Ocho concursantes. Ocho intoxicaciones. Los últimos participantes de un reality show llamado Cocina estelar se encuentran ingresados por consumir un plato con un ingrediente peligroso para la salud. Nadie sabe quién fue el responsable de la intoxica...
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Lesh Kavendish cometió el error de inscribirse en el reality show de cocina más famoso de su planeta. De eso hará ya unos dos meses.
Ella pensaba que sería una competición sana y amistosa.
No comprende cómo todo pudo transformarse en una disputa tan desleal y descarnada.
Llevaba semanas queriendo regresar a casa. Lloraba cada noche que tenía que pasar en el hotel más cercano al plató. Recordaba los comentarios horribles de Thea, el acoso constante en la Red Virtual, los insultos, las peleas. Recordaba la cucharada de pimienta que Ícaro le arrojó a los ojos, el resbalón peligroso que Julieta tuvo sobre un suelo pringado de aceite, los aspavientos de Cynthia y su cuchillo de cocina como arma asesina, aquella vez que Thea los amenazó con el soplete que luego usó para dorar ese pescadito deforme de ojos bizcos...
Thea. Thea Ravenstone. Una política educada, de lo más sofisticada y respetada en el planeta. La persona que se encarga de dirigir algo tan relevante como el comercio interestelar y la conexión del planeta con el espacio sideral.
Una mujer de la política, de absoluta relevancia en el planeta Corinto, se está comportando como una niña pequeña, igual que casi todos los demás. Pelea con todo aquel que se le ponga por delante, insulta y grita sin parar, soborna a los jueces... Y todo por un premio que no le dará ni una pizca más de riqueza de la que ya tiene.
La decimo octava edición del reality show de Cocina Estelar, desgraciadamente, está siendo de todo menos un reality show. Lesh no se lo esperaba. No parecía eso en los vídeos de la Red Virtual. Los participantes nunca se mostraban tan agresivos. El ambiente solía ser saludable. Nunca se había visto nada semejante.
Después de ver y sufrir todo aquello, Lesh solo quería marcharse a su casa, pero ella no fue quien lo hizo.
No, no. Ella no lo hizo.
Ella no fue quien sustituyó la sal.
Debió ser otra persona. Pudieron ser otras muchas malas personas, entre ellas, Thea.
Lesh solo quiere marcharse a casa y salir del angustioso y solitario Centro de Recuperación Hospitalaria donde lleva dos días ingresada.
Pero algo le dice que los problemas no han hecho más que comenzar.
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