2. Promesas

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Ella sintió que el mundo se le iba, un nudo se formó en la garganta. No, no quería que Sebastian se marchara, ya fuera bastante  soportar unos cuantos meses sin él ¿Qué sería de ella si no lo vería por el resto de sus días?

-No –Fue lo único que logró decir, su voz se tornó temblorosa

Sebastian se dirigía a la salida, Harmony corrió y se aferró a su brazo, no lo quería dejar ir.

-No, No dejaré que te vayas, primero tendrás que matarme –Gritó con desesperación

-Suéltame –Susurró con frialdad

Lo que sucedió después fue lo que hizo que lo soltara, una bofetada, no pudo evitarlo, caer al suelo y soltar el brazo de Sebastian.

Y ahí tendida en el suelo, con una de sus mejillas rojas lo vio irse, él le había prometido estar a su lado toda la eternidad, le había prometido la familia que Harmony nunca pudo tener, le había prometido muchas cosas más pero acababa de dejarla sola, ¿Realmente había pasado? ¿Qué sería de todas esas promesas que en algún momento hicieron sentir a Harmony en un sueño? ¿Eran falsas? ¿Todo este tiempo ese demonio solo se había burlado de ella y ahora estaba listo para irse, abandonarla, dejarla sola como si fuera un objeto, un mueble viejo de madera podrida que ya nunca nadie utilizará?

"Tengo demasiada hambre como para ocuparme de ti"  Aquellas fueron las últimas palabras que Sebastian le dijo, su corazón, su pobre y quimérico corazón estaba pulverizado, ya no tenía a su esposo, no tenía nadie.

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Sebastian recién había llegado al mundo humano

Ella era un estorbo, no la necesitaba Se repetía una y otra vez intentando convencerse, recordaba la forma en que Harmony lo había mirado cuando le dijo aquello, esa mirada, la de todas las quimeras cuando eran masacradas por un humano.

Delante de él iba su joven amo, Ciel Phantomhive, con su bastón en mano, un niño con ojos tan azules como el océano, pelinegro y con piel blanca, suave, como si fuera la porcelana más fina. El niño se detuvo.

-¿Qué sucede, joven amo? –Preguntó Sebastian con una voz suave

-Ahí –Apuntó su cabeza en dirección a unos gatos –Es raro que aún no hayas ido a acariciarlos, activando mi alergia.

Uno de esos gatos lo miró fijamente, con unos ojos profundamente negros, como los de Harmony, no se acercó a abrazarlos o acariciarlos como era su costumbre, porque al hacerlo siempre había pensado en ella, en sus orejas y en su cola, debía aceptarlo, antes de conocerla había odiado los gatos, ella cambió eso, tan suaves, esponjosos y caprichosos, como Harmony.

-No, no esta vez –Sonrió de una forma encantadora

Sebastian sabía perfectamente lo que alguna vez prometió a su esposa, llevarla al mundo humano, pero nunca lo había cumplido, porque tenía miedo, que muriera a manos de criaturas tan despreciables para sus ojos, no sabría qué hacer en caso de que Harmony muriera, o si pusiera un pie en aquel mundo, no, definitivamente no lo soportaría, no permitiría que nadie le hiciera daño y por eso la había abandonado. Si tan solo pudiera amarla en público y gritar a los cuatro vientos que en su corazón realmente se quería quedar a su lado por toda la eternidad, quedarse a lado de sus bella sonrisa y su voz armoniosa que lo habían envuelto en sensualidad y sensaciones que jamás había conocido, era lo mismo ¿No? Abandonarla o perderla... No perderla, verla perecer era mucho peor, la había dejado en ese mundo lleno de otras quimeras donde Harmony había crecido, rogó que ella estuviera a salvo el resto de sus días.

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Sus ojos estaban rojos de tanto llorar, tirada en el suelo, hecha bolita con su vestido color azul con un moño exagerado color amarillo, no lo comprendía ¿Por qué la había abandonado? Debía preguntarle eso en vez de oponerse, oh, era tan tonta, se secó por milésima vez las lágrimas que caía en sus mejillas, se decidió, volvió para verse al espejo, su aspecto era horrible, iría al mundo humano a buscar respuestas, tomó un extraño bolso que pertenecía a Sebastian, lo llenó de prendas y cascabeles, por supuesto, no podía faltar que empacara los regalos de su esposo, iba preparada para cortar todos sus lazos con él, salió se esa pequeña y acogedora cabaña que Sebastian había construido para pasar la eternidad a su lado. E paró frente a un charco de agua, tomó  un listón rojo y grueso que tenía un cascabel colgando, se lo amarró al cuello, se alegró por primera vez de jamás contarle ese secreto a Sebastian, tomó una forma gatuna, no parecía muy normal, su pelaje era color gris con un ligero tono verde mar como sus cabellos.

El bolso despareció, Harmony se sintió alegre, comenzó a caminar de una forma pomposa y se adentró al mundo humano en la forma que Sebastian le había enseñado.

Harmony miraba de izquierda a derecha, no quería morir sin que él le diera una explicación, recordaba con suspiros los besos en la frente que el demonio que amaba siempre le había regalado, pero de todos esos besos jamás olvidaría el primero.

-Tú también, es decir, tú siempre me has gustado –Respondió ante la confesión del demonio.

Se sobresaltó, sonrió con ese par de ojos rojos que no le quitaban la vista de encima, la empujaron fuertemente, tumbada en el suelo comenzó a asustarse, comenzó todas las advertencias que las quimeras hacían sobre los demonios ya que les temían, siempre hablaban de como causaban desastres en el mundo humano, o como habían masacrado a tal individuo, Harmony siempre se había preguntado si Sebastian era así; paralizada recordó algo mucho peor, cuando un demonio devoraba el alma de un quimera (Lo cual era muy sencillo) nada los podía hacer perecer.

Es mi fin Pensó Harmony llena de miedo, pero en vez de sentir dolor sintió los labios de ese demonio en su frente.

-Tal vez lleguemos lejos –Le sonrió y acarició su cara con delicadeza.

Holi: 3 Kenni Poni ha escrito nuevamente *aplausos* Les dije ¿no? Que esta no era historia de Ronald, el casanova, creo que es muy obvio lo que realmente siente Sebastian por la protagonista, que en este caso es Harmony. Si fuera por mí la subiría todos los días, pero créanme no es tan fácil transcribir todo lo que está escrito en la libreta, debo corregir algunas repeticiones que se escuchaban mal y cosas así... Porque yo realmente quiero que lean una buena historia... aparte, los profesores han tenido la grandiosa idea de dejarme tarea, lo peor de todo es que dejan demasiada, en fin... Gracias a todas por leer

La otra vida de Sebastian MichaelisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora