3
Richard
Nancy estaba muerta, pensó el anciano. Efectivamente, se había ido.
Estaba en el pasillo del tercer piso, con las manos apoyadas sobre la baranda dorada, mirando al pomposo vestíbulo, desde arriba. La puerta de entrada era grandiosa, y al pasar al interior, lo que más llamaba la atención era la lámpara de cristal.
Recordó cuánto detestaba Nancy aquella lámpara.
- Imagínate que, por cualquier cosa, se cayera. – solía decir. – Mataría a alguien.
- Creo que, en el rarísimo caso de caerse, es más improbable aún que haya alguna persona debajo. – era la respuesta que usualmente le daba su marido.
Richard evocó en su mente cuando ambos eran jóvenes.
Él no tanto, claro, pues se casó a la avanzada edad de veintisiete años, con sus padres mirándolo con expresión adusta, e instándolo para que sentara cabeza. Pero Richard no iba a sentar cabeza con cualquier persona, no para ser infeliz.
Sin embargo, cuando conoció a Nancy aún no había cumplido los veinticinco, y lo último que se habría imaginado era que la iba a terminar amando con toda su alma. Fue en el 1855, en un baile privado, en casa de los Audrey. Sir Caleb Audrey, era un hombre joven, algo mayor que Richard, y bastante menos fiestero. Por lo tanto, Richard podía imaginar que había sido idea de su esposa, lady Audrey. Decían que, antes de casarse con el vizconde, no tenía ningún título nobiliario, por lo que era usual hacer comentarios acerca de su falta de clase.
La casa de los Audrey era un lugar ostentoso, lleno de grandes cuadros de pintores renombrados, de piezas de un valor incalculable como simples adornos, tapices, alfombras y cortinas que le daban un aspecto recargado. Lo que suponía, desde luego, más material de cuchicheo en contra de lady Audrey.
Sin embargo, a Richard le agradó. Alta, rolliza y con un vestido carmesí más que ostentoso, era una mujer dicharachera y alegre, que no dudó ante la idea de tocar algunas piezas de Strauss, Chopin y algo de Mozart. No lo hacía mal.
- Señor Haggard – dijo lady Audrey, sonriente, luego de haber tocado un buen rato. – Venga, quiero presentarle a una prima de mi marido.
Richard asintió.
- Espero que sea tan agradable como usted. – respondió.
- Me adula, señor Haggard. – respondió ella, sonriendo – Pero descuide, Nancy es una jovencita encantadora. –
Lady Audrey se volteó, dirigiéndose a un grupito de gente donde una joven de pelo rubio rojizo, y bastante delgada, estaba de espaldas a ellos. - ¡Nancy, querida, ven a conocer a alguien! – chilló, con su voz aguda.
La joven llamada Nancy se dio vuelta. Era agraciada, con la nariz respingada, la cara redonda y los ojos grises. Traía un vestido azulino, y un collar de brillantes.
- ¿A quién debo conocer, Charlotte? – preguntó.
- Déjame presentarte a mi amigo, sir Richard. – contestó Charlotte Audrey.
Richard no sabía qué cara poner cuando Nancy lo escudriñó con la mirada. Aquellos días, él tenía el pelo castaño oscuro, y las patillas largas. Intentó sonreír.
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Los Crímenes de Crosstown
Mystery / ThrillerInglaterra, 1898 Una serie de muertes extrañas asolan un castillo. Y cuando el joven Nicholas Daveport empieza a indagar, se encuentra con asuntos un tanto... Turbulentos. Cuando el amor y la sangre, la acción y el misterio se cruzan, ¿será alguien...