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YoonGi pasó la tarde estudiando las defensas del torreón en busca de una posible ruta de escape. El Laird no le había dado ninguna otra opción en el asunto. Mientras mantenía los ojos bien abiertos a lo que sucedía a su alrededor, también examinaba la cuestión de exactamente adonde viajaría. Namjoon registraría las otras abadías. Era una opción demasiado obvia para tomarla. La gente de su madre provenía de las islas de la zona occidental, pero su madre se había disociado de su clan, incluso antes de haberse convertido en la amante del rey.

Y la verdad, no podía contar con ellos sin dar a conocer su propiedad sobre chantli. Se vería casado con el primer hombre que tuviera conocimiento de su herencia.

Necesitaba tiempo.

Tiempo para considerar el mejor curso a seguir. La madre Solar había estado trabajando con él para formar una lista de posibles candidatos para el matrimonio. Yoongi no había querido un guerrero, pero había reconocido la necesidad de contar con uno como su marido. Desde el momento en que reclamara su herencia, su esposo tendría que pasar el resto de su vida defendiéndola de hombres codiciosos y hambrientos de poder.

¿No era esa la manera de ser del mundo, sin embargo? Sólo los fuertes sobrevivían y los débiles perecían.

Arrugó el ceño.

No, eso no era cierto.

Dios protegía a los débiles.

Quizás por eso existían los guerreros, así podrían defender a las mujeres y los niños. Lo que significaba que Kim Namjoon sólo podía ser el diablo.

Con un suspiro, plantó las manos en la tierra calentada por el sol, con la intención de empujarse a sí mismo a ponerse de pie para poder volver a su habitación con el fin de trazar mejor su fuga. Antes de que se levantara totalmente, vio a YeonJun corriendo por la colina, agitando la mano hacia él.

Se dejó caer de nuevo al suelo y esperó a que él llegara. Su rostro abierto en una amplia sonrisa, entonces se dejó caer en la tierra a su lado.

—¿Cómo te sientes hoy? —él le preguntó cortésmente.

—Me siento mucho mejor. He estado moviéndome para olvidar el dolor.

Se acurrucó a su lado.

—Me alegro. ¿Hablaste con papá?

YoonGi suspiró.

—Lo hice.

Yeonjun le sonrió.

—Te dije que él cuidaría de todo.

—En efecto, lo hiciste, —murmuró.

—¿Entonces te quedarás?

La expresión esperanzada en su rostro hizo a su corazón derretirse.

Envolvió su brazo alrededor de él y lo apretó firmemente.

—No puedo quedarme, YeonJun. Tienes que entenderlo. Hay hombres además de Kim Namjoon quienes me secuestrarían si supieran quién soy yo.

La cara de YeonJun se arrugó hasta que su nariz se crispó.

—¿Por qué?

—Es complicado, —farfulló—. Desearía que fuera diferente, pero la madre Solar siempre me dijo que tenemos que hacer lo mejor con lo que tenemos.

—¿Cuándo vas a marcharte y adónde te irás? ¿Te veré otra vez?

Aquí tendría que andarse con cuidado. No podía tener a YeonJun corriendo hacia su padre con las noticias de su partida. Ahora que había tomado la decisión de marcharse sola, no quería que el Laird interfiriera con su demanda de confiar en él. Casi resopló ante esa idea. Él podría ser capaz de ordenar que su clan confiara en su Laird, y estaba segura de que lo hacían, pero una persona en su posición no podía permitirse el lujo de confiar en nadie.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2023 ⏰

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