3. Adopción

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Conny Apple era una Shinigami muy particular, su cabello era largo color azabache, su piel color moreno, su cara tenía pecas, los ojos por supuesto eran verde amarillento, su uniforme, un jumper negro, debajo de este una blusa color blanco, siempre usaba un suéter color coral con rayas blancas, sus gafas del mismo color eran ovaladas, físicamente, una Shinigami promedio, adoraba la música, siempre estaba alegre, no le gustaba hacer su trabajo, le parecía aburrido, juzgar humanos... Aunque claro, no tenía elección debía hacerlo, era un castigo, el precio que debía pagar por suicidarse. FlyBerry Humdinger regaba las plantas tarareando la canción que siempre se entonaba en el Despacho:

Nosotros somos el Despacho de Shinigamis

Bailamos locamente aunque nos falte el aire,

Tenemos una vida realmente larga

Pero eso es un secreto;

Nosotros somos el Despacho de Shinigamis,

Obedecemos las reglas, es nuestra obligación

Somos Shinigamis ejemplares [...]

Janelle, las miró, y resopló molesta

-¿Cuándo dejarán de perder el tiempo? –Arqueó la ceja, FlyBerry detuvo su alegre y pacifica entonación, a Conny se le desvaneció la sonrisa del rostro –Conny ya te dije...

-Debo ir a recolectar –Torció el gesto y asintió con la cabeza, volvió a sonreír –Se supone que ese es el trabajo de los hombres...

-Era... La Rama Principal nos pidió que protejamos en secreto las almas humanas de los demonios con apariencia del sexo femenino –Janelle Entornó los ojos –Después de lo sucedido con...

-Spears-senpai –Suspiró FlyBerry con ceño fruncido

-Los hombres no deben enterarse, ¿Vale? –Janelle ignoró lo que FlyBerry dijo.

Conny tomó su Death Scythe la cual tenía la forma de un saxofón. Y lo pulió levemente con su manga.

-Vienes, Fly-Fly –Miró a FlyBerry y ella giró la cabeza hacia Janelle, esta asintió con la cabeza de forma segura, la pequeña Shinigami se puso de pie, tenía puesta una coronilla de flores en su oscuro cabello, sacó un bastón largo que parecía estar hecho con raíces gruesas y tenía unas espinas en lo alto.

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Harmony no tenía ni la más remota idea de a dónde ir, pero prefirió comer un poco ocultándose entre las sombras, el estruendo urbano del siglo XIX era realmente desesperante, humo, olor a río, gente apretujada, carruajes, agua de menta, y más, demasiada gente. Su Sebastian, su amado Sebastian, no podía obtener una hipótesis acerca del abandono de su esposo demoníaco, es decir, había luchado para ser una buena chica, aceptaba sus largos periodos de Ausencia, y lo amaba con toda su alma. Comió un poco de pan con queso, masticaba suavemente, escuchó un extraño ruido, se quedó quieta, miró el cielo nublado, provenía de los tejados, escuchó música, muy suave, un sonido que te envolvía, se detuvo, Harmony curiosa se colocó su listón rojo, transformándose así en el coqueto felino con pelaje de color extraño, subió al tejado de una forma delicada, se encontró con dos mujeres, una era pequeña, probablemente la persona más pequeña que había visto en su larga vida, la otra era más o menos de su estatura, ambas con faldas bombachas, la pequeña tenía blusa color azul cielo y una corona hecha con Manzanillas, otra tenía un suéter color coral.

-¿Estás segura? –Preguntó la pequeña

-Sí, Fly-Fly, ya he estado en el mundo humano varias veces te aseguro que siento una presencia infernal... -Miraba a su alrededor

– ¿Un demonio?

-No, no se siente como un demonio, no es tan malvado, pero proviene del Inframundo

Harmony se alarmó e intentó desaparecer con lentitud, pero la vista de ambas muchachas se centró en ella, en aquel gatito. La chica moreno la miró con ojos entrecerrados pero negó con la cabeza con expresión absurda.

-Un gatito –Sonrió la de la corona de manzanilla, se acercó y la tomó entre sus brazos –Es muy bonito ¿Verdad, Conny-senpai?

-Lo es –Sonrió

-Hay que llevarlo al Despacho, debe tener hambre, apuesto que no les molestará que le demos un poco de leche.

-Pero los hombres se preguntarán de dónde lo sacamos...

-Eso es lo de menos –Rió

-Está bien –Suspiró

-Se llamará Misifú –La mimó levemente

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La otra vida de Sebastian MichaelisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora