intentando esbozar una sonrisa, la que le salió tan forzada que la joven enarcó una ceja.
- Eh, hola. ¿Tú eres?
- Nicholas Davenport. – respondió él. – Así que ya conoces a mi amigo Jeff.
Ella miró a Jeffrey, confundida.
- ¿Es tu hermano?
- Primo. – respondió Jeffrey, nervioso.
Nicholas sacudió la cabeza, mirándolo confundido.
- ¿Qué dices? ¿Somos primos ahora?
Jeff le lanzó una mirada como diciendo "no ahora, por favor". Pero el tino nunca había sido la principal virtud de Nicholas.
- No somos primos. – le dijo a la joven, que parecía no entender nada tampoco. – Él es amigo mío, nada más. Yo soy Davenport, él es Brown.
- ¿Brown? – preguntó ella, clavando los ojos en Jeff. - ¿No me habías dicho que tu padre era Frederick Davenport?
Nicholas abrió los ojos, estupefacto.
- ¡¿LE DIJISTE QUE MI PADRE ERA EL TUYO?!
Jeff le lanzó una mirada de odio.
- Maldita sea, Davenport.
- Pero es que...
En ese momento, la joven se dirigió a Nicholas.
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Los Crímenes de Crosstown
Mystery / ThrillerInglaterra, 1898 Una serie de muertes extrañas asolan un castillo. Y cuando el joven Nicholas Daveport empieza a indagar, se encuentra con asuntos un tanto... Turbulentos. Cuando el amor y la sangre, la acción y el misterio se cruzan, ¿será alguien...